Nació en Alloza (Teruel) y cantaba que de Teruel no es cualquiera. Y es que Joaquín Carbonell no era una persona cualquiera. Cantautor, escritor, poeta, periodista y todo lo que se le pusiese por delante. Este martes hizo tres años de su muerte.
Tengo que hacer memoria de cómo lo conocí, pues se hizo tan habitual en mi vida que resulta raro no pensar que Joaquín lleva ahí desde siempre. Fue hace años, la primera vez que me nominaron a los Premios de la Música Aragonesa, el acto era en el bar de su hijo Nico y fue otro buen amigo, Gran Bob, quien nos presentó. Recuerdo mil anécdotas vividas con él, y los mil y un consejos de viejo diablo que todavía estoy poniendo en práctica.
Hace un par de años, un doce de agosto en el que Joaquín habría cumplido setenta y cuatro años, yo tenía concierto en Barbastro y le dediqué una canción. Empecé a tocar, en el primer acorde una paloma vino a posarse en mi muñeca izquierda y estuvo ahí durante toda la canción. Todavía recuerdo la sensación de sus patas en mi muñeca, estaban calientes y se posaban seguras, no tenía miedo ni le costaba mantener el equilibrio. Parecía parte del show. Cuando terminé la canción la animé a levantar el vuelo y la gente aplaudió el maravilloso espectáculo de aquella palomica. Como si fuese un regalo, dejó caer en su vuelo una pluma gris que todavía guardo y llevo a cada uno de mis conciertos. Por una parte, mi cerebro racional me dice que fue una casualidad maravillosa, pero mi yo más místico quiere creer que, en cierto modo, era un mensaje de Joaquín que decidió decirme que no me rindiera, que siguiera adelante y que recordara siempre que hay que trabajar y trabajar y, cuando haya terminado el trabajo, seguir trabajando.
Años atrás, cuando la selección que ganaba mundiales era la masculina, Joaquín quiso venir a ver el fútbol a nuestra casa. “Pero Joaquín, si a nosotros no nos gusta el fútbol”; le dijo mi pareja al verlo salir del ascensor con una camiseta republicana de la selección española. Daba igual, aquel torbellino era imparable. Disfruté como una enana, el partido fue lo de menos. Unas cervezas, un picoteo y la charradica con Joaquín, eso daba la vida.
Creo que fue en 2012 cuando quiso que le grabase una canción que había compuesto para los mineros. Unos días después me invitó a recibir a la marcha minera cantando esa canción. Los mineros se estaban manifestando y llegaban a Zaragoza tras recorrer a pie cientos de kilómetros. La voz de los mineros corrió al son del Pozo María Luisa más que sus pies y llenó la plaza: Ya llegan, dijo Joaquín. Eduardo Paz, también presente, indicó el tono en el que cantaban los mineros para poder acompañarles a su llegada y, en el momento preciso, fundimos nuestras voces con las suyas llegando a ser una sola. Aquellos hombres fuertes se reunieron con nosotros, nos abrazaron y nos contagiaron sus lágrimas. Fue impresionante.
Una de las muchas canciones de Joaquín se titula Canción para Dimitris y se la dedicó a ese hombre griego que decidió suicidarse ante la situación económica en la que se encontraba por la crisis de 2012. Joaquín me invitó de nuevo a una de esas ideas que tenía, todo lo que se le ocurría tenía que llevarlo a cabo. Aquella vez reunió a diecisiete cantantes entre los que estaban Patxi Andion, Clara Ballesteros, Muerdo, Elisa Serna… para grabar la canción y un videoclip. Y, después de escribir esto, he visto de nuevo el videoclip, se me han llenado los ojos de lágrimas y me he dado cuenta de que no podía seguir escribiendo. Anécdotas con Joaquín me quedan muchas, me gusta contarlas para recordarlo. Cuando empiezo a enumerar todo lo que hizo siempre me lo imagino diciéndome su clásico Y paqué tanto.
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