Juan Cañada, fotoperiodista y cooperante turolense: “La cooperación internacional tiene que financiar la educación, el mero asistencialismo no sirve”
Los beneficios del libro ‘Diario de Kinshasa’ serán para la Fundación Amigos de Monkole que opera en CongoJuan Cañada es un turolense que ha pasado buena parte de su vida en Pamplona, dedicado al fotoperiodismo y la cooperación al desarrollo. Desde hace un año vive de nuevo en Teruel, donde el pasado jueves presentó Diario de Kinshasa, un libro que narra su experiencia visitando el Hospital Monkole, el Orfanato Mama Koko y algunas cooperativas agrarias o centros educativos de Kinshasa (R.D. Congo). Los beneficios de la obra irán destinados a la Fundación Amigos de Monkole.
-¿Cómo se materializó ese viaje a Kinshasa?
-La Organización Navarra de Ayuda entre los Pueblos (ONAY), con la que colaboro, me había pedido hace tiempo que hiciera un reportaje en el hospital Monkole, y tras prejubilarme surgió la oportunidad de hacerlo. Fue en mayo de 2021, y aprovechando que iba a estar allí me pidieron que durante esas dos semanas hiciera algún reportaje más, de proyectos relacionados con las cooperativas agrarias de mujeres, centros educativos... que es lo que recoge el libro.
-Había viajado antes a la zona?
-Yo hablo inglés, no francés, y antes había estado en Kenia.
-’Diario de Kinshasa’ es un libro de fotografía que se apoya en el texto para su relato...
-Este libro tiene una historia curiosa. Mientras estuve allí todas las tardes enviaba a mis hermanos un whatsapp indicándoles qué es lo que había hecho ese día, sobre todo para que mi madre se quedara tranquila y supiera que todo iba bien. Uno de los médicos con los que viví en el Congo me recomendó que enviara esas comunicaciones a un grupo mayor de personas, con compañeros de facultades de comunicación, y uno de ellos me dijo que en esos mensajes estaba el germen de un libro. Que si uníamos esos mensajes con las fotografías que iba haciendo, podría salir algo interesante. Y la idea es poder venderlo para colaborar con operaciones quirúrgicas a niños de familias sin recursos y en situación de extrema pobreza en el hospital de Monkole de Kinshasa.
-¿Qué carencias le han impresionado más allí?
-En España consideramos normal que todos los niños estén vacunados o que se les practiquen operaciones complicadas a las pocas semanas de nacer para prevenir problemas. Allí eso no es posible y muchos niños mueren al cabo de uno o dos años porque no ha habido posibilidad de operarles. Pero la mayor carencia en mi opinión sigue siendo la educación, que es donde creo que debería ir dirigida la cooperación. El año pasado hice un máster de Cooperación al Desarrollo en la Universidad de Zaragoza y lo terminé con un trabajo sobre la educación en los barrios más pobres de Nairobi, en Kenia. Estoy convencido de que la cooperación internacional tiene que empezar por la educación y la formación. Estoy en contra de las políticas asistencialistas porque no sirven de nada. No sirve de nada enviar dinero, si no envías instrumentos para que los niños se eduquen, los jóvenes adquieran una formación profesional y los adultos tengan conocimientos de empresa. Cada familia debe de ser protagonista del desarrollo de su país.
-De hecho, ¿el hospital de Monkole está gestionado por personal del Congo?
-Sí, así es. La Fundación Amigos de Monkole lo único que hace es colaborar con una serie de recursos económicos que consigue en Europa y que envía allí para colaborar en el pago de nóminas y material. La idea de este hospital es muy buena, porque tiene un prestigio muy alto. Los miembros de las clases altas de Kinshasa van a este hospital y les cobran bastante bien, a precios que ellos pueden pagar y sabiendo que parte de esa factura sirve para financiar tratamientos de personas que no pueden pagarlos.
-¿Y eso se acepta de buen grado por parte de quienes pagan?
-Sí. Va personal de las embajadas o de las empresas que están allí instaladas, miembros del gobierno... No tienen ningún problema en pagar 500 euros por una apendicitis, pero saben que una persona que vive en extrema pobreza no tiene los 5 euros que vale una vacuna.
-Usted ha dado clase de fotoperiodismo durante dos décadas y sabe que, en este tipo de temas, es muy fácil caer en el sensacionalismo, o en la victimización de las personas...
-Sí, ya lo creo. Yo siempre evito y me muestro en contra de las fotografías que te haces junto a los niños en Kenia o donde sea, porque aquello no es un espectáculo. Cuando estás allí tratas de transmitir la realidad que vive un país a personas que no están allí, y tienes que hacerlo de un modo honrado y muy sensible. Si me hago una foto con una niña o un niño, no es para presumir de estar con una pobrecita, sino que me la hago porque conozco a esa persona, tiene nombre y apellidos, tiene familia y conozco los problemas que tiene.
-¿Ha ejercido el fotoperiodismo profesionalmente?
-He hecho bastantes reportajes para medios, sobre todo en Navarra. Siempre relacionados con la cooperación al desarrollo. Aunque sobre todo me he dedicado a la docencia dando cursos, talleres y clases en la Universidad de Navarra.
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