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Se cumplen veinte años del comienzo de excavación en Riodeva del dinosaurio más grande de Europa Se cumplen veinte años del comienzo de excavación en Riodeva del dinosaurio más grande de Europa
Paleontólogos de la Fundación y colaboradores trazan la cuadrícula en Barrihondo-El Humero el 28 de junio de 2003

Se cumplen veinte años del comienzo de excavación en Riodeva del dinosaurio más grande de Europa

Este es uno de los hitos más importantes de toda la historia de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis
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En los veinticinco años que cumple ahora la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis se han vivido hitos muy importantes, uno de ellos hace dos décadas cuando comenzó la excavación del yacimiento de Riodeva, donde se encontraron los fósiles de Turiasaurus riodevensis, el Gigante Europeo. El pasado 28 de junio se cumplió el veinte aniversario de esa efeméride, cuyos protagonistas recuerdan con cariño por la ilusión con que lo vivieron y emocionados de aquel hallazgo de un dinosaurio que ha hecho historia mundial y que ha paseado el nombre de Teruel por todo el planeta.

Cuando uno echa la vista atrás siente vértigo. Han sido veinte años que han pasado como un suspiro. Algunos de los que estaban allí aquel día hoy tienen a sus hijos a las puertas de entrar en la Universidad y entonces ni siquiera habían sido concebidos. Otros lucían buenas cabelleras que hoy han desaparecido, pero más allá de los cambios que provoca el paso del tiempo, lo que todos recuerdan por igual es la ilusión con que madrugaron ese día para empezar, además, la que sería la primera excavación de un dinosaurio a cargo de la Fundación Dinópolis.

Este periódico vivió en primera persona aquella jornada con el redactor que suscribe este reportaje como un miembro más del equipo de excavación, en el que había paleontólogos por supuesto, pero también acudieron sus parejas y otras personas que querían aportar su granito de arena al inicio de algo que se convertiría en algo grande, muy grande. Todo apuntaba ya a ello aquel día cuando apareció una falange ungueal (la uña) descomunal de un dinosaurio saurópodo, cuadrúpedos grandes de cuello y cola largos.

Sábado de junio de 2003

La expedición se realizó un sábado por la mañana. Era el 28 de junio de 2003. La única condición que había es que no se podía difundir todavía a la prensa que se había iniciado esta excavación. Lo que sobraba allí eran curiosos, y ya habría tiempo de darlo a conocer. Así que este periodista acudió allí en su tiempo libre, sin decir nada en la redacción, pero armado con una cámara fotográfica para tomar registro para la historia de ese momento. Un momento, por otra parte, que nadie imaginó entonces que fuese el inicio de una historia tan bonita al haberse convertido en el amanecer de los dinosaurios gigantes de Teruel.

Era sábado, así que todos los que estaban allí se encontraban de fiesta, en su día de descanso, pero habían preferido dedicar su tiempo a empezar esta excavación sin saber a ciencia cierta lo que arrojaría después, a pesar de que todo apuntaba a que iba a ser algo gordo.

Para ser sábado hubo que madrugar, y mucho. Al llegar allí, al lugar conocido con el nombre de Barrihonda-El Humero, no había salido todavía el sol, afortunadamente, porque la escena que nos aguardaba iba a ser espectacular. Viajar en aquel primer pick-up de la Fundación, pintado al estilo Parque Jurásico, emocionaba más todavía porque te hacía sentir como un paleontólogo de aquellos pioneros que en la segunda mitad del siglo XIX sacaron a la luz en los Estados Unidos algunos de los dinosaurios más icónicos que nos han acompañado desde nuestra infancia; aunque ellos iban en mula y tragando polvo, y no motorizados como  nosotros.

Primera excavación

Era la primera excavación de un dinosaurio a cargo de la Fundación en la provincia, puesto que en 1998 y 1999 esta institución había excavado ya dinosaurios, pero en Estados Unidos. En cualquier caso, casi todos habían participado en campañas paleontológicas con la excepción del periodista, así que sabían de lo que iba aquello. Había que trazar la cuadrícula para tener controlado el terreno y poder anotar correctamente la disposición de los fósiles conforme fuesen apareciendo. Esto es fundamental para llevar una extracción metódica de los materiales, y más de la forma como estaban, bastante triturados por la explotación agrícola del terreno, aunque entonces era yermo.

