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La pintura, el fotógrafo, las bombas y un obispo en Almería
La ‘Santa Cruz’ rescatada de Bisquert todavía puede disfrutarse en TeruelEl Museo de Arte Sacro restituye a Antonio Bisquert con una gran muestra
La ‘Santa Emerenciana’ barroca de Bisquert regresa a casa
Lo que las radiografías y la química nos cuentan de la obra de Antonio Bisquert
La Santa Cruz de Antonio Bisquert (1596-1646) permanecerá en la Sala Capitular de la Catedral de Teruel durante casi todo este mes, hasta el día 27. En ese momento la pieza, una de las obras centrales de la exposición Pictoris Restitutio sobre el artista barroco cuya carrera se desarrolló fundamentalmente a Teruel, deberá regresar a la iglesia de la Encarnación de Cuevas de Almanzora (Almería), que ha cedido temporalmente la pintura para su exhibición.
Se trata de una pintura relativamente humilde en comparación con otras del mismo autor, un óleo sobre tabla de 117 por 54 centímetros que representa la escena de la Lamentación ante el cuerpo de Cristo muerto. Sin embargo hay dos elementos que la hacen completamente especial. Por un lado ha sido decisiva para afianzar algunos de los elementos de estudio que han realizado Pedro Luis Hernando y Belén Díez, del Museo de Arte Sacro de Teruel (MAST) sobre Antonio Bisquert, y que concluyen que se trataba de un pintor mucho más relevante y brillante de lo que se creía hasta ahora.
Y por otro, gracias a la investigación de Hernando, publicada en el Archivo Español del Arte 97, correspondiente al tercer trimestre de 2024, existe la certeza de que esa pintura estuvo originalmente en Teruel, en la extinta iglesia de Santiago, probablemente desde que fue pintada en 1636. Después desapareció sin dejar rastro durante la Guerra Civil, al punto que se consideró definitivamente perdida. Pero en 2023 reapareció a casi 500 kilómetros de distancia, en la localidad almeriense de Cuevas de Almanzora. Y fue gracias a un inopinado golpe de suerte y al buen ojo clínico de Antonio Gómez Cantero.
Un hallazgo fortuito
El cántabro Gómez Cantero fue obispo de Teruel-Albarracín entre 2016 y 2021, año en el que se hizo cargo de la diócesis de Almería. Gran aficionado al arte y a la pintura, durante su época turolense fue el responsable de la remodelación del MAST junto a su director, Pedro Luis Hernando, y allí entró en contacto con la obra de numerosos artistas turolenses o cuyas obras se encuentran aquí, entre ellos Bisquert.
En 2023 Gómez Cantero, ya en la diócesis de Almería donde sigue actualmente, visitó la iglesia de Cuevas de Almazora en un acto pastoral, durante la Confirmación de un grupo de fieles. “Entré en la sacristía y el cuadro estaba al fondo”, explica. “Ni siquiera estaba colgado, estaba apoyado sobre unas cajoneras por el problema de humedades que presenta esa iglesia”.
“Al verlo le dije al párroco que parecía un Bisquert. La verdad es que me lo pareció, pero admito que lo dije un poco por decir. Pero al acercarnos y examinar el cuadro de cerca vimos que en la esquina inferior izquierda, efectivamente, estaba firmado”. Esa parte se ha oscurecido con el tiempo, pero sigue distinguiéndose la firma ANTON.BISQVERT. “Fue un momento emocionante, sin duda”, relata el obispo.
El hallazgo tiene todavía más relevancia teniendo en cuenta que Antonio Bisquert es un pintor poco investigado y conocido. Tan poco que, aunque se sabe que vivió y trabajó en Teruel fundamentalmente, se desconoce incluso el lugar exacto de su nacimiento. Desde el MAST se sostiene que el hecho de que trabajara en Teruel lo condenó al ostracismo, pese a que las investigaciones han demostrado que fue un maestro a la altura de los grandes pintores del barroco levantino. El crítico Ricardo Centellas afirmó hace un año que este autor es la manifestación de “la recreación de la luz de la escuela sevillana de Zurbarán en la Extremadura aragonesa, donde no solía darse, y que gracias a Bisquert sí que existió”.
