Por Jessica Esteban Arenas
Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Hoy dedicamos este espacio a una de las drogas opiáceas más peligrosas y preocupantes en la actualidad: el fentanilo.
Recientemente, tanto en los informativos y en los programas de periodismo, como en plataformas como YouTube e incluso Netflix, están proyectando imágenes de personas “zombis” para tratar de explicar lo que está pasando en Estados Unidos con el fentanilo, la droga que está provocando un número de muertes por sobredosis cada vez mayor. ¿Qué es? ¿Qué efectos produce? ¿Por qué está pasando esto? ¿Se consume en España? ¿Puede llegar a pasar? Antes de seguir entrando en materia y despejar estos interrogantes, vamos a rebobinar y empezar a explicar por el principio…
¿Qué son los opiáceos?
Las drogas opiáceas pueden ser naturales o sintéticas (se obtienen por procedimientos industriales) elaboradas a partir del opio, obtenido de la savia de las amapolas, concretamente de las adormideras. Los efectos principales que estas drogas producen son un primer estado de relajación muscular, aletargamiento y adormecimiento (efecto narcótico) para después caer en un agradable estado en el que se tiene poca sensibilidad al dolor (efecto analgésico).
Históricamente, los opiáceos han sido valiosos en la medicina, pero recientemente el mercado negro de los opiáceos sintéticos ha experimentado un rápido crecimiento, emergiendo como una nueva y peligrosa moda en el ámbito de las sustancias psicoactivas.
¿Por qué la sociedad busca un efecto sedante?
El ritmo de la sociedad actual se basa en vivir a contrarreloj, con sobreestimulación, con prisas y ajetreos, y con una continua exigencia por producir. Sumado a la insistencia y a la presión externa por conseguir un estado continuo de placer, favorece la aparición de enfermedades físicas y problemas mentales que producen pérdida en el bienestar psicológico y en la calidad de vida; estando cada vez más presente el estrés, la ansiedad o la depresión. Y generalmente, ¿qué nos produce el malestar? Rechazo. ¿Y qué queremos hacer con él? Quitárnoslo, no sentirlo. Por esta razón, los opiáceos, así como los tranquilizantes, por su efecto sedante, son un recurso rápido de primera elección. Lo que no nos cuentan es la letra pequeña de esto: el gran potencial adictivo que tienen y las consecuencias derivadas para la salud.
¿Cuáles son las más conocidas?
Existen analgésicos opiáceos que son producto directo o ligeras modificaciones de las semillas de esta amapola. Algunos están disponibles legalmente con prescripción médica como, por ejemplo, la morfina, que suele utilizarse sobre todo después de una intervención quirúrgica y en casos terminales o de dolor crónico. La codeína es otro bastante conocido, aunque menos potente que el anterior, y al que solemos recurrir en forma de jarabe para la tos. Como dato curioso que pone en evidencia el efecto adictivo de estas sustancias es que estos jarabes contra la tos eran de venta libre hasta que el consumo recreativo llegó a ser demasiado popular y a disparar el número de ventas. Esto motivó a que solamente se pudieran consumir bajo prescripción médica.
Otros son ilegales, como la heroína que es una sustancia químicamente modificada de la morfina. Cuando llega al cerebro tienen el mismo efecto, la diferencia está en el tiempo que tarda en conseguirlo: la heroína es más rápida. Con el paso del tiempo, la calidad de esta sustancia fue mejorando, mientras que su precio fue disminuyendo. Por esta razón, en los años 70, 80 e inicios de los 90 el consumo de esta droga experimentó un ‘boom’ mundial del que nuestro país no se libró. Su uso se extendió entre población de diferentes estratos sociales y económicos y se fue generalizando por varias razones; entre ellas, el comienzo de la transición a la democracia, donde se vivía una atmósfera donde prevalecía el “todo vale” tras la dictadura de la que veníamos, el desempleo y la crisis económica, y la aparición de enfermedades como el SIDA. Su poder adictivo, peligrosidad, contagio de enfermedades y alta mortalidad por sobredosis favoreció el surgimiento de Centros de Tratamiento por toda la geografía nacional y la creación del Plan Nacional sobre Drogas en 1985.
¿Qué es eso del ‘fentanilo’ y por qué es la “droga zombi”?
El fentanilo pertenece a la categoría de los opiáceos sintéticos y, por tanto, produce los mismos efectos que describíamos al inicio del artículo. Fue un gran invento que se empezó a usar en cirugías cardíacas y revolucionó la medicina. Debido a sus acciones analgésicas y anestésicas, se utiliza bajo prescripción médica en anestesias y en casos concretos para el tratamiento del dolor crónico intenso. Sin embargo, esta droga es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina. Lo preocupante es que también se produce ilegalmente, mezclada con otras sustancias, se distribuye como droga callejera y, en este terreno, se pierde el control de la disponibilidad y la administración. Su toxicidad y su potencial adictivo es mayor, sumado a su costo relativamente bajo de fabricación, la convierte en una de las más destacadas y a la vez temida.
