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Ingenioso ingeniero y generoso mecenas: José Torán Peláez y Carmen Martín Gaite. Un viaje extraordinario Ingenioso ingeniero y generoso mecenas: José Torán Peláez y Carmen Martín Gaite. Un viaje extraordinario
Fotografía de José Torán Pelaéz en 1960

Ingenioso ingeniero y generoso mecenas: José Torán Peláez y Carmen Martín Gaite. Un viaje extraordinario

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Juan Villalba Sebastián. Miembro del Consejo Científico del IET
 

Ingeniero, visionario y pionero, José Torán Peláez (Teruel, 1916-Madrid, 1981) fue una figura esencial en el desarrollo de las infraestructuras hidráulicas en España y en el mundo. Quienes lo conocieron y escribieron sobre su persona lo calificaron de “atípico, atrevido, autodidacta, brillante, coqueto, desmedido, desmesurado, desordenado, diferente, excesivo, extrovertido, exuberante, genial, grandilocuente, hombre de acción de personalidad atractiva y cautivadora, hombre del Renacimiento, imaginativo, ingeniero artista, insólito, inteligente, intrépido, original, osado, palingenésico, polifacético, presumido, seductor, singular…”

Ingeniero de Caminos en 1942 construyó las presas de El Vado, en el Jarama, Cenajo, en el Segura, y la que ahora lleva su nombre en el Guadalquivir, entre otras muchas -Pinilla, Odiel, Los Toranes, Yeguas, etc.-. Realizó gran cantidad de planes generales y estudios, entre los que sobresalen los relativos al acueducto Tajo-Segura y especial importancia tuvo su intervención en la base americana de Rota.

Consiguió del Senado de Estados Unidos el certificado para España como tercer país del mundo en grandes presas y fue uno de los primeros españoles en visitar la URSS.

En 1970 fue elegido presidente del Comité Nacional Español de Grandes Presas y vicepresidente por Europa. Ese mismo año llegó también a la presidencia internacional de la Comisión Internacional de Grandes Presas (ICOLD).

Antes de que Torán convenciera a las autoridades de Irak para recrecer la presa de Razzaza, Bagdad, junto al Tigris, había sufrido más de 10 graves inundaciones. Lo hizo en tiempo record, entre 1967 y 1970. Esta rápida ejecución salvó al país de una nueva riada de consecuencias catastróficas, por lo que recibió el título de “Padre de las Ideas”, y el gobierno lo condecoró con la más alta distinción civil: la “Orden de los Dos Ríos”.

Fue el primer español invitado oficialmente por el gobierno chino, del que fue consultor entre 1973 y 1979. Por iniciativa suya y dadas sus influencias, propició el ingreso de la República Popular en ICOLD, hasta ese momento absolutamente aislada en el panorama mundial, comenzando de esta manera el reconocimiento internacional del gigante asiático. Por esta razón y por sus trabajos en el país, se le recibía con honores propios de jefe de estado. Se dice que murió trabajando sobre un plano de esa inmensa nación, cuyo gobierno le había encargado la planificación hidrológica de todos sus ríos.

Llegó a mantener hasta siete oficinas abiertas en Madrid y en ellas colaboraban también escritores y artistas como los pintores Guillermo Delgado y Jaime del Valle-Inclán (hijo del escritor), los poetas Alonso Pardiero y Delgado Benavente, el periodista Ortega Spottorno (hijo del filósofo, con el que la familia Torán mantuvo siempre una gran amistad) y los novelistas Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Benet.

La razón de esta presencia y el importante papel en sus proyectos se encuentra en la definición que Torán Peláez tenía de su profesión: “El ingeniero ha de ser, primero observador, después técnico… Pero sobre todo ha de ser artista; artista en cuanto a la capacidad de crear imaginativamente la contestación a las preguntas que ni el pueblo, ni la naturaleza, le pueden brindar”. Para él las razones estéticas en sus estudios eran primordiales y se regían siempre por un afán de búsqueda de lo novedoso y original en sus presentaciones. Mantenía que solo por la complacencia visual se puede acceder al convencimiento.

De entre esa nutrida nómina destacó un nombre por encima de todos, el de la novelista Carmen Martín Gaite, de la que este año se celebra el centenario de su nacimiento. A ella le encargó, como trabajo de subsistencia, la biografía del ingeniero y político Conde de Guadalhorce.

 

Carmen Martín Gaite, gentileza del fotógrafo turolense Rogelio Allepuz


La escritora describió a Torán como un hombre “…muy extravagante y que tenía muchas excentricidades, pero con un talento como una catedral […] Entre estas personas a las que captó para la órbita de su ‘cuenca hidrográfica’ estaba una serie de escritores que por los años 60 no teníamos mucho trabajo ni mucho dinero. Él era una especie de gran mecenas […] Lo cierto es que nos ayudó mucho a abrirnos camino; nos pagaba muy bien los trabajos, eran además unos trabajos diferentes unos de otros, siempre divertidos…”

Todos los que le conocieron destacan su verdadera obsesión por las etimologías, de hecho, entre sus colaboradores más cercanos estaba el filólogo Antonio Tovar, al que podía llamar a cualquier hora del día o de la noche para consultarle dudas lingüísticas. En este sentido, él mismo analizó su propio apellido: “Originariamente, los Toranes son pirenáicos, del Valle de Arán. El río Torán es uno de los primeros afluentes del Garona; corre paralelo a la frontera con Francia y afluye al Garona casi en el cruce fronterizo (probablemente la etimología indo-europea de Torán es, TOR=PUERTA, AN=AGUA. O sea TORÁN, Puerta del Agua, que coincidiría etimológicamente con su significado toponímico)”.

Con relación a esta inquietud, en septiembre de 1965 encomendó a Carmen Martín Gaite una misión extraordinaria: viajar a Teruel con la finalidad de realizar la genealogía de su familia paterna. Su experiencia y hallazgos los detalla en un informe que publicó el especialista en su obra, José Teruel, en la revista Turia (núm. 124, 2017). Por cierto, recientemente galardonado por su biografía de la escritora con el Premio Comillas de este año, que otorga la editorial Tusquets.

La escritora quedó cautivada por la personalidad de su tatarabuela, Joaquina Herrera, “la Torana”, auténtica fundadora de la estirpe y fortuna de los sucesivos José Torán que, como los Aureliano Buendía en el Macondo de García Márquez, en nuestro caso van a ser ingenieros y alcaldes de la ciudad en sucesivas generaciones.

Martín Gaite siempre tuvo presente a su mentor y amigo en su obra, como también lo hicieron el resto de los escritores, la mayoría de los cuales le dedicaron sentidas necrológicas de alto valor literario y personal. Como la del ingeniero e inclasificable escritor, Juan Benet, publicada en El País, donde, entre otras muchas cosas, decía: “…Parece ser que no deja un duro tras su muerte, un hombre que había paleado millones. Lo tuvo todo, por su propio esfuerzo, y lo perdió todo […] Fue en su momento el primer constructor de presas del país, el más singular consultor después, el hombre que, como presidente del Comité Internacional de Grandes Presas, alcanzó la máxima autoridad mundial en ese campo. Y lo perdió todo […] todo menos el aprecio de cuantos le conocieron y trabajaron con él […] Imprimía carácter, era lo más parecido que yo he visto a un pontífice, un pontífice secular…”

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