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Tamara Tamara
EFE/Archivo

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Raquel Fuertes

Los que la hemos visto nacer, confirmarse, sacarse el carné, convertirse, comprarse piso y aprender a hacer un huevo frito no hemos podido dejar de ver el espectáculo en el que ha convertido su pareja. No ha faltado detalle y, una vez superado el trámite de una boda que todas las señales apuntaban como inapropiada, ahora ya ahondamos en su intimidad (casi literalmente) hasta llegar a compartir su tratamiento de fertilidad.

Confieso que desde que perdí a mi madre el ¡Hola! ha desaparecido de mi rutina semanal. Y lo echo de menos. Era un vínculo que nos unía desde que tengo uso de razón. Quizás por eso para mí no sea algo frívolo.

Ya no veo casas maravillosas de gente guapísima vestida con gusto insuperable. Ni asisto a bodas, bautizos y separaciones de gente famosa (¡ay, cuánto echo de menos las décadas de glamour y princesas!). Esas existencias arquetípicas, inalcanzables y casi siempre ridículas y extravagantes consiguieron durante años abrir el mundo de, sobre todo, mujeres que no tenían otra opción para descubrir qué había más allá de su pueblo o de su barrio. No me parece para nada superficial permitir a la gente soñar o comparar su vida con las de otros que, a priori, lo tienen todo y que acaban viviendo, sufriendo y muriendo como el común de los mortales. Ampliar la perspectiva, sin plantearse metas quiméricas, siempre proporciona riqueza.

Y Tamara da juego. Tanto que, si no llega a ser por el desliz de Bertín, no hablaríamos de otra cosa. Entre noviazgo, infidelidad, perdón y señales para que lo anulara, todos hemos visto en esta niña pija (sin acritud) a una hermana, una amiga o una hija a la que le tenemos cariño, sin saber muy bien por qué. “Tamy, no lo hagas”, le hubiéramos dicho.

¿Les parece vano que gaste mi tiempo, el suyo y este espacio para hablar de algo tan intrascendente? A mí también. Pero es tal el hastío, las jugarretas, los “y tú más” y tanta la falta de mensajes claros y de honestidad que me parece mucho más honrado hablar de algo tan vacuo y sin consecuencias (bueno, si el tratamiento de fertilidad funciona, las habrá) que de algo que solo nos lleva al resentimiento y a la confrontación. La semana que viene tendremos resultados. Ojalá el resultado sea el mejor para este país herido.

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