Se conoce como la “droga zombi” porque altera el comportamiento de los consumidores de manera que les deja abatidos y prácticamente sin control sobre su cuerpo, con la mirada perdida, que apenas pueden andar o siquiera comunicarse de manera inteligible. Puesto que es difícil imaginar hasta qué punto estas personas carecen de voluntad propia y quedan a merced de esta droga, varios han sido los que se han atrevido a intentar acercarnos al reflejo de esta realidad. Tanto el youtuber ‘Zazza el italiano’ que se ha sumergido en uno en uno de los barrios de Filadelfia con mayor porcentaje de adictos de todo Estados Unidos, como Netflix con el lanzamiento de una nueva serie, Medicina letal (Painkiller), nos muestran imágenes estremecedoras de las secuelas que está dejando esta epidemia.
¿Por qué es tan peligrosa?
El mayor riesgo asociado con el consumo de fentanilo está en cuatro factores:
1. La potencia: es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina.
2. La cantidad: una dosis de 2 miligramos se considera letal.
3. El tiempo que tarda en hacer el efecto: pocos segundos. Y como pasa con todas las drogas, cuanto más rápido es colocarse, mayor es el peligro por sobredosis, porque los niveles de droga en el cerebro pueden aumentar con la misma rapidez.
4. La duración del efecto: es el opiáceo cuyo efecto tiene menor duración: 1 hora.
El fentanilo produce la disminución de la frecuencia cardíaca y respiratoria, haciendo que ésta se ralentice o se detenga, lo que disminuye la cantidad de oxígeno que llega al cerebro, pudiendo producir un estado de coma, daño cerebral permanente o la muerte. Además, su consumo combinado con otros fármacos como la metadona, o/y otras drogas como el alcohol o la heroína, magnifica los efectos.
¿Qué está pasando en Estados Unidos?
En la última década, el consumo recreativo del fentanilo se ha incrementado de forma considerable. En cuestión de tres años, las muertes por sobredosis de este opiáceo han aumentado en más del 90%. En 2022, provocó en torno a las tres cuartas partes de las muertes por sobredosis. Es la principal causa de muerte no natural entre los estadounidenses de 18 a 45 años, según el informe de la plataforma Families Against Fentanyl.
Pero para llegar hasta aquí, hemos de echar la vista atrás y remontarnos al origen de un fármaco opiáceo clave en el surgimiento de esta epidemia: la oxicodona. A mitad de los años 90, una farmacéutica estadounidense (Purdue Pharma) reformuló la oxicodona en un formato de liberación lenta (OxyContin). Invirtió grandes cantidades de dinero en marketing y publicidad implicando a médicos, que prescribieron este fármaco para tratamientos no indicados como dolores crónicos no oncológicos. El objetivo era generar en la población la necesidad de aliviar dolor y malestar, buscando así un estado de placer. Aunque el dolor desaparecía, surgió un nuevo problema: la adicción al fármaco. Finalmente, se destapó esta realidad y se condenó económicamente a la farmacéutica por la peligrosidad del fármaco. El consumo de este fármaco altamente adictivo abrió la puerta al consumo de otras sustancias opiáceas como la heroína y otras versiones falsas o adulteradas como el fentanilo actualmente.
¿Puede llegar a pasar en España?
Como explicaba al inicio, existen dos tipos de fentanilo. El primero, de uso farmacéutico, sobre el que se tiene cierto control, ya que para adquirirlo es necesario, además de una prescripción con receta médica, un visado especial en la farmacia hospitalaria, y todo ello controlado por un inspector. El segundo, fabricado ilegalmente, sobre el que escapa nuestro control.
España ocupa el cuarto lugar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en cuanto a consumo de esta sustancia, detrás de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. Según el Informe Edades 2022, el consumo de analgésicos opiáceos en España aumentó el último año un 0,6%, y el fentanilo, que antes era un opiáceo marginal (3,6%) ahora es el tercero más consumido alguna vez en la vida (14%) (por detrás de la codeína y el tramadol). Además, a diferencia de lo que está sucediendo en EEUU, los españoles consumidores de fentanilo en España vienen de haber consumido otras sustancias y no derivados de una prescripción médica irregular.
Aunque el aumento en el consumo de fentanilo en España no es tan alarmante como en EE.UU., su creciente prevalencia y potencial para la tolerancia y adicción plantean preguntas sobre la necesidad de una mayor vigilancia y control. La metodología de dispensación controlada y la educación continua sobre su uso adecuado pueden ser clave en la prevención de una posible epidemia de esta sustancia en nuestro país.
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