"Los libros han de tratarse no solo con esmero, sino con cariño, porque nos proporcionan placer y enseñanza. Hay que hacer que los libros duren para que otros obtengan con su lectura la misma alegría y el mismo deleite que nosotros hemos tenido. La encuadernación conserva el libro y muchas veces es, además, bonita. Por eso, debes procurar que no se estropee. Se envían pliegos de papel fuerte para que, el que lo sepa hacer, enseñe a forrar con esmero los libros. El forro es como la blusa de trabajo, que conserva y guarda limpio el traje. Cuando acabes tu trabajo, lávate las manos, coge el libro que has pedido a la Biblioteca. Busca un sitio tranquilo y lee. Recordarás siempre con placer estos ratos. Guárdalo cuidadosamente hasta que puedas volver a seguir leyendo. Procura, al devolver el libro, ya leído, esté tan limpio como cuando te lo entregaron. ¡Buena idea se tendrá de un pueblo donde los libros se leen mucho y se conservan limpios y cuidados!”.
Estas entrañables palabras sobre los consejos y cuidados que había que aplicar al uso y conservación de los libros, corresponden a Juan Vicens de la Llave, inspector de Bibliotecas Municipales y de las de Misiones Pedagógicas durante el quinquenio republicano (1931-36). Este breve texto es una muestra del cariño con el que había que tratar los libros en una época en que su escasez era manifiesta y un libro poseía el valor de ser un objeto precioso y apreciado por los lectores por cuyas manos debía pasar unas cuantas veces.
Juan Vicens había nacido en Zaragoza en 1895 pero su padre, según Cándido Marquesán, habría sido ingeniero de las minas de Sierra Menera en Ojos Negros lo que le habría reportado una herencia cuantiosa. Estudió y se licenció en Filosofía y Letras en la capital aragonesa y realizó viajes al Reino Unido y a Madrid donde mantuvo contactos con los "ilustres" de la Residencia de Estudiantes: Buñuel, Dalí, García Lorca, Pepín Bello...
Vicens fue un auténtico bibliotecario entregado a la difusión de los libros (“Un hombre deslumbrado por la función de las bibliotecas populares en la instrucción de las masas”, en palabras de Ramón Salaberría,) y cual un Luis Bello que visitó un motón de escuelas en sus diferentes viajes por España, llevó a cabo su labor inspectora entre 1933 y 1936 recorriendo, siempre en tren o en autobús, amplias comarcas de Andalucía, las dos Castillas, de Aragón…llegando a lugares casi inaccesibles, a veces andando, por caminos impracticables o distantes de los medios de comunicación.
La vida y el trabajo desarrollado por Vicens en pro de las bibliotecas españolas y extranjeras precisaría de un estudio monográfico más amplio que unas simples líneas como estas, pues su trayectoria vital fue larga: tras la Guerra Civil tuvo que exiliarse a México donde trabajó también en favor la implantación de bibliotecas y donde publicaría dos libros: Cómo se organiza una biblioteca y Manual del catálogo diccionario. Estas actividades en pro de la difusión de las bibliotecas también las hizo extensivas a otros países como China y Rusia a los que viajó desde México.
De las visitas de inspección que realizó por España, escribió un montón de informes de forma individualizada sobre el estado y la situación en que se encontraba cada biblioteca municipal que complementó con fotografías que realizó él mismo a las que más tarde unía los planos de los locales que desde los distintos ayuntamientos le remitían. Todo esta documentación se conserva en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares y tenemos la suerte de que fue reproducida por la revista Biblioteca y Educación de fácil acceso en el año 2009. El contenido del dossier es valioso por cuanto aparecen imágenes inéditas de las bibliotecas o porque cuenta el nacimiento, estado y consolidación de decenas de ellas en pueblos (de ellos, una quincena de la provincia de Teruel) que luego, tras la guerra, tardarían décadas a reiniciarlas.
En dicho dossier se habla primeramente de un primer grupo de tres bibliotecas del Bajo Aragón: las de Híjar, Foz-Calanda y Andorra a cuyas localidades debió de llegar desde Zaragoza donde había realizado varias visitas inspectoras. Sus informes son sinceros, quizás excesivamente y ahora diríamos que eran políticamente poco correctos. Como decía Pepín Bello: "Juan Vicens es una persona incapaz de mentir, era el hombre más veraz que he visto en mi vida". Y para muestra un botón como el informe sobre la biblioteca municipal de Híjar: "Encontré esta biblioteca abandonada por parte de la Junta la cual no se había reunido desde la inauguración..." o el caso de Andorra: "En esta inspección perdí bastante tiempo porque el primer día no hubo modo de reunir la Junta y tuve que irme a ver otras dos bibliotecas y regresar para otro día a Híjar".
En una segunda visita a Aragón, llegó desde Castellón y su primera actuación la dedicó a la biblioteca de Olba para seguir con otras inspecciones por el Bajo Aragón (Alcañiz, Torrevelilla, Mas de las Matas, Aguaviva...) y el Matarraña (Arens de Lledó, Cretas, Calaceite...). de todas ellas Vivens levantó su respectivo informe.
De las más de cien localidades que visitó en sus inspecciones, a la Comarca del Jiloca llegó entre febrero y junio de 1934, no sabemos con exactitud la fecha, de tal manera que en su tarea controladora entraron las bibliotecas de los municipios de Calamocha, Odón, Villarquemado y Santa Eulalia del Campo en cuyos orígenes y organización tuvo que ver mucho el ministro cellano Vicente Iranzo.
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