Primeramente, para los poco duchos en el devenir histórico de España y de la provincia de Teruel a lo largo de ese complejo y difícil siglo XIX, explicaremos brevemente quién fue Emilio Castelar y Ripoll (Cádiz, 1832-San Pedro del Pinatar 1899) y cuál fue su papel en este periodo decimonónico tan convulso.
Castelar fue uno de los cuatro presidentes que tuvo la I República española (1873-1874) junto a los otros tres: Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall y Nicolás Salmerón. Aparte de este título ya de por sí meritorio, Castelar ocupó otros puestos de primer orden a nivel nacional ya que fue diputado en Cortes en varias ocasiones, ministro de Estado, Presidente del Congreso de Diputados… y otros cargos que obviamos.
Tras la revolución septembrina de 1868, en el mes de abril del año siguiente, en un pleno del día 15, el Ayuntamiento de Teruel, por unanimidad, declaró “Hijo predilecto adoptivo” de la ciudad a Emilio Castelar que como señala José Ramón Villanueva (El Republicanismo turolense del siglo XIX. Mira Editores. Zaragoza, 1993) en esos momentos “era el referente político y objeto de admiración en las filas del republicanismo federal turolense” comandado por Víctor Pruneda, pese a sus diferencias manifiestas.
Una semana más tarde, también desde el Ayuntamiento, se decidió el cambio de los nombres de unas cuantas calles y lugares de la ciudad. Así, el puente de Isabel II (el puente de la Reina) pasó a ser llamado puente de Blas Pierrad, primer general que se autocalificó como republicano-federal; la plaza de la Marquesa cambió el nombre por plaza de la Libertad; la plaza del Palacio [episcopal], pasó a ser la Plaza del 29 de septiembre y finalmente, la plaza de San Juan, pasó a llamarse, plaza Emilio Castelar.
Estamos en 1869 cuando el “gran tribuno” Castelar, tal como era conocido, recibe el honor de que se le dedique una plaza en Teruel, pues bien, hasta después de la Guerra Civil (1939), la plaza ostentará la denominación de este eminente político republicano, esto es, durante 70 años se mantendrá el nombre de Emilio Castelar. Tras la guerra, el régimen franquista cambió el nombre de varias calles con lo que la plaza pasará a tener un nuevo nombre: General Varela, considerado por las autoridades franquistas como el autor de la “liberación” de Teruel en la Guerra Civil.
Pero no solo fue este reconocimiento, sino que el Consistorio turolense en la misma sesión acordó “que se coloque el retrato de D. Emilio Castelar en la Sala Capitular del ayuntamiento, distinción honrosa que los pueblos saben conceder a los que como el Sr. Castelar dedican su vida a la defensa de los derechos de los pueblos…”
Simplificando la cuestión, Castelar defendía una tendencia conservadora dentro del republicanismo español y turolense a mediados del siglo XIX denominado posibilismo que consideraba como “accidental” la monarquía, frente a la línea política de Víctor Pruneda considerada como federal, más a la izquierda, más revolucionaria.
Otra localidad de la provincia de Teruel que puso el nombre de Castelar a una de las calles fue Aliaga. Para ello, en el mes de octubre de 1932, con la “asistencia de casi todo el vecindario”, el Ayuntamiento realizó un acto festivo para conmemorar el primer centenario de su nacimiento y colocó una placa en una de las plazas con el siguiente texto: “En este pueblo vivió Emilio Castelar los años 1850, 1851 y 1852”.
Hay que matizar que Castelar, al que algunos también relacionan sus orígenes y apellido con el pueblo turolense de El Castellar, no pasó en Aliaga los tres años enteros, sino que siendo joven, con 18 años, y estando realizando los estudios de Derecho en Madrid, se desplazaba los veranos a casa de unos parientes, la familia Del Val, que residían en dicha localidad. Hay que reseñar que Castelar perdió a su padre cuando tenía solamente 7 años y fue su madre Mª Antonia Ripoll, emparentada con los Del Val, la encargada de educar y sacar adelante a su hijo.
Como hecho anecdótico, diremos que allí, en Aliaga, durante el estío, Castelar solía estudiar a la sombra de un peral existente en el huerto de la enorme casona de la familia Feced, una de las más ricas de la comarca, pues sus integrantes, aparte de ser terratenientes, disponían y explotaban minas de carbón en la localidad.
Gran parte de los republicanos turolenses se adhirió a la tendencia posibilista que encabezaba el gran orador Castelar gozando de gran aceptación entre los turolenses. Esta línea política tuvo gran éxito en la capital llegando a ocupar la Alcaldía y la Diputación en varias ocasiones.
El gran valedor del posibilismo en Teruel fue el abogado Mariano Muñoz Nougués que también compartía con Castelar el caro arte de la oratoria. Pues bien, según Villanueva, arrastró al posibilismo a antiguos federalistas seguidores de Pruneda como Valero Rivera, Benito Bonet, el impresor Dionisio Zarzoso… e incluso al médico Miguel Ibáñez.
Y así como el Franquismo, vencedor de la Guerra Civil, eliminó del callejero a republicanos como Pruneda o Castelar, los nombres de otros correligionarios como el de Miguel Ibáñez o Muñoz Nougés e incluso Joaquín Arnau, permanecen todavía en el viario turolense aunque no sabemos el porqué: por ignorancia, por el prestigio popular de los titulares…
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