Dos centenares de personas entre alumnos y ponentes participan hasta este martes en el XXII Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín. Josep García
Mensajes que no llegan y manipulación: las bases del periodismo se agitan en Albarracín
La fotoperiodista Anna Surinyach habla de la búsqueda de nuevas fórmulas para contar historias
La manipulación que existe en torno a los movimientos migratorios fue el eje central de la ponencia que ofreció la fotoperiodista y editora gráfica de la revista 5W, Anna Surinyach. Ella contó en primera persona la forma en la que se controlan las imágenes y los testimonios que llegan a los lectores y espectadores. También se preguntó si sirve de algo mostrar fotografías de la gente que llega en patera, si el mensaje cala en el ciudadano y remueve conciencias y también qué opinan esos protagonistas sobre la imagen que de ellos mismos aparece en los medios. La charla fue la última de la jornada en el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín, que este año celebra su edición número XXII y que concentra a 200 profesionales del fotoperiodismo.
Surinyach planteó que uno de los lugares donde se ha sentido más manipulada para contar una historia es precisamente la frontera española. “Trabajé por primera vez aquí en 2018 y nos colocaron a 300 metros de la imagen a tomar”, que eran decenas de personas bajando de un barco, rescatados del mar, y añadió que el interés era “mostrarlos lejanos, diferentes a nosotros, tapados con mantas…”, describió. Aseguró que es muy difícil contar un fenómeno como la migración con todos los impedimentos que pone el Estado español. Tras esas primeras tomas les permitieron acercarse más a los que acaban de llegar, pero entraron decenas de periodistas y cámaras a grabar a la vez a los migrantes agrupados, a quienes les repartieron la comida lanzándosela para dar una imagen de caos que, semanas después se tradujo en “6 millones de euros para que Marruecos frenara la inmigración”, apostilló: “Me sentí totalmente manipulada”, concluyó, para añadir que jamás a vuelto a hacer crónicas de ese estilo.
La imagen que muestran los periodistas de las personas rescatadas en el mar no tiene nada que ver, aseguró, con la que ellos mismos intentan dar de sí mismos. “Mientras yo fotografío campos quemados en Marruecos, los protagonistas se hacen selfies con un mundo difícil, pero más bonito que el que yo enseño”, dijo. Esas crónicas periodísticas captan a las personas “en un momento muy jodido de sus vidas” y, aunque la mayoría están de acuerdo en formar parte de esa denuncia visual, el mensaje que llega es de un ser humano destrozado, “por mucho que digamos que era jefa de personal o médico en su país de origen es esa foto lo que impacta”, detalló.
Para mostrar otra visión de todas esas personas ha desarrollado un documental junto a Séverine Sajous, El selfie de las migraciones #boza, donde se cuentan los procesos migratorios a través de las imágenes tomadas por los propios protagonistas. El proceso fue costoso y durante el mismo descubrió que alguna de las protagonistas tardó un año en contar la verdad sobre su vida, lo que lleva a Anna Surinyach a preguntarse si los migrantes que entrevistan los periodistas en los barcos de rescate cuentan realmente la verdad sobre ellos o narran la verdad que el reportero busca.
Aunque la editora gráfica de la revista 5W se cuestiona constantemente el trabajo periodístico, reconoce que la foto documental tiene mucho sentido puesto que esas denuncias ayudan muchas veces a la población.
No obstante, tiene dudas de si hablar de los barcos que cruzan el Mediterráneo ayuda a entender realmente por lo que pasan los que viajan en esos cayucos, pero pese a ello todos los años documenta esa migración y busca historias de personas con nombres y apellidos, que es la mejor forma de que el mensaje cale.
La fotoperiodista asegura que mezclar las imágenes de denuncia con otras artes ayuda a que esos trabajos transciendan al fotoperiodismo, y puso como ejemplo el audiovisual que prepararon los músicos Judit Nedderman y Momi Maiga y que proyectan en sus conciertos, llegando así a un público al que, de otra forma, no lo haría. “Muchas veces hablamos para gente que ya está convencida y de lo que se trata es de llegar a los que no lo están”, concretó.
