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Centenario de la muerte de Matías Abad Centenario de la muerte de Matías Abad
Nicho de Matías Abad Civera y Andrea Cristóbal Burriel

Centenario de la muerte de Matías Abad

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Serafín Aldecoa

El pasado viernes, día 24 de marzo, se cumplieron los 100 años del fallecimiento de Matías Abad, este herrero-artesano que embelleció y transformó la fachada y el interior de una parte de inmuebles del casco histórico de Teruel mediante sus trabajos con la forja procedente de su taller El Vulcano situado, al igual que su vivienda, enfrente de la iglesia de San Pedro y que esperan tiempos mejores pues hasta hace poco permanecían olvidados.

Las rejas, los balcones, las ventanas o los miradores con decoración férrea vegetal, curvilínea y sinuosa que ornamentan las principales obras modernistas del centro de Teruel (Casa Bayo, Casa Ferrán, La Madrileña, Casa de Bernardo Sanz…) fueron realizadas en su taller,  todo ello lo llevó a cabo en colaboración con el arquitecto catalán Pablo Monguió. El Modernismo turolense no hubiera sido lo mismo sin su participación.

Tras su muerte, sabíamos que había sido  enterrado en el cementerio de Teruel pero durante cierto tiempo no  habíamos localizado su tumba, pese a nuestra búsqueda y nuestros fervientes deseos de hacerlo, pues la de su hijo, Epifanio, sucesor en el taller y magnífico repujador ya la habíamos encontrado hacía tiempo.

 Caricatura de Matías Abad, obra de Miguel Díaz Spottorno (1917)

La de su padre la hallamos por casualidad, sin buscarla. No ls esperábamos. Ocurrió en una de esas visitas que anualmente realizamos al cementerio de Teruel en el mes de noviembre. Bajamos las escaleras que llevan a la cripta que se encuentra a la izquierda de la entrada del cementerio antiguo, recorrimos los dos pasillos inferiores cuando, de repente, nos topamos de frente con el nicho de Matías Abad Civera. Todo ello gracias a la tenue luz eléctrica que alumbra con dificultad el espacio..

Podríamos pensar que dada la trayectoria del personaje y su actividad profesional a lo largo de los años, tendría una tumba o un panteón grandioso, barroquizante, similar al de otras familias turolenses pudientes, recargado con decoración vegetal de aires modernistas, sin embargo, no fue así, lo que vimos delante fue un nicho excesivamente sobrio y sencillo, sin decoración alguna.

Otro de los nichos de otro artista turolense, nacido en Blesa, vinculado también al Modernismo  como Salvador Gisbert Gimeno, aparece ornamentado con vegetación (hiedra, laurel y pensamientos), presentando una original imagen que podíamos calificar como modernista pero el de Matías Abad es muy simple, pues aparte de su nombre figura el de su mujer Andrea Cristóbal Burriel y una cruz, nada más

La lápida del nicho es metálica y quizás ello acentúe esta sobriedad que resaltamos pero tampoco hay fechas que indiquen temporalidad, ni hiedra que lo hubiera agarrado a la tierra, ni laureles pese a su triunfo sobre la materia férrea… En todo caso, los nombres de los dos y un requiescat in pace (RIP).

A lo largo de la historia todas las obras arquitectónicas de cualquier estilo artístico han precisado del concurso y de la participación de una serie de gremios artesanos como carpinteros, albañiles, herreros… cuyos nombres prácticamente son desconocidos y este nicho va en esa dirección, esa idea del anonimato, del pasar desapercibido.

Nuestra teoría, más bien se trata de una hipótesis, es que el presente nicho pudo ser  un segundo enterramiento de Matías Abad que sustituyó a uno anterior de mayor espectacularidad. Al actual, dada la destrucción que sufrió el cementerio en la Batalla de Teruel, pudieron trasladarse los restos humanos de ambos del anterior. Insistimos, es una suposición.

Interesante placa realizada por Nacho Díaz Esterri para homenajear a Matías Abad

En diciembre de 1921 Abad, acompañado de su hijo Epifanio, presentaba algunos trabajos en la Exposición organizada por la Asociación de Artistas Aragoneses en el Casino Mercantil de Zaragoza. El crítico de arte del periódico más importante de Aragón, que ya había visitado el “museo-estudio” (taller) de los Abad en Teruel,  afirmaba al respecto: “No han presentado, ni aún en fotografía, las admirables obras por ellos ejecutadas para Madrid, Andalucía, Valencia y Aragón que les han dado merecida fama en tales regiones (…) se han limitado con arreglo a las instrucciones de la Junta, dada la escasez del local, a presentar unos pocos trabajos de pequeño tamaño, pero los bastantes para acreditar los méritos de tales artistas, méritos reconocidos en otras exposiciones donde fueron laureados y hasta por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que hace años admitió como miembro de ella al señor Abad (padre)”. Y citaba como obra que fue muy admirada en Zaragoza, “los soberbios hacheros o candelabros” que adornaban la monumental escalera del Casino Principal (Turolense, suponemos).

Estas palabras, sin extendernos en reseñar los extensos méritos de padre e hijo, ilustran perfectamente  la categoría artística de los dos turolenses y, sobre todo, su proyección nacional y su reconocimiento local pues  diremos que Matías Abad obtuvo un buen número de premios del Ateneo Artístico Turolense o de la Sociedad Económica Turolense de Amigos del Paíspero no era un artista/artesano que se proyectase exclusivamente en el ámbito local de Teruel o provincial, sino que su producción se extendió a otras ciudades españolas.

En el cementerio de Teruel reposa, como decía el periodista y profesor Juan de Teruel (Víctor Sancho Sanz de Larrea), “el formidable sordo que solo oía en su alma la canción del hierro. Con su penetrante mirada forjaba en su pensamiento, la filigrana gentil, la armonía plástica de su admirable herrería”.

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