Desde el pasado día 2 hasta el 12 de diciembre se celebra en Dubai la Cumbre del Clima 2023, una convención anual en la que, bajo la organización de las Naciones Unidas, se habla sobre el Cambio Climático. En ella se reúnen 196 países más la Unión Europea, los órganos de negociación sobre cambio climático más importantes del mundo. En ella se toman decisiones para todas las partes participantes: gobiernos, organismos internacionales, ONG’s, etc. Entró en vigor en 1994 con el objetivo de estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que permita que los ecosistemas se adapten de manera natural al cambio y asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada, de esta manera el desarrollo económico proseguiría de manera sostenible. Y veinte años después la situación es todavía peor.
Tengo sentimientos contrapuestos. Por un lado veo necesaria su existencia, pero desde que se creó no han hecho más que poner prórrogas a sus propios acuerdos. Por otro lado, el objetivo no es en realidad salvar los ecosistemas, ni esperar una regeneración de nuestro planeta; el objetivo es conservar la economía mundial y, partiendo de esta base, todo me chirría.
El lugar elegido este año es Dubai, un lugar cuya riqueza es el petróleo. Los Emiratos Árabes Unidos basan su riqueza en un 80% de la explotación petrolera y se va allí a hablar de reducir el uso de combustibles fósiles.
El presidente de la cumbre es el Sultan Al Jaber, un magnate de las petrolíferas; es la persona en la que este país confía para tratar el cambio climático, su ministro de industria y tecnología avanzada, el CEO de la Abu Dhabi National Oil Company y director ejecutivo de ADNOC, la empresa petrolera y gasística estatal que está ampliando su producción de combustibles fósiles. Vamos, todo un adalid del ecologismo mundial.
Díganme ustedes, llámenme loca pero, ¿no existe un claro y evidente conflicto de intereses entre los objetivos de la cumbre y los de su presidente? Pues no soy la única que lo piensa porque, entre muchos grupos ecologistas que lo han manifestado, Amnistía Internacional ha instado a Sultan Al Jaber a dimitir de su cargo en ADNOC, pues considera que este conflicto de intereses amenaza el éxito de la COP28, y que además es sintomático de la creciente influencia que el lobby de los combustibles fósiles ha podido ejercer en los Estados y en la COP. Es como si nombrásemos jefe de bomberos a un pirómano declarado.
A esta incongruencia deberíamos añadir el historial de este país en materia de derechos humanos, algo de lo que ya se estuvo hablando cuando se celebró allí el mundial en 2022. Que me expliquen por qué se le está dando tanta publicidad a este país, un país que no cumple con los derechos humanos, un país cuya forma de gobierno es una monarquía constitucional federal (dicho de otro modo: que no hay democracia), que la libre asociación está restringida, que los trabajadores carecen de derechos, en el que hay explotación infantil, que discrimina a la mujer convalidando en su legislación el maltrato de las mujeres y los hijos menores de edad por parte del marido o padre, mujeres que no pueden hacer nada sin el consentimiento de sus maridos (que no nos engañen con estadísticas de mujeres trabajando u ocupando puestos de liderazgo); un país en el que la violación está permitida y la denuncia es un delito de cárcel. Un país en el que la homosexualidad es un delito grave… Podría seguir con las joyas de este país, pero tengo límite de palabras por artículo y me temo que ya lo he cumplido.
¿Qué podemos esperar de esta cumbre? Sinceramente, y a punto de terminar el año más caluroso de la historia, el fracaso total.