Nunca un beso dio tanto que hablar. El beso en España es algo muy particular. Somos muy besucones. Yo soy muy de besar al saludar. Insisto, somos de besos, para qué engañarnos. En la nueva España lo de los besos se va a mirar mucho más, dónde vas a parar. Equiparar cosas, por malas que sean, con otras, que tradicionalmente son muy malas, nos puede llevar al equívoco a los carcas como yo, o al disparate. Hubo un tiempo en el que se aludía al sentido común, aunque es un tiempo algo lejano, de otro siglo, no nos llevemos al engaño.
En la nueva España hay que manifestarse sí o sí. ¿Qué piensas de esto? ¿Y de aquello? Posiciónate pero, para cuenta, posiciónate con lo que yo te diga. Salirse del tiesto en cualquier momento del discurso imperante es peligroso. Te pueden llover las hostias. Y hay que cuidarse, porque no decir nada es asumir que sí, que estás de acuerdo, aunque no lo estés, aunque te parezca exagerado, aunque no tengas datos, aunque no sepas ni de lo que te hablan. La hipocresía se expone entonces de manera cruel. A tanta gente le tendría que dar vergüenza que la vergüenza desistió y se fue a su casa; “naranjada y aguardiente”.
Porque en la nueva España debe dar igual lo sistemático, la corrupción, los tejemanejes que estructuran una sociedad desigual. En la política, en las asociaciones, en las federaciones. Da igual que ese sistema, que es el que oprime y sustenta la injusticia, viva a resguardo con el apoyo de todos nosotros. En la nueva España se corrige el trazo gordo con un trazo fino. Y así, elevamos y manifestamos nuestra frustración por la tontería, mientras somos incapaces de ver el bosque. No es nada nuevo, de acuerdo. Pero quizás lo estemos institucionalizando. Exigimos lo que somos incapaces de hacer. Da igual que sea un beso o una ley. Dan igual los contextos, los juicios paralelos. Dan igual los resultados, las resoluciones. No te escapes. No te escaparás. La importancia de las cosas ya no es relativa. Solo necesitamos a un Charles Lynch que nos exija el cumplimiento correcto de la nueva visión del mundo. Me permitan enviarles un beso muy cordial, no muy efusivo. Como quien no quiere la cosa.