Trincherazo de cartel de Sánchez Vara. Sevi
Tres gladiadores se juegan la vida en Teruel, con la lluvia cumpliendo el papel de molesta invitada
Oreja para Sánchez Vara y Octavio Chacón en una tarde en la que el peligro estuvo latente constantemente
Con quince minutos de retraso comenzó el festejo debido a las inclemencias meteorológicas. La lluvia iba y venía y, después de un gran esfuerzo por parte de la empresa en arreglar el ruedo, los toreros tiraron para alante.Salió el primero de la tarde, bonito de hechuras pero con el peligro corriéndole por las venas. Se encontró con el caballo, y fue entrando y saliendo del peto hasta entres ocasiones, y puso en un brete a los banderilleros. Esperando en el embroque, salía como poseído por un demonio a la caza del banderillero. Félix Delgado lo sufrió en sus carnes, con un fuerte golpe contra las tablas y una posterior voltereta, también a Javier Ortiz, al que llegó a golpear cuando ya tomaba el olivo. Destilaba peligro el cárdeno. Aún así, parte del público turolense no supo verlo, silbando a unos subalternos, de manera equívoca e insensible, que se estaban jugando la vida. Consiguió pegar algún buen derechazo Sánchez Vara, que decidió finalizar la faena pronto, ante la falta de oportunidades que ofrecía un Saltillo que estaba pendiente de todo, incluso del matador, bajo una importante lluvia. Complicado en el descabello, decidió volver a la espada, metiéndole un bajonazo que acabó con la vida del animal. Con el toro tumbado, la presidencia dio un aviso. Aún tuvo tiempo de levantarse y agarrarse a la vida hasta su último aliento. Me sentí defraudado, estimados lectores, cuando se levantó un aplauso hacia un animal, si bien no mayoritario, que fue una verdadera alimaña, silenciando, o incluso silbando, a un tío valiente que se había jugado la vida, añadiéndole el chaparrón que calló y que puso complicadísimo el piso. Falta sensibilidad, y cierta cultura taurina de algunos aficionados para entender qué está pasando sobre el albero.
La presidencia echó la corrida para adelante tras arreglar nuevamente el albero, en una decisión difícil, y con la presión que ejerció el público para que el festejo continuase. El toro se resbaló un par de veces, y ya buscó el paso para estar asentado, cojeando de la pata trasera derecha. Papeleta dura la de Octavio Chacón, con un toro que venía defendiéndose, y al que se le castigó bien en el caballo. Estuvo firme Chacón con el Saltillo, que salía con la cara arriba, muchas veces buscando una excusa para irse. Trató de calentar al público, pero se rajo el animal completamente.
Tendido y trasero el acero, se agarró bien a las carnes y fue efectivo. Las últimas fuerzas del toro le sirvieron para ir a echarse a la puerta de chiqueros. Palmas para Chacón tras la muerte del mal segundo.
Apareció la lluvia de nuevo, y con ella, el tercero de la tarde, al que Lamelas recibió con dos largas de rodillas, toreando por verónicas con mucha transmisión y actitud. Dejó el par de la feria Alberto Carrero, tercero de la cuadrilla, que con un piso nada confiable, le andó con gusto torero al cárdeno, asomándose al balcón, y teniendo la sangre fría de salir del encuentro andándo con torería. El toro, en banderillas, había cambiado. Encendió el ordenador que tenía en la cabeza, y empezó a repasar cada jugada. En los muletazos de Lamelas, miraba, medía y, si podía, cogía.
Tuvo, y permítanme decirlo así, los atributos bien puestos el jienense, y se echó la muleta a la mano a la izquierda. Lidió de una manera extraordinaria al de Saltillo, llevándolo metido en la muleta, y poniéndose muy de verdad a pesar del peligro que suscitaba el animal. Llegó hasta a arrancar algunos muletazos templados. Muchísimo mérito Lamelas, que pinchó, y luego metió la espada en el rincón de Ordóñez. Petición de oreja minoritaria. Saludó el diestro de Jaén una fuerte ovación en el tercio.
Buen recibo capotero de Sánchez Vara al cuarto. Encajado, le dio dos chicuelinas y una media verónica con mucho sabor. Banderilleó el matador de Guadalajara. En su primer par, apretó el de Saltillo hasta tablas, atrapando la rodilla del matador contra la madera. Se lució en el segundo par, repitiéndoselo por el mismo sitio que el primero, y remató el tercio con un par al violín. Comenzó con gusto la faena, pero, en cuanto se sintió podido, el toro fue demostrando una tendencia a mansear. No sé aburrió Vara, que fue metiendo al animal, demostrando que va sobrado de oficio. Consiguió arrancar, casi inventarse, un par de buenas tandas por la derecha. Le metió un espadazo, con todas las letras, tumbando al toro, y llevándose al esportón una oreja de ley.
