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Antonio Bisquert,  la restitución de un pintor al lugar que merece por méritos Antonio Bisquert,  la restitución de un pintor al lugar que merece por méritos
Pedro Luis Hernánde junto a la ‘Santa Cruz’ de Bisquert, que se había dado por destruida durante la Guerra Civil

Antonio Bisquert, la restitución de un pintor al lugar que merece por méritos

Los resultados de una larga investigación se exponen en la Catedral de Teruel
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Desde hace al menos una década el pintor Antonio Bisquert (1596-1646) ha sido casi una obsesión para Belén Díez Atienza, conservadora del Museo de Arte Sacro de Teruel (MAST) y su director, Pedro Luis Hernando. Este pintor barroco había sido tan poco estudiado que ni siquiera se conoce con seguridad su lugar de nacimiento. La crítica no le había dedicado hasta ahora la atención que merece, seguramente porque el grueso de su obra se centra en la provincia de Teruel. Eso es cierto, pero también recibió encargos como el del Ciclo de la Vida de San Lorenzo de la Basílica de Huesca, que hasta hace poco se le atribuía erróneamente a Jusepe Martínez, uno de los grandes del barroco aragonés; o Ciclo de la vida y martirio de San Vicente, ocho grandes cuadros, seis de ellos conservados en la iglesia de San Gil Abad de Zaragoza y los otros dos en el Museo Alma Mater de la capital.

La restitución del pintor ha venido de la mano de un estudio histórico, químico y radiológico dirigido por Belén Atienza entre 2013 y 2017 sobre una docena de obras atribuidas a Bisquert. Permitió establecer con exactitud cuáles eran obra suya y cuáles no. Y lo que es más importante, demostró que las hechuras de pintor que revelaban las radiografías eran las de un maestro al que se le puede considerar uno de los grandes artistas barrocos levantinos.

Ahora el MAST ha abierto al público Pictoris Restitutio, la mayor exposición que se ha realizado sobre este pintor. Puede visitarse hasta el 27 de marzo en la Sala Capitular de la Catedral de Teruel, que ha sido reinaugurada expresamente para este fin tras haber permanecido cerrada por reformas. Está formada por una decena de piezas entre las que figuran algunas de las que pertenecen a la Diócesis de Teruel y Albarracín, tres donaciones temporales de colecciones particulares y la Santa Cruz, una pintura que se perdió durante la Guerra Civil y que ha reaparecido hace un año en Cuevas de Almanzora (Almería).

Pueden verse además dos piezas procedentes de colecciones particulares donadas temporalmente. Una es Cristo Ecce Hommo, firmada por la parte de atras seguramente en los años de formación del artista, donde más claro es el reflejo de las influencias de Vicente Masip o Francisco Ribalta, en cuyo estudio probablemente trabajó. También de una colección particular en Madrid procede Cristo en la Cruz, cuya firma, en el ángulo inferior derecho del lienzo, les había pasado desapercibida a los propitarios hasta que el personal del MAST examinó el cuadro para su posible atribución. Curiosamente tanto el actual propietario del cuadro como su padre, ex conservador del Museo del Prado, se llaman Antonio Bisquert.

Además en Pictoris Restitutio puede verse la Santa Teresa Escritora de la iglesia de San Martín, La Sagrada Familia en el taller de carpintería y La Sagrada Familia con Santa Ana y San Juanito, ambos del Convento de Las Carmelitas, el último de los cuales aparece cuajado por cerca de un centenar de perforaciones originadas por el fuego y la metralla de la Guerra Civil; La Inmaculada Concepción y un San Juan Bautista de la Iglesia de San Miguel; Anuncio del ángel a los pastores del Obispado de Teruel, San Pantaleón Médico y Mártir de la iglesia de Cella.

En los últimos tiempos se han localizado además otras tres obras de Antonio Bisquert que no se conocían, y que se exponen solo en reproducción fotográfica dado que en algunos casos se está procediendo a su restauración.

En ninguna de ellas está la firma de Bisquert, pero gracias al análisis radiográfico y de pigmentos no existen dudas sobre su autoría: Una de ellas es la Virgen acompañada de San Pedro y San Pablo y procede de la iglesia de Tortajada; la segunda es la decoración de la predela del retablo de la capilla del colegio de Terciarias en Teruel; y la tercera es la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago, del convento de las Carmelitas.

De una composición similar a esta última es la Virgen del Pilar de Bisquert perteneciente a la Iglesia Nacional de Santiago y Montserrat de Roma, y que también se expone en reproducción fotográfica.

Además en la capital de Teruel pueden verse otras obras de Antonio Bisquert que completan el recorrido turolense de este pintor barroco. “Hemos preferido dejarlas en el lugar en el que están ubicadas y por tanto no están en la Sala Capitular, aunque cuando se edite el catálolgo desde luego serán incluidas, explica Belén Díez.

Esas obras son Las once mil vírgenes conservada en la propia Catedral de Teruel, en la capilla de los Desamparados; el retablo de San Agustín del Museo de Arte Sacro, el retablo de San Joaquín con la Virgen Niña de la Iglesia de San Pedro, El buen pastor, en el ático del retablo de la Iglesia del Salvador, y Santa Emerenciana, donada a la colección del Museo Provincial de Teruel.

