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Pobres y beneficencia en Teruel (I) Pobres y beneficencia en Teruel (I)
Casa de la Beneficencia

Pobres y beneficencia en Teruel (I)

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Serafín Aldecoa

Este breve artículo no es más que una mínima introducción a un tema de mayor envergadura y enjundia que merecería ser investigado a fondo con estudios más amplios y de mayor entidad porque la pobreza y su remedio institucionalizado o a través de la sociedad civil, constituyeron un capítulo importante de la Historia Social de Teruel.

Y es que el problema radicaba en que había muchos pobres en las últimas décadas del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Muchos de estos pobres eran reconocidos con el sobrenombre “de solemnidad”, expresión actualmente denigratoria y que parece reforzar su grado de miseria, pero hay que subrayar todos ellos formaban parte de la escala social pues solían figurar en listas oficiales de los ayuntamientos perfectamente censados y relacionados. Además, tenían que acreditar esta pobreza de solemnidad para participar en ciertas actividades para que les resultaran gratuitas y para lo cual suponemos que deberían presentar o disponer cierta documentación como podía ser el caso de las cédulas. Por ejemplo, en los Baños de Segura se admitían bañistas gratis si estos acreditaban su condición de pobres de solemnidad.

Parece ser que el origen de esta denominación provenía de la legislación del Derecho civil de mediados del siglo XIX, en la que se reconoció la figura del pobre de solemnidad con lo cual estas personas eran reconocidas como "oficialmente pobres" y, por tanto, tenían derecho a percibir determinadas ayudas y socorros acordes con su "clasificación" de pobreza.

Barreras taurinas en un patio de la Beneficencia ya en los años 70

Otra categoría eran los pobres vergonzantes, los venidos a menos, aquellos que se ocultaban a la vista. Se trataba de personas que en su momento tuvieron negocios y riqueza a raudales, pero por diversas circunstancias de la vida, se habían arruinado y habían quedado en la miseria. Por tanto, solían no ser "visibles" pues la pobreza para ellos era un motivo de vergüenza.

También había gentes pobres que, como ocurre ahora, mendigaban por las calles cuando estaba permitido por la autoridad gubernativa y también lo eran aquellos que sus familias, generalmente numerosas, no disponían de los suficientes recursos como para poder darles la manutención y los ponían en manos de la Casa de la Beneficencia con lo que se quitaban "una boca que alimentar". Todos los citados hasta ahora recibían algún tipo de limosna para satisfacer el sustento diario que podían ser en metálico o en especie, especialmente coincidiendo en determinadas fechas festivas.

He aquí un ejemplo en el que el Gobernador, acompañado de algunos miembros de la Diputación, en 1880, "recorrieron las casas y las cuevas de los conocidos como pobres de solemnidad repartiendo los bonos expedidos por la Diputación con motivo del nacimiento de la heredera del trono de España". Estas y otras efemérides eran propicias para que los mandamases (Iglesia, Diputación, Ayuntamiento...) exhibiesen sus actos caritativos de cara a la opinión pública que tenía asimiladas e interiorizadas estas acciones.    

Y es que correspondía, sobre todo, a los municipios y a la “provincia” (diputación) la obligación de socorrer a estas personas. Así, los ayuntamientos instituyeron, por ejemplo, el llamado “Homenaje a la Vejez” que en 1928 consistió en la entrega de 50 donativos de 25 pesetas a 50 “ancianitos y viejecicos previamente designados” de la ciudad y que en esos momentos debían de presentar una situación de difícil supervivencia.

La cuestión de los ancianos era compleja porque, por lo general, no recibían pensiones del Estado y tenían que ir a residir con los hijos si tenían, claro. La palabra "anciano" era asimilada a pobreza, a no tener ni para comer, de ahí que aparecieran en las ciudades instituciones como los "asilos" para albergar a estas personas mayores.

Reportaje sobre las Cuevas del 7

Para las autoridades esta situación de pobreza -en épocas de crisis muy acusada- nunca se trataba de un problema de justicia social, de reparto con cierta equidad de los bienes del Estado, sino que se actuaba mediante la  caridad entendida como la virtud cristiana que hacía que los que la practicaban conseguían un  lavado de conciencia, adquirían cierta relevancia de cara al resto de vecinos o que, guiados por el egoísmo, conseguían una pequeña “parcelita” en el cielo, sin llegar a detenerse ni a  interesarse, ni a reflexionar,  por las causas que conducían a estas personas a la penuria. Y es que en estos siglos se veía como algo “natural” dentro de la sociedad el que tenía que haber ricos y pobres.

Como instituciones oficiales que funcionaron para acoger a los pobres, ancianos y huérfanos estaban estas tres: el Hospital de la Asunción, la Casa de la Beneficencia y el Asilo de San José. El primero situado en la Plaza Emilio Castelar (actual Plaza de San Juan) que pese al nombre vinculado a la sanidad, su finalidad era plenamente asistencial sobre todo para ancianos que se encontraban desahuciados y prácticamente abandonados

La segunda institución era la Casa del Socorro y de la Misericordia, este era el nombre completo (posteriormente sería Hogar “Comandante Aguado” o Casa de la Beneficencia), fundada a principios del siglo XIX, y que fue durante décadas la institución benéfica de ámbito provincial  por excelencia. A ella hay que sumar la llamada Hijuela, una sección de esta ubicada en Alcañiz,  ambas financiadas por la Diputación Provincial.

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