Los truficultores turolenses plantean la necesidad de un mayor control de las plantas que salen del vivero
Mora de Rubielos acoge el VII Curso de Truficultura PrácticaEl control de la micorrización en as plantas de vivero para iniciar con garantías una plantación es una de las asignaturas pendientes que tiene el sector trufero. Así se puso de manifiesto durante el VII Curso de Truficultura Práctica que se inició este lunes en Mora de Rubielos y que se prolongará hasta el próximo jueves. Los expertos plantearon la necesidad de contar en España con un mecanismo que establezca los parámetros que se exigen a una planta micorrizada y controle los lotes que salen del vivero.
En este sentido se pronunció la propia directora del curso, la ingeniera de montes María Martín, quien comentó durante la ponencia inaugural que en España no existe un organismo de certificación de planta, “una necesidad que ahora mismo no se está cubriendo”. La experta planteó que las opciones son acudir a un centro evaluado; analizar uno mismo las plantas adquiridas o “fiarse del vivero”.
Matizó que la administración en este caso “no está protegiendo a los compradores”. Sí existe una normativa con respecto a la calidad forestal de la planta, pero en el caso de las carrascas truferas este aspecto no es suficiente ya que deben de contar con una gran cantidad de micorrizas y no tener hongos competidores.
Desafío histórico
Sobre este tema también se pronunció Daniel Oliach, ingeniero de montes e investigador del Centre de Ciència i Tecnologia Forestal de Catalunya, quien lo calificó de “desafío histórico” esta falta de control. Concretó que se trata de un problema que las administraciones no se han tomado en serio y “sigue pendiente”.
“Me atrevería a decir que no sabemos lo que es una planta de calidad”, aseguró Oliach, cuyo departamento lleva décadas realizando análisis de los ápices micorrizados, para añadir que hay algunas cuestiones que sí se conocen, como que debe ser una planta sana y no tener otra especie, pero no se sabe “el porcentaje óptimo de micorrización, cada uno habla de cifras diferentes”. En su opinión es un tema que, de solventarse, hará “dormir tranquilos” tanto a los viveristas como al que la planta y a quienes se ocupan de analizarla.
Durante su charla, Daniel Oliach destacó la importancia que tiene revalorizar el hongo y apostó por vender no solo un kilo de trufas, sino “la historia que hay detrás ese producto”, algo que saben hacer muy bien en otros países.
Sacó a la palestra cómo afectan las crisis económicas a la trufa y señaló que la covid ha demostrado que hay que tenerlas en cuenta, algo que hasta ahora no ocurría.
Gran parte de su exposición la dedicó al riego, y Oliach apostó por instalarlo si hay posibilidad desde el principio. Planteó la necesidad de dejar siempre un periodo de estrés hídrico (sin apenas aportes de agua) a la plantación porque se ha demostrado que es fundamental para el desarrollo del hongo.
El ingeniero de montes habló de un estudio en el que ha participado que vincula el clima con la producción y cuyas conclusiones se basan en el estudio realizado en zonas truferas de España, Francia e Italia durante un periodo de 49 años, desde 1970 a la campaña 2017-18. Una de las primeras conclusiones a las que llegaron es que ni la temperatura mensual ni estacional está relacionada con la producción. “Esto nos lleva a pensar que podemos ampliar la zona de cultivo tanto por abajo como por arriba”, dijo, para añadir que hay zonas de Australia donde se cultivan trufas junto a otros productos vinculados al clima cálido como el aguacate, una fruta en España reservada a zonas cálidas.
Agua sí, pero no siempre
Eso sí, el riego es fundamental para garantizar la cosecha y hay un estrecho vínculo entre la producción y las tormentas de verano. “Necesita agua al comienzo del verano y también a finales, para comenzar a crecer”, puntualizó, para a continuación aclarar que el agua no siempre es buena, ya que existe una relación negativa entre abundante precipitación de otoño y producción: “El exceso de agua va en detrimento de la producción” y esto se produce porque la trufa necesita oxígeno y, si hay mucha agua, se pudre.
El investigador mostró una gráfica con la evolución de la producción trufera durante las últimas décadas, llena de altibajos derivados de ser un cultivo silvestre. Estos picos se han suavizado en los últimos años gracias al cultivo y al riego.
Otro de los asuntos que abordó es cómo puede afectar al sector la evolución de la producción y señaló que si el incremento se produce en porcentajes de en torno a un 10% no habrá problema porque el mercado lo asumirá.
También habló de los precios y señaló que la media de las últimas temporadas el kilo ha estado en torno a los 430 euros, pero concretó que hay una tendencia a la baja en las últimas campañas. Subrayó que los precios de la última temporada se vieron afectados por la covid.
Una de las características del sector de la trufa en España es su profesionalización, algo que no ocurre en otros países, como Francia, donde buena parte de los productores lo tienen como una segunda actividad y no se dedican en exclusiva a ello.
Daniel Oliach se refirió a su vez a un proyecto de investigación desarrollado en torno a la trufa para el que se hicieron encuestas en diferentes zonas y a personas de ámbitos variados. De ese trabajo se desprende que uno de los problemas a los que se enfrenta el sector es que el producto no llega al consumidor español y buena parte se exporta. No obstante, matizó que ahora en España hay empresas potentes que están rompiendo barreras antes controladas por los franceses. En ese trabajo se abordaron cuestiones relativas al precio y en algunas zonas, aunque no en España, el patrón ya no es tan positivo e incluso se llega a cuestionar la rentabilidad del producto.
En cuanto al futuro del sector, durante la sesión de ayer se habló de la necesidad de incrementar la investigación en algunas materias como las plagas, porque a medida que avance el cultivo surgirán nuevas, o el riego, del que todavía queda mucho por conocer. Otro de los campos sobre los que se labrará el futuro de la trufa es el abonado personalizado en función de las necesidades de los árboles y la zona en la que se ubican.
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