Características del maestro

En Pictoris Restitutio, -la restitución del pintor- se ponen muy de manifiesto las que, a juicio de Pedro Luis Hernando, director del MAST, son las principales características de Antonio Bisquert: su maestría para los detalles y la capacidad de trasladar la psicología del personaje a través de su rostro. “Llama mucho la atención la calidad de los pliegues de las ropas, decoraciones, joyas, pequeños objetos o personajes, cuando Bisquet tiene libertad para recrearse”, explica. “Y los rostros que pintan también son muy especiales. Basta un pequeño ejercicio de atención para enamorarte de los rostros y empatizar con ellos, porque te transmiten toda la psicología y emotividad de los personajes”.

Zurbarán en Aragón

El crítico de arte Ricardo Centellas aseguró en mayo de este año, cuando la familia Ferrán de Irizar Roncalés donó la Santa Emerenciana de Bisquet al Museo de Teruel, que este pintor fue “la recreación de la luz de la escuela sevillana de Zurbarán en Aragón, donde no solía darse, y que si hasta cierto punto existió fue gracias a Bisquert”. Lo definió como un pintor “brillante”, hasta el punto de que “durante muchos años sus pinturas se confundieron con las de Jusepe Martínez (1600-1682)”, el mayor pintor aragonés del XVII.

Se piensa que Bisquert nació en Valencia porque valencianos eran sus padres y en la escuela de pintores de esa ciudad estaba matriculado en 1616, primera referencia documental que existe sobre el pintor. Comenzó entonces a trabajar para el taller de Pedro Oromig, con el que en 1620 llegó por primera vez a Teruel y Albarracín. “Bisquet llegó a Teruel a trabajar con un buen taller, de calidad, donde se formó”, explica Hernando. ¿Qué paso después? Según una teoría, bien informada pero teoría, de Pedro Luis Hernando, “puede que falleciera el maestro y Bisquert se hiciera cargo del taller y de los artistas que quedaban en él, trasladándose a Teruel”.

A Bisquet también se le ha relacionado con el taller de Francisco Ribalta, aunque no está documentado. Y la influencia de otros maestros como Juan de Juanes o Juan Ribalta también se adivina en su pintura, que fue evolucionando hacia un estilo y lenguaje personal y virtuoso.

En 1628 fijó su residencia en Teruel y en 1631 se casó con Francisca Arcauz, con quien tuvo cuatro hijos. Fue la plenitud del artista. En 1632 pintó escenas de la vida de San Lorenzo en la basílica de Huesca en lo que fue su encargo más importante, y que le trajo otros en Zaragoza, pese a lo que mantuvo su taller en Teruel donde siguió trabajando.

Su última obra fue el retablo de San Joaquín para la iglesia de San Pedro de Teruel en 1646. Ese mismo año murió y sus biógrafos relatan, de forma legendaria, que falleció de tristeza al no poder pintar el gran retablo de la Adoración de los Reyes Magos de La Catedral de Teruel, por haber recibido ese encargo otro pintor, Francisco Jiménez Maza. Serían tres por tanto, y no dos, los muertos de dolor -Diego de Marcilla, Isabel de Segura, y Antonio Bisquert -cuyo legado descansa en la iglesia de San Pedro de Teruel.

La joya de la corona

La joya de la corona de la exposición Pictoris Restitutio es sin duda la Santa Cruz. A ese óleo sobre tabla de modesto tamaño, 117x54 cm, se le había dado por destruido después de que la iglesia de Santiago de Teruel, donde estaba, fuera destruido en la Guerra Civil durante los bombardeos del invierno de 1937 a 1938. Sin embargo alguien debió de ponerla a salvo, y en un momento que se desconoce, quién sabe tras qué peripecias, llegó a la iglesia de la Encarnación de Cuevas de Almanzora, donde por pura casualidad se localizó hace un año.

Como se explica en la exposición, está documentado que Antonio Bisquert pintó esa table en 1636 para que formara parte del retablo de la iglesia de Santiago, que existió en la actual plaza de las Monjas y que no fue reconstruida tras la Guerra Civil. Esa pintura pasaba por ser considerada una de las piezas más valoradas de Bisquert, y seguramente por eso el fotógrafo Adolf Mas, creador de uno de los archivos fotográficos históricos más extensos de España, tomó imágenes del retablo cuando visitó Teruel a principios del siglo XX.

Hace aproximadamente un año Antonio Gómez Cantero, obispo de Teruel entre 2016 y 2021 y de Almería en la actualidad, reparó en que la firma de esa tabla era la misma que la del Antonio Bisquert turolense. Tras el análisis pertinente y gracias a esas fotografías del Archivo Mas se confirmó que, efectivamente, la tabla destruida en la guerra había reaparecido, ochenta y siete años después, a más de 400 kilómetros de distancia.

La obra, única que se conoce de Bisquert sobre tabla, presenta algunos daños y perforaciones procedentes probablemente de la metralla de los bombardeos del 37-38. La Diócesis de Almería la ha cedido temporalmente a la de Teruel para su exposición, aunque previsiblemente cuando termine Pictoris Restitutio se solicitará la cesión permanente de la obra.

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