Parecía el quinto de la tarde que se iba a parar por lo que hizo a la hora de colocarle los garapullos, y que se iba a poner complicado, pero tuvo más movilidad de la esperada. La primera tanda, por la derecha, del torero gaditano tuvo un son que daba esperanzas. Pero luego, el toro se puso gazapón, no dejando estar cómodo a Chacón, quien estuvo muy dispuesto con un astado que estuvo falto de transmisión. Este quinto fue el más noble de la corrida, y eso permitió a Chacón gustarse en el tramo final de la faena. Oreja para el de Prado del Rey. Tras recoger el trofeo, dejó un ramo de flores en recuerdo del malogrado Víctor Barrio.
Intenso con el capote estuvo Lamelas con el cierraplaza. Dispuesto estuvo en el último tercio el jienense con un toro que, pareciendo que quería tomar la muleta, lo hacía pegando arreones, y enganchando las telas. Prendió al torero el de Saltillo, que tampoco lucía muchas buenas ideas en la cabeza, sin llegar a calar en las carnes de un matador que no se vino abajo, demostrando una importante dimensión y capacidad. Una estocada entera, y un descabello que tardó en producirse por la negativa del toro a descubrirse, finalizan una tarde en la que se vivió tensión en cada uno de los toros lidiados.
Lluvia y tensión
La presidencia echó la corrida para adelante tras arreglar nuevamente el albero, en una decisión difícil, y con la presión que ejerció el público para que el festejo continuase. El toro se resbaló un par de veces, y ya buscó el paso para estar asentado, cojeando de la pata trasera derecha. Papeleta dura la de Octavio Chacón, con un toro que venía defendiéndose, y al que se le castigó bien en el caballo. Estuvo firme Chacón con el Saltillo, que salía con la cara arriba, muchas veces buscando una excusa para irse. Trató de calentar al público, pero se rajo el animal completamente.
Tendido y trasero el acero, se agarró bien a las carnes y fue efectivo. Las últimas fuerzas del toro le sirvieron para ir a echarse a la puerta de chiqueros. Palmas para Chacón tras la muerte del mal segundo.
Apareció la lluvia de nuevo, y con ella, el tercero de la tarde, al que Lamelas recibió con dos largas de rodillas, toreando por verónicas con mucha transmisión y actitud. Dejó el par de la feria Alberto Carrero, tercero de la cuadrilla, que con un piso nada confiable, le andó con gusto torero al cárdeno, asomándose al balcón, y teniendo la sangre fría de salir del encuentro andándo con torería. El toro, en banderillas, había cambiado. Encendió el ordenador que tenía en la cabeza, y empezó a repasar cada jugada. En los muletazos de Lamelas, miraba, medía y, si podía, cogía.
Tuvo, y permítanme decirlo así, los atributos bien puestos el jienense, y se echó la muleta a la mano a la izquierda. Lidió de una manera extraordinaria al de Saltillo, llevándolo metido en la muleta, y poniéndose muy de verdad a pesar del peligro que suscitaba el animal. Llegó hasta a arrancar algunos muletazos templados. Muchísimo mérito Lamelas, que pinchó, y luego metió la espada en el rincón de Ordóñez. Petición de oreja minoritaria. Saludó el diestro de Jaén una fuerte ovación en el tercio.
Buen recibo capotero de Sánchez Vara al cuarto. Encajado, le dio dos chicuelinas y una media verónica con mucho sabor. Banderilleó el matador de Guadalajara. En su primer par, apretó el de Saltillo hasta tablas, atrapando la rodilla del matador contra la madera. Se lució en el segundo par, repitiéndoselo por el mismo sitio que el primero, y remató el tercio con un par al violín. Comenzó con gusto la faena, pero, en cuanto se sintió podido, el toro fue demostrando una tendencia a mansear. No sé aburrió Vara, que fue metiendo al animal, demostrando que va sobrado de oficio. Consiguió arrancar, casi inventarse, un par de buenas tandas por la derecha. Le metió un espadazo, con todas las letras, tumbando al toro, y llevándose al esportón una oreja de ley.
Parecía el quinto de la tarde que se iba a parar por lo que hizo a la hora de colocarle los garapullos, y que se iba a poner complicado, pero tuvo más movilidad de la esperada. La primera tanda, por la derecha, del torero gaditano tuvo un son que daba esperanzas. Pero luego, el toro se puso gazapón, no dejando estar cómodo a Chacón, quien estuvo muy dispuesto con un astado que estuvo falto de transmisión. Este quinto fue el más noble de la corrida, y eso permitió a Chacón gustarse en el tramo final de la faena. Oreja para el de Prado del Rey. Tras recoger el trofeo, dejó un ramo de flores en recuerdo del malogrado Víctor Barrio.
Intenso con el capote estuvo Lamelas con el cierraplaza. Dispuesto estuvo en el último tercio el jienense con un toro que, pareciendo que quería tomar la muleta, lo hacía pegando arreones, y enganchando las telas. Prendió al torero el de Saltillo, que tampoco lucía muchas buenas ideas en la cabeza, sin llegar a calar en las carnes de un matador que no se vino abajo, demostrando una importante dimensión y capacidad. Una estocada entera, y un descabello que tardó en producirse por la negativa del toro a descubrirse, finalizan una tarde en la que se vivió tensión en cada uno de los toros lidiados.
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