Juan Cañada, durante el concierto celebrado este jueves en la Catedral de Teruel. M. A.
Juan Cañada, delegado de la Fundación Amigos de Monkole en Teruel: “En Kinshasa mueren personas a las puertas de los hospitales por no tener 100 euros para pagar”
El Festival por los Inocentes de África recaudó fondos para el Hospital Monkole, en la capital de Congo
El fotógrafo Juan Cañada es representante en Teruel de la Fundación Amigos de Monkole, responsable de un hospital en Kinshasa (Congo) que atiende a personas sin recursos, y que este jueves organizó un concierto solidario en la Catedral de Teruel para recaudar fondos.
-¿Donde irá a parar la recaudación del festival por los Inocentes de África?
-Queremos poner nuestro granito de arena para la financiación del hospital de Monkole, en la República Democrática del Congo, que opera con subvenciones que consigue en España. Este festival surgió a raíz del que organizamos el año pasado, en el que se nos quedó pequeño el Claustro del Obispado de Teruel. Decidimos hacerlo en la catedral, y pensamos en involucrar a más grupos, ya no solo Arcos de Teruel, que actuó entonces, sino a esta formación además de la Coral Voces Blancas de Teruel de Teresa Bullón y la Asociación Amigos de la Jota.
-¿En qué consiste ese proyecto de Monkole?
-Es un hospital que atiende las necesidades de familias sin recursos que tienen niños con enfermedades musculares, raquitismo o dolencias como la drepanocitosis, que afecta a los glóbulos rojos de forma que no distribuyen correctamente el oxígeno, de forma que muchos de los niños no llegan a la pubertad. Todo lo que hayamos sacado con la venta de calendarios, el libro de fotografía que publiqué sobre el hospital o donaciones irá al 100% a la Fundación Amigos de Monkole.
-¿Cómo consigue atender este hospital a personas sin recursos?
-Nació con donativos procedentes de Navarra, a través de la colaboración del Gobierno de Navarra y fundaciones de ayuda al desarrollo. Se construyó en un barrio periférico de Kinshasa, y tiene tres dispensarios a los que acuden médicos y enfermeros para atender a la población que vive dentro de la selva. Da un servicio de calidad con los medios que puede obtener y muchos de los médicos que trabajan allí son de origen español, algunos de ellos amigos míos de Pamplona, de la Clínica Universitaria de Navarra o el Hospital de Navarra. Fueron allí desde el principio renunciando a tener en España una carrera profesional brillante y ganar un montón de dinero. Allí se atiende con unos estándares de calidad muy altos, de forma que allí acude gente de las embajadas internacionales, cuerpos diplomáticos, empresas multinacionales o funcionarios de alto nivel del gobierno y pagan por sus tratamientos, mil quinientos o dos mil euros por una apendicitis, o lo que sea. Y con ese beneficio se pagan los tratamientos de las personas que no tienen recursos. En Monkole no se deja de atender a nadie. En otros hospitales de Congo te encuentras mujeres, niños o ancianos muriendo en sus puertas porque no tienen 100 o 200 euros para ser atendidos. Hay cuerpos de seguridad que si llega una mujer embarazada sin recursos, la llevan a la parte de atrás del hospital y en ocasiones muere el bebé y muere la mamá. O llega una furgoneta y descarga en la puerta del hospital a alguien que se ha accidentado en una empresa, y se larga. Y el herido se queda allí hasta que se muere desangrado, y después mandan el cadáver al depósito y lo llevan a una fosa común. En Congo no me ha tocado verlo, pero en Kenia he visto niños morir por cosas que en Europa se tratarían sin ningún problema.
-¿No existe un sistema básico de asistencia sanitaria público?
-No. Por eso los hospitales como Monkole son tan importantes, y por eso conciertos como el del jueves son tan importantes, porque no queremos que ocurra lo que sucede en otros hospitales.
-¿Los pacientes con recursos no exigen ser atendidos en un hospital que sólo se dedique a la elite de la población?
-No, al contrario. El presidente de Congo se ha hecho varios chequeos allí, y realmente para un directivo de una gran empresa los precios que se cobran no supone gran cosa, aparte de que en ocasiones esa asistencia se paga a través de seguros médicos. Cuando yo estuve en 2021, haciendo el reportaje fotográfico que recoge el libro Diario de Kinshasa, era bonito entrar en las salas de incubadoras para prematuros y ver mamás muy humildes junto a otras que llevaban guardaespaldas. Todos reciben el mismo trato.
-¿Cuál es la salud del hospital de Monkole? ¿Está en peligro su supervivencia?
-No, porque desde 1991 se nutre a través de donaciones de fundaciones e instituciones y con gestos como este concierto de la Catedral. Lógicamente lo que nosotros podemos recaudar es una pequeña parte de su presupuesto, pero a mi me gusta pensar que con lo que hemos recaudado se van a poder operar a 60 niños de alguna enfermedad muscular o cardiovascular, y que de otro modo no se hubiera podido hacer. ¿Se llega a todo lo que se quiere? Pues no lo sé, quizá no, pero lo importante es conseguir todo lo que se pueda y que no se quede nada por el camino, y a través de Amigos de Monkole eso está garantizado.