Cuando estábamos en el bancal del yacimiento todavía virgen, el sol empezó a aparecer por el horizonte y se obró un milagro. Aquel suelo que en apariencia no era más que un campo de labor sin cultivar empezó a brillar como si cientos de luciérnagas hubiesen levantado el vuelo a la vez. Es de esos instantes que se te quedan grabados de por vida. Los primeros rayos del sol iluminaron la multitud de esquirlas que había dispersas por el suelo y aquello brilló como si las estrellas del cielo se hubiesen desplomado de repente.

Aquellas esquirlas eran fragmentos de los huesos fosilizados del animal y por eso brillaban tanto al darles el sol, destacándose del resto de piedras que las rodeaban. De haberse parado el movimiento del sol en ese instante, hubiese sido bien fácil retirar todas las esquirlas porque parecían bombillas.

A mí fue lo que más me impactó y lo que mejor recuerdo, aparte de las agujetas que arrastré durante una semana por lo que vendría después. Había que hacer una limpieza en superficie del yacimiento, retirando piedras y plantas. Quien nunca ha hecho esta tarea, jamás podrá valorar en su justa medida el trabajo que hacen los paleontólogos. Es muy cómodo ver los fósiles limpios en los museos o imaginarse que van con un pincelito a quitar la tierra como quien quita el polvo y ya sale el fósil sin ninguna dificultad.

Trabajo minucioso

Tras hacer la cuadrícula tendiendo cuerdas a ras del suelo hubo que retirar las piedras una a una, con cuidado para no llevarse entre ellas las cientos de esquirlas, tal vez miles, que había dispersas; y quitar la vegetación también con sumo cuidado para no arrastrar o romper fósiles al tirar de la raíz. Comenzó entonces el minucioso trabajo de intentar casar los fragmentos de los fósiles que a cada uno nos había tocado en nuestra cuadrícula, como si de un puzle se tratara; pero menudo rompecabezas era aquello después de que por allí durante años hubiese habido actividad agrícola, que acabó por triturar la primera capa de fósiles.

Si al amanecer la temperatura era agradable por el frescor que hacía, conforme pasaban las horas aquello empezó a convertirse en un infierno, a lo que hubo que sumar la acción de los tábanos. Y a pesar de todo fue una experiencia inolvidable porque aquella mañana fue la del amanecer de los dinosaurios gigantes de Teruel, no solo de Turiasaurus sino del resto de fauna Jurásica que afloró allí de un tamaño más grande de lo habitual.

Al recordar aquel día, algunos de quienes participaron lo rememoran con cariño, emocionados y orgullosos de haber estado allí, no solo los paleontólogos sino quienes sin tener idea de nada fuimos tan atrevidos de adentrarnos en el tan maravilloso como duro mundo de la paleontología. Al menos, en este yacimiento mereció la pena ese esfuerzo por lo que escondía el subsuelo, ya que cuando los científicos inician una excavación, al final todo es una lotería puesto que no saben ni lo que puede haber debajo ni mucho menos la trascendencia paleontológica que puede tener.

Eduardo Espílez, paleontólogo de la Fundación, acababa de entrar a trabajar en esta institución. Su pasión por los fósiles le venía desde niño y moverse por el monte para él era como hacerlo por casa.

Al rememorar aquel día, Eduardo manifiesta sentir “orgullo” de haber participado en esa jornada, además de “nostalgia” por los veinte años que han pasado “sin apenas enterarnos”. Añade que en esas dos décadas han sido muchos los proyectos acometidos desde la Fundación.

Gran proyecto

“Creo que en aquellos momentos, aunque ya sabíamos que nos estábamos enfrentando a un gran proyecto, nadie nos imaginábamos la magnitud que podía alcanzar la excavación”, explica, sobre todo por la “trascendencia” que tuvo a nivel científico.

“Yo le guardo mucho cariño especialmente porque hacía poco que había comenzado a trabajar en la Fundación y creo que fue un poco el pistoletazo de salida de todo”, comenta. Para ser la primera excavación, considera que se resolvió de una manera “magnífica” y con la “ilusión de ser más jóvenes porque todos pusimos de nuestra parte”.

“Creo que es uno de los hitos que hemos marcado dentro de nuestra casa en estos años, a los que han seguido muchos más tanto de huellas como de otros yacimientos de dinosaurios”, argumenta Eduardo, para quien los hallazgos paleontológicos que se han hecho en la provincia han supuesto un “cambio radical” de la misma. “Se sabía que la provincia era singular por su riqueza, pero el conocimiento paleontológico que se tenía era mucho menor y ha crecido exponencialmente”, afirma, para precisar que la cantidad de información que se tiene y de yacimientos que están todavía por excavar es “espectacular” y “gigantesco” por su dimensión. “Con lo que sabemos a día de hoy, varias generaciones de paleontólogos tienen trabajo para poder desarrollar sus investigaciones y con cosas que son inéditas”, reflexiona, porque no hay año en el que no aparezcan nuevos afloramientos y es imposible abarcarlo todo.

