El Teruel firma el peor inicio como foráneo desde que salió de Tercera

Helmántico, Riazor, Nou Estadi, Las Gaunas, El Toralín, Anxo Carro, Reino de León... Lugo, Salamanca, Ponferrada, Tarragona, Coruña, Logroño... El año pasado el CD Teruel jugaba en estadios de grandes capitales provinciales, coliseos de 20 y 30.000 personas de capacidad, ante grandes nombres del fútbol español con los que compitió de tú a tú y se quedó no muy lejos de poder mantener la categoría en Primera Federación. Pero no pudo, este año le toca jugar en Segunda RFEF. En el grupo 2, el vasco, navarro, riojano y aragonés, en el que se abren paso rivales de tradición e historia del balompié regional, con campos de fútbol lejos de los focos y las comodidades de los del año pasado.

Un proceso de adaptación y reinicio que al equipo mudéjar le está costando enfrentar bastante más de lo debido y de lo que le conviene, hasta tal punto que el Teruel ya es uno de los peores visitantes de la categoría, apenas un punto, un empate cosechado precisamente en el campo grande de Las Gaunas, frente a tres derrotas en Getxo, Anguiano y, la de este fin de semana, Barbastro. Una producción visitante muy escasa, que ancla al equipo en zona media-baja de la clasificación y que, además, es completamente desconocida en los últimos años. El Teruel ya ha firmado el peor arranque como visitante desde que saltó de la Tercera División aragonesa.

La comparación, de hecho, es preocupante ya si se mira respecto a lo que ocurrió el año pasado. En sus cuatro primeros desplazamientos en Primera Federación el Teruel cosechó dos derrotas y dos empates, un punto más de lo que ha obtenido este curso; la temporada pasada, terminada en descenso, coronó al equipo mudéjar como rey del empate, y le sirvió además para acumular catorce jornadas sin conocer la derrota fuera de casa. No le fue suficiente, no pudo cosechar puntos al principio y cayó, pero dejó un ejemplo de rendimiento foráneo que se ha derrumbado.

Líder fuera de casa en 2023

Los números aún son más llamativos comparados con la fiereza visitante del Teruel que compitió los dos cursos anteriores en el grupo levantino de Segunda Federación. En la temporada 22-23, la del ascenso a Primera, los cuatro primeros partidos fuera de casa del cuadro mudéjar se saldaron con dos victorias y otros tantos empates, ocho puntos en total para un equipo que ya era entonces líder destacado. Pero todavía es mayor el contraste con lo que sucedió la campaña anterior, la primera en Segunda Federación tras el ascenso desde Tercera.

Enclavado en la 21-22 en un grupo tercero en el que los equipos catalanes y baleares recibieron el refuerzo del Numancia, el CD Teruel había logrado diez puntos, tres triunfos y un empate, en sus cuatro primeras contiendas disputadas lejos de Pinilla. Aquel año el club rojillo ya jugó promoción para ascender, mostrando la importancia que tiene una cosecha aseada de puntos forasteros para alcanzar objetivos apreciables en liga. Sin embargo, este cuarto año por encima de la Tercera aragonesa ha comenzado pobre, rácano fuera de casa. El Teruel es víctima de su falta de contundencia en las áreas: arriba anota poco en relación con los ataques que genera. Y si abajo las marcas no se ajustan y los errores se acumulan, los rivales castigan con severidad. Errores no forzados, en Barbastro, o en Pinilla ante el Alavés B, cuestan ya demasiados puntos.