Sin embargo Bisquert no era desconocido para Antonio Gómez Cantero: “En realidad yo estaba un poco obsesionado con Bisquert, por el gran número de obras suyas que estudié cuando, durante la pandemia, hicimos el proyecto de remodelación del MAST. De hecho siempre quise dedicar una sala, la Capitular, únicamente a Bisquert”.
El obispo de Almería se puso en contacto con Pedro Luis Hernando para explicarle el sorprendente hallazgo de un cuadro de ese autor en Almería. Estaba claro que ese lienzo era de Bisquert, pues aparecía claramente firmado. Pero dado que en el siglo XVII era relativamente habitual pintar varios cuadros similares o con los mismos motivos, quedaba por confirmar si se trataba de la misma Santa Cruz desaparecida de Teruel en 1937.
Por fortuna existe un documento que permitió identificar la tabla sin resquicio a dudas: una fotografía que tomó Adolfo Mas Ginestá (1860-1936) en 1932. Este leridano fue un fotógrafo modernista que recorrió toda España realizando un ingente archivo fotográfico de arte, arquitectura y paisaje, que en la actualidad lo forman 350.000 originales custodiados en el Instituto Amatller de Arte Hispánico de Barcelona. Mas visitó Teruel en 1919 y en 1932 para documentar la provincia fotográficamente. Entre las obras de arte que decidió retratar estaba la techumbre de la Catedral o el retablo de Antonio Bisquert de la iglesia de Santiago.
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En esa fotografía tomada en 1932 no se aprecian, obviamente, los daños que sufrió la pintura cinco años después durante los bombardeos de finales de 1937, y que hoy son visibles en una pintura que, según la investigación de Pedro Luis Hernando, probablemente nunca ha sido restaurada.
Sin embargo, y aquí está la clave, en las fotografías de 1932 y de 2023 sí se aprecian tres imperfecciones anteriores a la visita de Mas Ginestá a Teruel, que han permitido a Pedro Luis Hernando concluir con total certeza que se trata de la misma tabla, y no de dos cuadros idénticos.
El primero es una craqueladura circular que se aprecia en la parte central izquierda del lienzo, sobre la muralla pintada, y que corresponde a un nudo de la madera con la que está fabricada la tabla. El segundo es una grieta en el soporte que cruza la cara de San Juan Bautista, el segundo personaje por la izquierda, bajo unos pequeños agujeros producidos probablemente por insectos xilófagos. Y el tercero es una serie de pequeños desperfectos similares a los anteriores en la base de la tabla, sobre los detalles de los clavos y la corona de espinos.
A simple vista se comprueba que los tres elementos aparecen en ambas fotografías separadas por 91 años. Gracias a ellos “podemos afirmar que la tabla ubicada en la sacristía de la iglesia de Cuevas de Almanzora es la que se encontraba en la iglesia de Santiago de Teruel antes de la Guerra Civil”, como publica Hernando en el artículo científico que explica su investigación.
¿Cómo llegó hasta allí la obra?
El cómo y cuándo recorrió la Santa Cruz quinientos kilómetros -suponiendo que no diera un rodeo- entre Teruel y Almería es algo que se desconoce. Antonio Gómez Cantero, el obispo que encontró la obra, apunta una hipótesis: “Cuando se destruyeron iglesias durante la Guerra Civil se recopilaron muchas de las obras de arte que había en su interior y que se salvaron. Y tras la reconstrucción de la iglesia de Cuevas, que también fue destruida, llegaron muchas de esas obras que no fueron reclamadas”.