Otra cuestión que puso sobre la mesa fue que las noticias de las migraciones se traducen a un dato, “doce personas muertas en una patera es sólo una cifra, pero realmente esas personas son madres, padres, hijos e hijas”, dijo, de ahí su interés por contar las historias que hay detrás. El tratamiento periodístico de las migraciones a través del Mediterráneo ha cambiado y mientras en 2015 la localización de una patera con doce personas muertas “hubiera abierto los informativos, en 2018 era una más”, describió.
Cerró su intervención con un avance del proyecto en el que está trabajando ahora y que se centra en contar las historias de los migrantes que perecen en el mar. “Cada día, desde 2014, mueren nueve personas, que se sepa, una cifra mucho más alta que las de los conflictos que están en las noticias y, sin embargo, de ellos no se habla”, lamentó. No hay certificados de defunción y las familias se quedan sin conocer el paradero de sus hijos. Su objetivo es crear un espacio donde la gente entienda la magnitud del fenómeno y que sirva para homenajear a esas víctimas anónimas.
Cuando acabó la ponencia de Surinyach, el director del Seminario, Gervasio Sánchez, compartió la denuncia realizada por la fotoperiodista acerca de las ONGs que operan en las zonas en conflicto y aseguró que “muchas han perdido su objetivo fundacional. El márquetin ha secuestrado la comunicación y desde las escuelas de negocios han llegado profesionales para los que Médicos Sin Fronteras es una marca, como la Coca-Cola”, lamentó.
La co-directora del congreso, Sandra Balsells fue la encargada de cerrar la charla y en sus palabras describió a Anna Surinyach como “la fotógrafa de referencia en el tema de los movimientos migratorios”, un título que ha logrado por “buscar nuevas fórmulas para contar historias, ha sido muy incorformista con aspectos clásicos del periodismo”. En este sentido Balsells reconoció el valor de la editora gráfica por lanzar el mensaje “más allá de las fotos de prensa, que lamentablemente ya no llegan, no provocan impacto pese a la gravedad de los hechos”, sentenció.
Ricardo Cases abrió la sesión del domingo del Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín mostrando su último trabajo, el libro El ficus del parterre, que es fruto del trabajo que realiza desde 2018 y en el que ha intentado plasmar una crónica de su ciudad, Valencia, pero no buscando lo que todos los medios de comunicación publican, sino “situaciones con poco prestigio”.
“Necesitaba tener una conversación íntima con mis fotos”, explicó y se fue a Valencia a que su cámara se “estimulara por el ritmo frenético de la ciudad”, de los trabajadores, con los que se siente “muy identificado”
En ese proceso intentó tomar fotos cosas que no había hecho en esos diez años en los que todos los días salía a buscar una crónica para El Mundo, y decidió seguir con esa idea de búsqueda, pero intentado captar “aquello a lo que los medios no prestan atención”, sentenció.
Cases reconoció estar ahora experimentando nuevas formas de trabajar, dejando que el azar marque las tomas, como el hallazgo de un globo en plena ciudad o el hecho de convertir en un proyecto fotográfico algo que en sus inicios no lo era. Animó a todos los asistentes a seguir con esa “búsqueda incansable y preciosa de la foto soñada, hay que insistir e insistir en ello”, sentenció
La tarde del domingo se destinó a la realización de los talleres y a la valoración de los trabajos. Además, la intensa jornada concluyó con la proyección de los audiovisuales de Álvaro Calvo, Herstories: Los relatos de ellas; Gallero, de Antonio González Caro; Un ambiente soleado, de Cases, Purificar. Renacer. Trascender, de Soledad Córdoba, y Cuando todo se derrumba, de Surinyach.
La profesora de Bellas Artes Soledad Córdoba ofreció en el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín una ponencia titulada Sumergirse en lo incorpóreo. Una travesía emocional, en la que habló de su proceso creativo, en el que su propio cuerpo es objeto, soporte y campo de batalla, un lienzo sobre el que proyecta la poética de la imagen para llegar al espectador y abrir un diálogo con él. Sus vivencias son parte de un posible proyecto y, tras de cada uno de ellos, hay casi siempre una crisis, personal o artística, reconoció.
Su obra tiene una gran carga poética porque, como desveló, le gusta trabajar con imágenes que no sean literales, sino que inviten a pensar al espectador. Y es que la poesía ofrece capacidad de interpretación al lector y, en su caso, permite que el espectador vaya más allá de lo que ella misma se plantea.
