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El fraude El fraude
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Raquel Fuertes

Última tarde de día laborable de vacaciones. Cuando la realidad se te viene encima en forma de maletas, volver a montar casa y vida de los próximos once meses y, sobre todo, mucha mala leche.

Así estaba yo en mi último viernes de vacaciones, sin lograr concentrarme ni para la siesta, cuando sonó el teléfono (¿esto no lo habían prohibido?). Descolgué de mala gana y me dijeron que eran de mi compañía telefónica. No me quedó más remedio que escuchar porque (¡oh casualidad!) por la mañana había estado realizando una consulta.

La poco amable señorita llamaba, tras decirme mi nombre y DNI, para decirme que me iban a subir la mensualidad una barbaridad (el equivalente a los cafés de un mes) y que pasaba a tener permanencia (¿yo? mi primer requisito es cero compromiso). Alternativas: darme de baja por los cafés del año, continuar con las nuevas condiciones o cambiarme esa tarde a una de las tres compañías que me iban a llamar gracias a un acuerdo al que habían llegado con la OCU para dar salida a los clientes.

Cierto es que no me pillaban en mi mejor día y que mis conocimientos de derecho mercantil no son para opositar, pero aquello clamaba a incumplimiento de contrato, modificación de cláusulas y condiciones abusivas hasta para mí. Pedí que me pasaran con la supervisora y la aún menos amable señora acabó amenazándome a tal nivel que ya me veía yo en la cárcel por no estar conforme con mi factura telefónica, algo a lo que, por lo visto, no tenía derecho porque había recibido unos mensajes en marzo advirtiéndome de la subida motivada por la mejora en las infraestructuras (¿en serio?). Por cierto, mensajes que se habían autodestruido. Curioso. Y sospechoso.

Por casa iba pasando mi familia, asombrados al verme convertida en una auténtica energúmena (ojo, logré no llegar al insulto en ningún momento, un milagro del autocontrol en una tarde tan aciaga). Para que me dejaran en paz, accedí a que me llamaran las tres compañías alternativas.

Nada más colgar, llamé a mi compañía. Era todo mentira. Un fraude con el que pretendían conocer datos bancarios o ganar a un cliente. No cogí las siguientes llamadas. ¿Por qué se lo cuento? Para que no les pase y para corroborar que mala gente hay en todas partes.

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