Este lunes, 12 de septiembre, se cumplen dos años del fallecimiento del cantautor -y otras muchas cosas- Joaquín Carbonell en Zaragoza víctima del llamado coronavirus después de pasar 47 días ingresado en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa. Fue un desenlace inesperado que supuso una gran pérdida para todo Aragón y que nos afectó a much@s turolenses, especialmente a aquellos que compartimos aula con él a finales de los sesenta.
Le conocí en el año 1967 cuando, todavía un niño, llegué como alumno interno al Colegio menor San Pablo para continuar mis estudios de Bachillerato (tercero). Enseguida me sentí deslumbrado -sí, esa puede ser la palabra exacta- por sus actuaciones teatrales (La zapatera prodigiosa de Lorca, por ejemplo), sus programas de radiofónicos (Discodelia) en Radio Teruel o sus artículos de prensa en el periódico del Movimiento, Lucha, donde publicaba la sección musical (7 por redondo). Era mayor que yo pero, sobre todo, más maduro.
Hay que agradecer la presencia en la dirección de Lucha en 1968 del joven periodista de Caminreal Ricardo Acirón, que venciendo la resistencia del gobernador franquista del momento abrió las páginas del diario a colaboraciones de autores como Eloy Fernández Clemente, José Sanchis Sinisterra, José Antonio Labordeta o el propio Carbonell. Todos ellos significaron la avanzadilla de lo que se ha conocido posteriormente como la Generación Paulina. Lucha mejoró su nivel de contenidos que atufaban a falangismo y se abrió un poco a la libertad de expresión, siempre con el Gobernador de turno con la espada de Dámocles amanazante.
Y así fue. Acirón, firme en sus planteamientos aperturistas dentro de una férrea dictadura, hizo frente al máximo mandatario provincial y consecuentemente, fue cesado. A partir de entonces, marchó a las Islas Canarias y pasó a residir en Tenerife donde fue profesor en la Universidad de La Laguna, trabajó en varios periódicos, dirigió tesis... y ya se quedó allí.
No como otros, yo confieso que no fui amigo de Carbonell. El título del artículo lo he tomado del libro Carbonell, amigo que publicó el Gobierno de Aragón en 2021 y que recoge testimonios de gente -muy pocos de Teruel- que le conoció o que fue su amig@, pero sí que mantuve contactos con él con cierta frecuencia desde Zaragoza. A veces me llamaba y me preguntaba sobre cuestiones políticas y culturales de Teruel, pero si hubo dos momentos en los que mantuvimos un mayor acercamiento entre ambos fue durante la organización del 40 aniversario de la Generación Paulina donde estuvimos colaborando mano a mano para que el evento fuera una éxito y cuando presentamos su disco-libro conmemorativo de sus 50 años en el Museo provincial de Teruel. Fue el 6 de febrero de 2020, unos meses antes de su fallecimiento.
Carácter abierto
Lo que más nos llamaba la atención de Carbonell en aquellos años era su carácter abierto, hablador, dinámico y optimista, un saber estar, una personalidad que, a mi modo de entender, rezumaba inteligencia emocional, un concepto psicológico moderno que entonces desconocíamos pero que Carbonell poseía en demasía.
Y el colmo fue cuando empezó a cantar. Entonces nuestra admiración hacia él creció exponencialmente. Fue en las fiestas del Colegio San Pablo, en el Instituto, en el teatro Marín en 1969... Primeramente con César Hernández y luego de forma individual como cantautor en unos momentos en los que la democracia estaba en el aire, ya en los años 70.
Sus conciertos eran símbolos de libertad, aragonesismo y teruelismo, si es que vale la expresión. En ellos Carbonell ya cantaba temas como el del abandono del Teruel rural que lo es casi todo, la tristeza de los olivos del Bajo Aragón, el panorama "negro" del carbón de su tierra (Alloza)... No es de extrañar que la censura franquista pusiera límites y prohibiera algunas de las canciones que interpretaba en los conciertos.
De hecho, en el mes de abril de 1976 Carbonell actuaba en Sástago y remitió al Gobernador de turno el texto íntegro mecanografiado de 43 posibles canciones a interpretar para que el mandamás provincial diera el visto bueno. en esta época de la Transición, era conveniente enviar un número elevado por si acaso eran muchas las rechazadas.
De todas estas letras, algunas compuestas junto a Pilar Navarrete, fueron "denegadas" las siguientes: Soldado así no he de ser que era un poema del poeta Nicolás Guillén, La beata, Siempre igual, La apretura está madura y Si fuera cosa mía.
En total eran cinco canciones que Carbonell no podía cantar ese día en el recital de Sástago. Todo ello por orden del Gobernador y "gracias" a que estábamos en abril de 1976, una vez fallecido el dictador. Menos mal que no prohibió nuestra favorita: "Me gustaría darte el mar" porque ahí sí que te luciste mazo, Carbonell, un pedazo de canción que te agradecemos de corazón, estés donde estés, todos los que todavía deambulamos por la tierra.
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