Crea siempre con la idea subyacente del diálogo, de que el espectador se enfrente a su obra y la interprete a partir de sus vivencias personales y hay veces, reconoce, que los que la ven le dan una visión que ella ni siquiera se había planteado.
La artista, muy vinculada al grado de Bellas Artes del Campus de Teruel, hizo un repaso en Albarracín por más de un cuarto de siglo de trabajo, y reconoció que concibe su obra “como un proyecto extendido en el tiempo”, aunque focaliza diferentes temas dentro de ella. Sus creaciones fusionan, según ella mismo planteó, tres ámbitos, el vital, el conceptual y el técnico e intenta eliminar cualquier referente de su cotidianidad para llevar sus creaciones a un plano más abstracto y universal. En este sentido, indicó que aunque utiliza su propio cuerpo, porque su obra tiene mucho de performática y en ella realiza acciones físicas que tiene que sufrir en sus carnes, no se representa a sí misma, “sino como mujer universal”.
Especificó que a lo largo de su trayectoria ha ido visualizando el cuerpo de forma distinta. En un primer momento era el lienzo sobre el que construir la pieza artística y ahora, poco a poco, se ha ido saliendo de ese cuerpo, que queda como un elemento, un personaje que observa la naturaleza, de la que todos formamos parte y hay que conservar.
Córdoba cuenta con un cuaderno en el que dibuja el proceso para captar esa imagen que tiene en su cabeza. Plasmarlo con lápiz o acuarela supone “un medio de reflexión y de análisis”. Apuesta por la simbología a la hora de construir una captura y en ella no hay elementos decorativos puesto que elimina todo lo que puede interrumpir y lo que aparece “está hablando”, aseguró.
Expuso diferentes trabajos, entre ellos uno que realizó en París a través de una beca en el que, por primera vez, se planteó desaparecer de su obra, un objetivo que no logró cumplir, aunque sí hay algunas de las tomas en las que proyecta sobre el estudio de creación estímulos y sensaciones.
Otro de los proyectos que mostró en Albarracín fue Los estados del alma, realizado gracias a una Beca Leonardo que le permitió trabajar cuatro meses en los desiertos de Estados Unidos. Durante ese tiempo recorrió varios estados para localizar espacios desérticos donde poder trabajar con libertad en lo que ella denomina “ritos”.
Concluyó su intervención en Albarracín con el proyecto en el que está inmersa en los últimos años a raíz de su experiencia personal como madre, Mater Oblatio, dedicado a mostrar la maternidad “con sus luces y sus sombras”.
Surinyach planteó que uno de los lugares donde se ha sentido más manipulada para contar una historia es precisamente la frontera española. “Trabajé por primera vez aquí en 2018 y nos colocaron a 300 metros de la imagen a tomar”, que eran decenas de personas bajando de un barco, rescatados del mar, y añadió que el interés era “mostrarlos lejanos, diferentes a nosotros, tapados con mantas…”, describió. Aseguró que es muy difícil contar un fenómeno como la migración con todos los impedimentos que pone el Estado español. Tras esas primeras tomas les permitieron acercarse más a los que acaban de llegar, pero entraron decenas de periodistas y cámaras a grabar a la vez a los migrantes agrupados, a quienes les repartieron la comida lanzándosela para dar una imagen de caos que, semanas después se tradujo en “6 millones de euros para que Marruecos frenara la inmigración”, apostilló: “Me sentí totalmente manipulada”, concluyó, para añadir que jamás a vuelto a hacer crónicas de ese estilo.
La imagen que muestran los periodistas de las personas rescatadas en el mar no tiene nada que ver, aseguró, con la que ellos mismos intentan dar de sí mismos. “Mientras yo fotografío campos quemados en Marruecos, los protagonistas se hacen selfies con un mundo difícil, pero más bonito que el que yo enseño”, dijo. Esas crónicas periodísticas captan a las personas “en un momento muy jodido de sus vidas” y, aunque la mayoría están de acuerdo en formar parte de esa denuncia visual, el mensaje que llega es de un ser humano destrozado, “por mucho que digamos que era jefa de personal o médico en su país de origen es esa foto lo que impacta”, detalló.