-¿Qué necesidades más imperiosas tiene el hospital Monkole de Kinshasa?
-De todo tipo en cuanto a material sanitario. Cuando yo estuve se estaban quedado sin bombonas de oxígeno porque un barco se estaba retrasando. Si eso ocurre te quedas sin oxígeno o tienes que ir al mercado negro para conseguirlo.
-¿Donde irá a parar la recaudación del festival por los Inocentes de África?
-Queremos poner nuestro granito de arena para la financiación del hospital de Monkole, en la República Democrática del Congo, que opera con subvenciones que consigue en España. Este festival surgió a raíz del que organizamos el año pasado, en el que se nos quedó pequeño el Claustro del Obispado de Teruel. Decidimos hacerlo en la catedral, y pensamos en involucrar a más grupos, ya no solo Arcos de Teruel, que actuó entonces, sino a esta formación además de la Coral Voces Blancas de Teruel de Teresa Bullón y la Asociación Amigos de la Jota.
-¿En qué consiste ese proyecto de Monkole?
-Es un hospital que atiende las necesidades de familias sin recursos que tienen niños con enfermedades musculares, raquitismo o dolencias como la drepanocitosis, que afecta a los glóbulos rojos de forma que no distribuyen correctamente el oxígeno, de forma que muchos de los niños no llegan a la pubertad. Todo lo que hayamos sacado con la venta de calendarios, el libro de fotografía que publiqué sobre el hospital o donaciones irá al 100% a la Fundación Amigos de Monkole.
-¿Cómo consigue atender este hospital a personas sin recursos?
-Nació con donativos procedentes de Navarra, a través de la colaboración del Gobierno de Navarra y fundaciones de ayuda al desarrollo. Se construyó en un barrio periférico de Kinshasa, y tiene tres dispensarios a los que acuden médicos y enfermeros para atender a la población que vive dentro de la selva. Da un servicio de calidad con los medios que puede obtener y muchos de los médicos que trabajan allí son de origen español, algunos de ellos amigos míos de Pamplona, de la Clínica Universitaria de Navarra o el Hospital de Navarra. Fueron allí desde el principio renunciando a tener en España una carrera profesional brillante y ganar un montón de dinero. Allí se atiende con unos estándares de calidad muy altos, de forma que allí acude gente de las embajadas internacionales, cuerpos diplomáticos, empresas multinacionales o funcionarios de alto nivel del gobierno y pagan por sus tratamientos, mil quinientos o dos mil euros por una apendicitis, o lo que sea. Y con ese beneficio se pagan los tratamientos de las personas que no tienen recursos. En Monkole no se deja de atender a nadie. En otros hospitales de Congo te encuentras mujeres, niños o ancianos muriendo en sus puertas porque no tienen 100 o 200 euros para ser atendidos. Hay cuerpos de seguridad que si llega una mujer embarazada sin recursos, la llevan a la parte de atrás del hospital y en ocasiones muere el bebé y muere la mamá. O llega una furgoneta y descarga en la puerta del hospital a alguien que se ha accidentado en una empresa, y se larga. Y el herido se queda allí hasta que se muere desangrado, y después mandan el cadáver al depósito y lo llevan a una fosa común. En Congo no me ha tocado verlo, pero en Kenia he visto niños morir por cosas que en Europa se tratarían sin ningún problema.
-¿No existe un sistema básico de asistencia sanitaria público?
-No. Por eso los hospitales como Monkole son tan importantes, y por eso conciertos como el del jueves son tan importantes, porque no queremos que ocurra lo que sucede en otros hospitales.
-¿Los pacientes con recursos no exigen ser atendidos en un hospital que sólo se dedique a la elite de la población?
-No, al contrario. El presidente de Congo se ha hecho varios chequeos allí, y realmente para un directivo de una gran empresa los precios que se cobran no supone gran cosa, aparte de que en ocasiones esa asistencia se paga a través de seguros médicos. Cuando yo estuve en 2021, haciendo el reportaje fotográfico que recoge el libro Diario de Kinshasa, era bonito entrar en las salas de incubadoras para prematuros y ver mamás muy humildes junto a otras que llevaban guardaespaldas. Todos reciben el mismo trato.
-¿Cuál es la salud del hospital de Monkole? ¿Está en peligro su supervivencia?
-No, porque desde 1991 se nutre a través de donaciones de fundaciones e instituciones y con gestos como este concierto de la Catedral. Lógicamente lo que nosotros podemos recaudar es una pequeña parte de su presupuesto, pero a mi me gusta pensar que con lo que hemos recaudado se van a poder operar a 60 niños de alguna enfermedad muscular o cardiovascular, y que de otro modo no se hubiera podido hacer. ¿Se llega a todo lo que se quiere? Pues no lo sé, quizá no, pero lo importante es conseguir todo lo que se pueda y que no se quede nada por el camino, y a través de Amigos de Monkole eso está garantizado.
-¿Qué necesidades más imperiosas tiene el hospital Monkole de Kinshasa?
-De todo tipo en cuanto a material sanitario. Cuando yo estuve se estaban quedado sin bombonas de oxígeno porque un barco se estaba retrasando. Si eso ocurre te quedas sin oxígeno o tienes que ir al mercado negro para conseguirlo.
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