Primeramente hay que apuntar que Rafael Barradas fue un pintor vanguardista de padres españoles aunque nacido en Montevideo (Uruguay) en 1890 que se sintió atraído por la cultura europea lo que le llevó a viajar por Europa (París, Florencia, Milán...) hasta que se instaló en Barcelona en un primer momento.
Después de vivir en la capital catalana, residió unos meses de su corta vida en la Comarca del Jiloca donde se casó con una vecina de Lechago pero, sobre todo, vivió y realizó parte de su obra artística en los pueblos Luco del Jiloca y Olalla.
Este no es un tema novedoso, ni inédito por supuesto, pues ya escribieron en su día, entre otros, Concha Lomba y Jaime Brihuega, comisarios de una exposición monográfica dedicada a Barradas e instalada en el Espacio Pignatelli en 1992, además de un artículo publicado en la revista Xiloca (Centro de Estudios del Jiloca) por José Mª Carreras, historiador de arte.
Al parecer, Barradas, inició un viaje andando hasta Madrid desde la capital catalana porque en esos momentos no disponía de medios económicos para ello. Pero no llegó. Cuenta Lomba que el pintor "atravesó las serranías turolenses y exhausto fue recogido por una pastora que habría de convertirse en su esposa".
No está claro La de "pastora" que fuera la profesión de Pilar Laínez, este era el nombre de la mujer, pero lo cierto es que ambos, unos meses después, tras la recuperación de la enfermedad de Barradas en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, se casaron en Zaragoza, ciudad donde se instaló temporalmente la pareja.
Aquí Barradas empieza a frecuentar los ambientes artísticos y a publicar una serie de ilustraciones con las que se convierte en el "alma mater" de la revista "Paraninfo. Además, realiza varias exposiciones que son acogidas por la crítica con fervor así como su dominio para la caricatura.
Pero la capital aragonesa se le quedaba pequeña a Barradas, así que la pareja, aprovechando un momento de bonanza económica, en 1916, según Lomba, "decide emigrar hacia otro núcleo urbano en el que las vanguardias tuvieran mayores posibilidades de supervivencia". Y claro, esa ciudad era Barcelona.
Ahora bien, tampoco será este el destino definitivo pese a que Barradas consigue exponer en varias ocasiones y colaborar en varias publicaciones. Las dificultades económicas por las que atraviesa la pareja le movió a realizar un nuevo desplazamiento, en este caso será Madrid donde el autor alcanzará la madurez artística.
En la capital de España se integrará en el primer movimiento vanguardista español conocido como ultraísmo y se convertirá en la piedra angular de la vida artística española. Su pintura se verá influida por el cubismo y el futurismo italianos que él había conocido en sus viajes por Europa. Es asiduo del Café Pombo, traba amistad con lo más granado de la intelectualidad española: Dalí, Buñuel, Lorca..., convirtiéndose en uno de los vanguardistas más interesantes del momento.
Ahora bien, en 1923 Pilar y Rafael regresan al pueblo Luco del Jiloca "por motivos de carácter personal y por su fragilidad física" que iba arrastrando desde hacía años y que en estos momentos se trataba de la enfermedad de tuberculosis. Los familiares que todavía conservaba ella en dicha localidad le van a servir de modelos para sus pinturas.
Los cuadros de Barradas, siguiendo las tendencias generales que se dan en otros pintores del momento, dan un vuelco en cuanto a su estilo pictórico retomando su sencillez abandonada y como señala Carreras, "se va alejando de las vanguardias, de la experimentación artística, de lo innovador. Su obra se vuelve realista sin llegar a ser académica aunque el poso innovador estará siempre presente". Este giro se proyectará en los numerosos retratos de los vecinos de Luco de Jiloca que realizó como los de sus tres primos Bolín, Juana y Ramón, el de Francisco Martín...
Pero Barradas se desplaza a la vez al pueblo Olalla, también en la comarca del Jiloca, junto al escritor aragonés Benjamín Jarnés para visitar al hermano de este que era el párroco de la localidad y donde realizará algunos retratos como el del posadero de Olalla o el de mosén Pedro Jarnés junto a otros de vecinos de dicho lugar.
El espíritu inquieto del pintor hace que nuevamente se marche a Madrid en 1924. Aquí participará al año siguiente en la exposición colectiva de la Sociedad de Artistas Ibéricos que tuvo lugar en el palacio del Retiro donde Barradas presentó una muestra de obras realizadas entre 1922 y 1925.
Ahora bien, la debilidad física y sentimental se había instalado en el interior de Barradas de tal manera que en el mes de enero de 1928 regresó a ciudad natal, Montevideo, recibiendo un homenaje en el teatro Solís. Un mes más tarde de su llegada a Uruguay, falleció. También en España se le rindió otro reconocimiento póstumo por parte de artistas y amigos.
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