Alberto Cobos, hoy director gerente de la Fundación Dinópolis, fue otro de los pioneros que aquella mañana le hincó el diente por primera vez al yacimiento de Barrihonda-El Humero. Recordarlo asegura que le trae “buenos momentos” de “ilusión, pasión y entusiasmo”. Era un sábado, constata, y se llegó bien temprano. “Entonces en la Fundación éramos pocos pero se sumaron algunos familiares y amigos deseosos de ayudar, a los que siempre les estaré agradecido”, afirma. Aquello forjó muchas cosas.

Suerte

El director gerente de la Fundación asegura hoy que desde que vieron el yacimiento unas semanas antes, ya eran conscientes de que “si había un poco de suerte, los fósiles serían importantes, sobre todo por su tamaño”. No obstante, recuerda que hubo que esperar unos meses para verificar “su verdadero potencial y profundizar en la investigación que llevamos a cabo Rafa (Royo), Luis (Alcalá) y yo”, comenta Alberto en referencia al artículo científico de Science que publicaron los tres en 2006 con la descripción de Turiasaurus riodevensis.

“Teruel es una provincia con unos recursos geológicos y paleontológicos extraordinarios, pero para poder conocerlos en toda su intensidad es necesaria la inversión en proyectos de referencia como Dinópolis”, afirma Alberto, que considera que desde que en el año 2004 se dieran a conocer mediáticamente los resultados de la excavación, “la Fundación y Dinópolis se consolidaron como un proyecto mucho más allá de la mera difusión de la historia de la vida en la Tierra”. Sostiene que desde entonces se han hecho muchos más hallazgos convirtiendo la provincia en un “lugar de referencia internacional”, que ha permitido que la paleontología haya formado parte del ocio de unos tres millones y medio de personas a través de Dinópolis, y que “Teruel sea conocida sin duda como el territorio paleontológico con dinosaurios por excelencia de la Península Ibérica, y uno de los más importantes de Europa”.

Para Rafael Royo Torres, otro de los paleontólogos que estuvo aquel día en Barrihonda-El Humero y que sería coautor de la descripción de Turiasaurus, esa jornada le trae “muy buenos recuerdos”. “Fue un momento de comienzos y de saber que estabas ante un proyecto que podía dar algo muy relevante porque las dimensiones del yacimiento eran enormes”, recuerda.

Confirma que fue la primera excavación de dinosaurios que llevó a cabo la Fundación, con un equipo joven “con muchas ganas de empezar a hacer cosas por el proyecto Dinópolis”, y tal fue el entusiasmo con el que se inició, que quedaban a horas intempestivas como las 6 de la mañana para ir con la fresca. “Íbamos hasta los fines de semana y venía gente que no eran paleontólogos pero participaban del proyecto de la Fundación y venían a echarnos una mano”, afirma al recordar lo bonito que fue “compartir” aquello.

Una excavación importante

“Sabíamos que estábamos ante una excavación que podía dar algo muy importante”, comenta Rafael, quien admite que son “emociones muy positivas” lo que le recuerdan esos comienzos, y de “compañerismo” por la implicación de la gente, que acudía los fines de semana. Era un proyecto que eran conscientes que iba a dar “identidad” a Dinópolis, de lo que los turolenses van siendo conscientes de su importancia porque es un material de primer orden a nivel internacional.

Rosalía Gutiérrez estuvo también en aquella excavación, sin ser paleontóloga pero dominando ya mucho más la materia que algunos de los que se consideran expertos sin haber pisado apenas el campo. Las fotos de aquella primera mañana de excavación le traen recuerdos de una época en la que empleaban el tiempo libre para “ir al monte y disfrutar de la naturaleza buscando fósiles” con su esposo,  Alberto Cobos.

Han pasado veinte años en un suspiro desde aquel día, durante los que han ocurrido muchas cosas, pero lo que nadie podrá negar es que quienes participaron en aquella excavación estarán unidos de por vida por algo muy especial, haber compartido aquel amanecer de los dinosaurios gigantes de la provincia de Teruel.

 

 

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