No se ha hablado lo suficiente de la menstruación. Ni de lo que es tener que encerrarte en tu habitación tumbada en la cama por dolores de regla que no puedes soportar. No se ha hablado suficiente de que somos las mujeres las forzadas a tomar pastillas anticonceptivas. Ni de los cambios hormonales que estas provocan. No se recuerda que cuando somos pequeñas la menstruación da asco y no se lo podemos decir a los chicos porque “no lo entienden”. Los hombres no entienden el cuerpo de las mujeres, pero legislan sobre él.
Se vende la maternidad como algo idílico, como si engendrar durante nueve meses a un ser fuera algo sencillo que se hace por arte de magia. No es así. A las mujeres no nos gusta gestar criaturas como si fueramos hornos para luego venderlos ni nos gusta estar obligadas a parir a un hijo que no queremos. La diferencia es que comprar un niño está permitido en muchos países y decidir sobre si quieres o no quieres tener a tu hijo, ahora está mal visto. Pues sí, un ejemplo más de que en las mujeres, hasta su útero es cuestión de estado.
Los derechos de las mujeres han retrocedido 50 años después de que en Estados Unidos se derogara la protección al aborto. Con esto no se va a proteger ninguna vida, al contrario, van a ser las mujeres las que tengan que jugarse la suya para poder llevar a cabo sus decisiones.Y todo porque no hay conocimiento -ni se quiere tener- sobre el cuerpo de las mujeres. ¿Cuántas veces hemos romantizado en las películas a la madre soltera que saca adelante a su hijo porque el padre les abandonó? Un hombre puede irse y dejar a su hijo a merced de la madre, pero una mujer no puede decidir sobre su propio cuerpo e interrumpir un embarazo. Para hacerlo, tiene que someterse a juicio público y escuchar voces de quien dice que una mujer solo puede abortar si es víctima de violación. No nos vayamos tan lejos, una mujer nunca debería ser víctima para tener derecho a decidir. Si una mujer no quiere tener a su hijo, no lo tendrá porque es su útero, su cuerpo y su vida. No hay más debate.