Para mostrar otra visión de todas esas personas ha desarrollado un documental junto a Séverine Sajous, El selfie de las migraciones #boza, donde se cuentan los procesos migratorios a través de las imágenes tomadas por los propios protagonistas. El proceso fue costoso y durante el mismo descubrió que alguna de las protagonistas tardó un año en contar la verdad sobre su vida, lo que lleva a Anna Surinyach a preguntarse si los migrantes que entrevistan los periodistas en los barcos de rescate cuentan realmente la verdad sobre ellos o narran la verdad que el reportero busca.
Aunque la editora gráfica de la revista 5W se cuestiona constantemente el trabajo periodístico, reconoce que la foto documental tiene mucho sentido puesto que esas denuncias ayudan muchas veces a la población.
No obstante, tiene dudas de si hablar de los barcos que cruzan el Mediterráneo ayuda a entender realmente por lo que pasan los que viajan en esos cayucos, pero pese a ello todos los años documenta esa migración y busca historias de personas con nombres y apellidos, que es la mejor forma de que el mensaje cale.
La fotoperiodista asegura que mezclar las imágenes de denuncia con otras artes ayuda a que esos trabajos transciendan al fotoperiodismo, y puso como ejemplo el audiovisual que prepararon los músicos Judit Nedderman y Momi Maiga y que proyectan en sus conciertos, llegando así a un público al que, de otra forma, no lo haría. “Muchas veces hablamos para gente que ya está convencida y de lo que se trata es de llegar a los que no lo están”, concretó.
Otra cuestión que puso sobre la mesa fue que las noticias de las migraciones se traducen a un dato, “doce personas muertas en una patera es sólo una cifra, pero realmente esas personas son madres, padres, hijos e hijas”, dijo, de ahí su interés por contar las historias que hay detrás. El tratamiento periodístico de las migraciones a través del Mediterráneo ha cambiado y mientras en 2015 la localización de una patera con doce personas muertas “hubiera abierto los informativos, en 2018 era una más”, describió.
Cerró su intervención con un avance del proyecto en el que está trabajando ahora y que se centra en contar las historias de los migrantes que perecen en el mar. “Cada día, desde 2014, mueren nueve personas, que se sepa, una cifra mucho más alta que las de los conflictos que están en las noticias y, sin embargo, de ellos no se habla”, lamentó. No hay certificados de defunción y las familias se quedan sin conocer el paradero de sus hijos. Su objetivo es crear un espacio donde la gente entienda la magnitud del fenómeno y que sirva para homenajear a esas víctimas anónimas.
Cuando acabó la ponencia de Surinyach, el director del Seminario, Gervasio Sánchez, compartió la denuncia realizada por la fotoperiodista acerca de las ONGs que operan en las zonas en conflicto y aseguró que “muchas han perdido su objetivo fundacional. El márquetin ha secuestrado la comunicación y desde las escuelas de negocios han llegado profesionales para los que Médicos Sin Fronteras es una marca, como la Coca-Cola”, lamentó.
La co-directora del congreso, Sandra Balsells fue la encargada de cerrar la charla y en sus palabras describió a Anna Surinyach como “la fotógrafa de referencia en el tema de los movimientos migratorios”, un título que ha logrado por “buscar nuevas fórmulas para contar historias, ha sido muy incorformista con aspectos clásicos del periodismo”. En este sentido Balsells reconoció el valor de la editora gráfica por lanzar el mensaje “más allá de las fotos de prensa, que lamentablemente ya no llegan, no provocan impacto pese a la gravedad de los hechos”, sentenció.
Cases y su anticrónica
Ricardo Cases abrió la sesión del domingo del Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín mostrando su último trabajo, el libro El ficus del parterre, que es fruto del trabajo que realiza desde 2018 y en el que ha intentado plasmar una crónica de su ciudad, Valencia, pero no buscando lo que todos los medios de comunicación publican, sino “situaciones con poco prestigio”.
“Necesitaba tener una conversación íntima con mis fotos”, explicó y se fue a Valencia a que su cámara se “estimulara por el ritmo frenético de la ciudad”, de los trabajadores, con los que se siente “muy identificado”
En ese proceso intentó tomar fotos cosas que no había hecho en esos diez años en los que todos los días salía a buscar una crónica para El Mundo, y decidió seguir con esa idea de búsqueda, pero intentado captar “aquello a lo que los medios no prestan atención”, sentenció.
