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Valdecabriel: SOS por La Campana Valdecabriel: SOS por La Campana
La Campana, hace unos años

Valdecabriel: SOS por La Campana

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Serafín Aldecoa

Uno de los valles más feraces, húmedos y frescos de la Sierra de Albarracín ha sido desde siempre el de Valdecabriel o Valle Cabriel que se ubica en el término municipal de El Vallecillo y que merece un extenso recorrido o simplemente acercarse a visitar La Campana, una casona solariega que durante siglos perteneció a la familia de los Catalán de Ocón y que hoy se encuentra en las últimas, a punto de hundirse.

También se pueden evocar los pasos que dieron por aquellos idílicos campos y montes dos mujeres que pasaban temporadas allí, especialmente los veranos, y que han pasado a la historia como las primeras turolenses que realizaron estudios de botánica y entomología a finales del siglo XIX Blanca y Clotilde Catalán de Ocón y Gayolá, bajo el asesoramiento del clérigo de Albarracín Bernardo Zapater y publicados en la Miscelánea Turolense de Domingo Gascón y Guimbao.

Ambas, de ascendencia nobiliaria, habían nacido en Calatayud por el casamiento de su padre, Manuel, que habitualmente residía en Monreal del Campo, con Loreto de Gayolá y Casanovas como segunda esposa que contaba en esos momentos, 1857, con solo 18 años. Clotilde, también poeta con el pseudónimo “la hija del Cabriel”, era la más joven pues había nacido en 1863 y Blanca tres años antes.

Blanca Catalán de Ocón, por Teodoro Gascón en la Miscelánea Turolense

Ambas recibieron una esmerada educación, hecho poco común en los años que les tocó vivir ya que el acceso de la mujer a los estudios era bastante difícil pero no tanto para las gentes de origen nobiliario. Las dos estuvieron vinculadas a Valdecabriel hasta su casamiento ya que se trasladaron a vivir a Vitoria y Figueras (Gerona).

El linaje de los Catalán de Ocón, extendido por el Jiloca (Torrijo del Campo, Rodenas, Monreal del Campo…)  arranca ya en el siglo XII cuando el rey Alfonso I el Batallador concede a su escudero, José Catalán de Ocón, la partida de Villacadima para agradecer su ayuda en el cerco de Monreal del Campo.

Posteriormente, ya en el siglo XIII, otro miembro de la familia compró la dehesa y los montes de Valdecabriel, lugar entre Frías y El Vallecillo, con lo que las propiedades de la familia crecieron en extensión. No es de extrañar, pues, que a finales del siglo XIX Pedro Catalán de Ocón, liberal y diputado provincial, estuviera considerado como el mayor propietario de la provincia de Teruel.

Una muestra de ello es que el Instituto de Reforma Agraria de la II República, el célebre IRA, plantease la posibilidad de expropiación de seis fincas con sus masías correspondientes a un descendiente y heredero de la familia, Luís Catalán de Ocón, en el término de El Vallecillo con una extensión de 877 hectáreas y 69 áreas aunque la propuesta no se llegó a consumar debido a que la Ley de Reforma Agraria no se aplicó por diversas razones que sería muy largo de explicar.

Blasón familiar de los Catalán de Ocón

La familia asentó sus reales en Monreal del Campo donde construyeron su magnífica casa solariega frente a la iglesia que hoy ha desaparecido bajo la acción de la piqueta para construir pisos modernos y más tarde en Valdecabriel, donde edificaron o reconstruyeron otra casona solariega  conocida popularmente con el nombre de La Campana.

Éste será el idílico lugar, acomodado con todos los adelantos de la época, ubicado de forma aislada en medio del feraz valle y rodeado de dependencias para la agricultura y la ganadería, será donde residirán largas temporadas, sobre todo estivales, la familia Catalán de Ocón incluidas Blanca y Clotilde.

La Campana, así como las tierras que la rodean, que pudieron formar una especie de “mayorazgo” de los Catalán de Ocón, empezaron a arrendarse a finales del siglo XIX, exactamente tres masías en 1890, y décadas más tarde fueron vendidas en varios lotes a diferentes personas para su explotación con lo que pasaron a va manos privadas.

La Campana presenta una planta rectangular con tejado a cuatro aguas. El un sistema de construcción es de mampostería con sillarejo irregular salvo en las esquinas donde aparecen los sillares más regulares. Presenta un buen número de ventanas, algunas de ellas ya cegadas, con decoración de ladrillo en los bordes laterales. En su interior las dependencias al parecer se conservaban aceptablemente incluida la capilla a donde acudían los sacerdotes a celebra misa.

Las fotografías que acompañamos a este artículo fueron tomadas ya hace más de quince años cuando casona de La Campana presentaba  ya síntomas de un deterioro preocupante pero pensábamos en esperanzador futuro.

Sin embargo, tras nuestra conversación con uno de los familiares de los propietarios, el pesimismo se ha apoderado de nosotros porque ha ocurrido lo esperado: el tejado del inmueble se ha hundido pos cuatro puntos lo que supone que con el paso del tiempo, si no se pone remedio a la situación, caerá totalmente con lo que se perderá otro elemento más de nuestro patrimonio histórico-artístico. Suma y sigue.

Puerta ya deteriorada de La Campana

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