El suicidio no siempre está unido a la depresión y tiene que abordarse de manera específica
Las causas son múltiples y la persona siempre se encuentra en una situación de gran sufrimientoJavier Ibáñez Vidal
La conducta suicida está envuelta en un gran tabú y muchas veces genera cierta incomprensión entre la población. Pero como abordamos hace unas semanas en este mismo espacio, hablar del suicidio de manera responsable, puede ayudar a prevenirlo. Por ello, hoy realizaremos una aproximación a la naturaleza de la conducta suicida que quizás será nueva para muchos de nuestros lectores.
La visión tradicional que se ha tenido de este fenómeno ha estado basada en un modelo biomédico, cuya explicación se ve reducida muchas veces a mecanismos neuronales o bioquímicos, y eso nos ha llevado a tener una comprensión reduccionista que dista de la realidad. Por ello, modelos basados en una mirada contextual, nos pueden ayudar a tener una visión más profunda de este fenómeno que tiene una raigambre profundamente existencial.
¿Por qué surge la ideación suicida? Básicamente, porque la persona se encuentra en una situación de mucho sufrimiento percibida como insuperable, intolerable e insoportable. Es una especie de drama o atrapamiento vital, en el que la vida se ha convertido en un lugar inhóspito. Sin embargo, tradicionalmente se ha contemplado la conducta suicida como si se tratase del síntoma de una enfermedad, como si el suicidio fuera de la depresión lo mismo que la fiebre de una infección. Eso nos ha llevado a abordar la depresión en vez de la conducta suicida, olvidando que es un fenómeno con una naturaleza propia y, por lo tanto, que precisa de un abordaje específico. De hecho, la conducta suicida puede aparecer sin que haya una depresión. Y a pesar de esa naturaleza propia, tampoco podemos caer en el error de conceptualizar la conducta suicida como un trastorno mental, sino que más bien se trata de una “estrategia de afrontamiento” desadaptativa, ante una situación de mucho malestar. Es necesario abordar la conducta suicida desde una perspectiva fenomenológica, ya que nadie se intenta suicidar sin una razón. Por ello es importante conocer al servicio de qué están los pensamientos de suicidio de la persona.
Esta nueva visión nos ayuda a salir del enfoque biomédico y diagnósticocéntrico que ve a la persona con ideación suicida como un ser enfermo, para pasar a una visión en la que realmente se trata de una persona cuyas circunstancias vitales, y su manera de relacionarse con ellas, le ha llevado a una situación que percibe como insostenible. No es la persona suicida, sino una persona con pensamientos de suicidio. Esta visión puede ayudar a empoderar al individuo, ya que en vez de tratarse de un ser pasivo víctima de una patología, es un individuo con capacidad activa para tratar de abordar las fuentes de su sufrimiento o para aprender a relacionarse con él de una manera diferente. Esto le puede ayudar a sentir de nuevo la sensación de tener algo de control de su propia vida, en un momento en el que se suele sentir que se ha perdido todo el control sobre la misma.
Por ello, tal y como se recoge en el Manual de psicología de la conducta suicida publicado por Susana Al-Halabí y Eduardo Fonseca-Pedrero en 2023, la conducta suicida es un fenómeno con una naturaleza abierta-contextual-existencial, y no cerrada-natural. Es decir, “tiene más que ver con cómo nos relacionamos y construimos nuestra experiencia-existencia-identidad que con ser víctimas de una esencia biológica (típicamente una enfermedad o un gen defectuoso) que actúa en nosotros y a través de nosotros y nos arrastra indefectiblemente hacia el suicidio”.
Por ello decimos que la conducta suicida no tiene tanto que ver con el cerebro o con un trastorno, sino con la persona y con cómo ella se relaciona con los problemas de la vida.
Del mismo modo, el suicidio también es un fenómeno con una naturaleza fluctuante-dinámica-interactiva, más que una realidad fija-estática. De hecho, las personas con ideación suicida se encuentran en una situación de ambivalencia entre la vida y la muerte. Por un lado, piensan en morir si sus problemas no se solucionan y la vida sigue de la misma manera, pero también desean vivir si se produjeran algunos cambios.
Por ello, la conducta suicida es un fenómeno con fluctuaciones a lo largo del tiempo, incluso en el mismo día, en función de los acontecimientos que ocurran, en el que los deseos de vivir o morir pueden ser muy dinámicos. De hecho, eventos aleatorios pueden decantar la balanza hacia un lado u otro. Pero nadie querría morir si la vida fuese valiosa o hubiese esperanza, y por lo general, las personas que piensan en el suicidio en realidad no quieren morir, sino dejar de sufrir.
Por último, no debemos de olvidar que la conducta suicida es un fenómeno multicausal, ya que puede estar influida por numerosas variables. Es cierto que suele haber eventos que pueden precipitar la aparición de la conducta suicida, pero eso no los convierte en su única causa, ya que pueden ser las gotas que hacen derramar el vaso. Caer en una visión reduccionista de la conducta suicida implica una falta de comprensión del fenómeno y cuando hay un suicidio, si el relato de dicho acontecimiento enfatiza el papel de una única causa, puede ser imprudente ya que puede favorecer el efecto contagio. Por ello, el suicidio no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos y de todas.
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Bibliografía
Al-Halabí, S. y Fonseca-Pedrero, E. (Eds.) (2023). Manual de psicología de la conducta suicida. Pirámide.
García-Haro, J., García-Pascual, H. y González González, M. (2018). Un enfoque contextual-fenomenológico sobre el suicidio. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 38(134), 381-400.
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