Cases reconoció estar ahora experimentando nuevas formas de trabajar, dejando que el azar marque las tomas, como el hallazgo de un globo en plena ciudad o el hecho de convertir en un proyecto fotográfico algo que en sus inicios no lo era. Animó a todos los asistentes a seguir con esa “búsqueda incansable y preciosa de la foto soñada, hay que insistir e insistir en ello”, sentenció
La tarde del domingo se destinó a la realización de los talleres y a la valoración de los trabajos. Además, la intensa jornada concluyó con la proyección de los audiovisuales de Álvaro Calvo, Herstories: Los relatos de ellas; Gallero, de Antonio González Caro; Un ambiente soleado, de Cases, Purificar. Renacer. Trascender, de Soledad Córdoba, y Cuando todo se derrumba, de Surinyach.
Soledad Córdoba: el cuerpo como lienzo poético para llegar al espectador
La profesora de Bellas Artes Soledad Córdoba ofreció en el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín una ponencia titulada Sumergirse en lo incorpóreo. Una travesía emocional, en la que habló de su proceso creativo, en el que su propio cuerpo es objeto, soporte y campo de batalla, un lienzo sobre el que proyecta la poética de la imagen para llegar al espectador y abrir un diálogo con él. Sus vivencias son parte de un posible proyecto y, tras de cada uno de ellos, hay casi siempre una crisis, personal o artística, reconoció.
Su obra tiene una gran carga poética porque, como desveló, le gusta trabajar con imágenes que no sean literales, sino que inviten a pensar al espectador. Y es que la poesía ofrece capacidad de interpretación al lector y, en su caso, permite que el espectador vaya más allá de lo que ella misma se plantea.
Crea siempre con la idea subyacente del diálogo, de que el espectador se enfrente a su obra y la interprete a partir de sus vivencias personales y hay veces, reconoce, que los que la ven le dan una visión que ella ni siquiera se había planteado.
La artista, muy vinculada al grado de Bellas Artes del Campus de Teruel, hizo un repaso en Albarracín por más de un cuarto de siglo de trabajo, y reconoció que concibe su obra “como un proyecto extendido en el tiempo”, aunque focaliza diferentes temas dentro de ella. Sus creaciones fusionan, según ella mismo planteó, tres ámbitos, el vital, el conceptual y el técnico e intenta eliminar cualquier referente de su cotidianidad para llevar sus creaciones a un plano más abstracto y universal. En este sentido, indicó que aunque utiliza su propio cuerpo, porque su obra tiene mucho de performática y en ella realiza acciones físicas que tiene que sufrir en sus carnes, no se representa a sí misma, “sino como mujer universal”.
Especificó que a lo largo de su trayectoria ha ido visualizando el cuerpo de forma distinta. En un primer momento era el lienzo sobre el que construir la pieza artística y ahora, poco a poco, se ha ido saliendo de ese cuerpo, que queda como un elemento, un personaje que observa la naturaleza, de la que todos formamos parte y hay que conservar.
Córdoba cuenta con un cuaderno en el que dibuja el proceso para captar esa imagen que tiene en su cabeza. Plasmarlo con lápiz o acuarela supone “un medio de reflexión y de análisis”. Apuesta por la simbología a la hora de construir una captura y en ella no hay elementos decorativos puesto que elimina todo lo que puede interrumpir y lo que aparece “está hablando”, aseguró.
Expuso diferentes trabajos, entre ellos uno que realizó en París a través de una beca en el que, por primera vez, se planteó desaparecer de su obra, un objetivo que no logró cumplir, aunque sí hay algunas de las tomas en las que proyecta sobre el estudio de creación estímulos y sensaciones.
Otro de los proyectos que mostró en Albarracín fue Los estados del alma, realizado gracias a una Beca Leonardo que le permitió trabajar cuatro meses en los desiertos de Estados Unidos. Durante ese tiempo recorrió varios estados para localizar espacios desérticos donde poder trabajar con libertad en lo que ella denomina “ritos”.
Concluyó su intervención en Albarracín con el proyecto en el que está inmersa en los últimos años a raíz de su experiencia personal como madre, Mater Oblatio, dedicado a mostrar la maternidad “con sus luces y sus sombras”.
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