Es una posibilidad, aunque no se puede documentar. Como afirma Pedro Luis Hernando en su investigación, todas las piezas que se protegieron de los bombardeos o que se recuperaron después fueron inventariadas, catalogadas y se les aplicó -en su parte posterior- una etiqueta de papel con su procedencia original. La Santa Cruz no posee esa etiqueta que sí es visible en otras pinturas turolenses que pasaron por esa circunstancia, y además no aparece en ninguno de los inventarios o catálogos que se hicieron en la época. Ni los del Servicio de Protección de Patrimonio de la República, en el que aparecen varias obras de Teruel que se trasladaron a Valencia para no sufrir daños; ni en el catálogo de la exposición Arte Recuperado celebrada en Zaragoza en 1940, ya bajo el régimen franquista, donde aparecían obras bien identificadas, algunas de las cuales no habían sido reclamadas.
Como explica Pedro Luis Hernando, el diario El Pueblo del 12 de febrero de 1938 publicó un listado de obras de arte evacuadas de Teruel a Valencia, en el que no aparecía la Santa Cruz. El periodista daba por destruida la obra cuando escribió: “Se ha salvado cuanto era factible a las fuerzas de los hombres. Más se hubiera hecho, pero los facciosos hicieron desaparecer el famoso cuadro de Bisquert que se hallaba en el trascoro del templo [de Santiago], así como su monumental custodia”.
El periodista habla de “el famoso cuadro de Bisquert”, lo que junto con el hecho de que el retablo fuera fotografiado por Adolfo Mas, cinco años antes, dan a entender que en los años 30 esa pintura se consideraba importante en Teruel, y por eso es extraño que no se protegiera y catalogara. Pero la ausencia de referencias en estos ni en ningún otro catálogo investigado es un hecho. Y si bien no puede constituir una prueba definitiva, hace que Hernando se incline a pensar que el cuadro “no fue salvaguardado por cauces oficiales”.
La otra opción son los extraoficiales. El caos de los bombardeos y los derrumbes dejó expuestas a la intemperie y en peligro de desaparecer cuadros y esculturas en las ruinas de templos y edificios. Y existe por tanto la posibilidad de que alguien, militar o civil, sencillamente viera la tabla asomando por entre los escombros y, en un acto piadoso o con motivaciones más espúreas, decidiera cogerla y ponerla a salvo.
Iglesia desaparecida
La iglesia de Santiago donde hasta ese instante había permanecido la tabla era una de las más antiguas de Teruel, y quedó en tal estado tras la guerra que nunca fue reconstruida, quedándose el solar en lo que hoy es la plaza de las Monjas. Ya existía en 1367 cuando a su lado se fundó el convento de Santa Catalina. Era de pequeño tamaño pero rica en cuanto al arte que albergó, ya que está documentado que además del retablo de Bisquert acogió un tríptico atribuido a Durero.
La primera referencia escrita sobre la pintura redescubierta es de 1792, que data el óleo en el año 1636. Según explica en su artículo Pedro Luis Hernando, en ese año de finales del siglo XVIII el Libro de Acuerdos y Colación de Galve registró: “Ya en la iglesia antigua estuvo consagrado altar con esta invocación el cual se hizo a expensas de Luisa Rubio de Veintimilla, gran bienhechora de esta iglesia, de pintura sobre tablas, que pintó diestramente el célebre Antonio Bisquert en el año 1636, según aparece de la inscripción que tenía el antiguo retablo”.
Veintimilla era una familia adinerada, lo que explica que encargara la obra a Bisquert, uno de los pintores más relevantes del siglo XVII turolense, probablemente nacido en Valencia y formado en esa ciudad, y afincado en Teruel desde 1620. Desde su taller creó una serie de obras de importancia, muchas de las cuales pueden verse en la exposición de la Sala Capitular de la Catedral de Teruel hasta el 27 de marzo. Y también pintó obras relevantes para la iglesia de San Gil de Zaragoza o la iglesia de San Lorenzo de Huesca.
Sin embargo la historiografía oficial lo relegó al olvido y lo consideró un pintor menor. Algo que la investigación y análisis radiográficos de sus obras llevados a cabo por Belén Díez han desmentido definitivamente.
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