Síguenos
Los orígenes del esperanto en Teruel, en una obra bilingüe de Serafín Aldecoa Los orígenes del esperanto en Teruel, en una obra bilingüe de Serafín Aldecoa

Los orígenes del esperanto en Teruel, en una obra bilingüe de Serafín Aldecoa

El libro se presenta este jueves, 9 de diciembre, a las 19,30 horas en el Museo de Teruel
banner click 236 banner 236

El Museo Provincial de Teruel acogerá este jueves, a partir de las 19.30 horas, la presentación de Esperanto y Esperantistas de Teruel, libro bilingüe, escrito por Serafín Aldecoa, traducido por Alejandro Pareja y editado por la asociación de esperantistas turolenses Liberanimo, con el apoyo del Gobierno de Aragón, y TerueliGráfica. La obra repasa la historia y los principales protagonistas de la introducción del esperanto en la provincia de Teruel, durante las primeras décadas del siglo XX.

El libro, del que se han editado 300 ejemplares, el el colofón de un proyecto que nació en febrero de 2019, cuando Liberanimo organizó en Teruel una exposición sobre el esperanto y su relación con el anarquismo, junto a la CGT. Alberto Granados, presidente de Liberanimo, pidió al historiador Serafín Aldecoa que ofreciera una charla sobre los inicios del esperanto en la provincia, y esa charla generó una investigación mucho más ambiciosa y extensa, sobre todo a partir de las publicaciones valencianas esperantistas de principios del siglo XX, La Suno Hispana (El Sol Español) y Hispana Jarlibro (Anuario Español).

En diciembre de 2019 se ultimaban los detalles del libro, de cara a que pudiera presentarse durante el Congreso Nacional de Esperanto que iba a tener lugar en mayo de 2020, y que hubo de suspenderse por la irrupción de la pandemia.

Un territorio pionero

Buena parte del interés del libro tiene que ver con que Teruel, pese a su aislamiento, fue uno de los primeros lugares de España donde se establecieron grupos de difusión del esperanto, “después de Murcia y Valencia, que fueron los primeros en 1902 y 1903”, según Aldecoa, “y quizá Málaga, de eso no estamos seguros”, matiza Granados.

El esperanto se relacionó pronto con el movimiento obrero, el anarquismo, el socialismo y el marxismo-leninismo, por cuanto la idea de un lenguaje universal cuadraba con ese ideario de internacionalismo y solidaridad mundial que perseguían, y al que hace referencia el concepto esperantista de homaranismo, una interpretación del judaísmo desde el internacionalismo que realizó el propio Zamenhoff. Esa identificación provocó que el franquismo persiguiera el esperanto -con excepciones como Frateco, en Zaragoza- hasta, al menos, la década de los 50, cuando ya estaba muy debilitado. “Sin embargo también existió el perfil del esperantista conservador, franquista y de derechas”, apunta Alberto Granados, “como Miguel Sancho Izquierdo”. Y de hecho no solo los primeros esperantistas fueron burgueses con poderío político y económico, en su gran mayoría, sino que quienes introdujeron la lengua en España fueron los Escolapios.

Así ocurrió en Murcia, Valencia y también en Albarracín o Alcañiz, como recoge la obra de Aldecoa. “Vicente Agut es Escolapio y es quien lleva el esperanto desde Valencia hasta Albarracín, dando las primeras clases y creando en 1903, apenas 16 años después de que el oftalmólogo polaco Zamenhoff hubiera creado la primera gramática de esperanto, un grupo que se llamó Santa María de Albarracín. Estaba formado fundamentalmente por religiosos y algún alto funcionario”. En algún momento entre ese año y 1906 Julio Belenguer aprendió la nueva lengua y la llevó a Teruel capital, creando un grupo estable que se reunía en un piso del número 1 de la calle San Juan, y del cual se desconoce el nombre.

Y de ahí saltó a otro de los grandes núcleos urbanos de Teruel, Alcañiz, donde también se introdujo a través de las Escuelas Pías. Allí además se dio un caso particular, ya que destacó la esperantista Sara Maynar, “que si no nos equivocamos fue la primera mujer aragonesa que tuvo el título de abogada”, apunta Alberto Granados, “y fue todo un personaje”. Aunque ella era zaragozana, su familia provenía de Alcañiz y en su Instituto, además del de Teruel, ejerció la docencia durante algunos años, siendo la responsable, junto a otros como el propio Belenguer, de que el esperanto se introdujera durante algunos años en la enseñanza reglada de los institutos y Escuelas Normales. “Sabemos que se impartieron clases, pero no tenemos datos sobre su seguimiento y sobre el alcance que tuvieron”, admite Aldecoa.

La obra da cuenta de otras ilustres esperantistas que hubo en la provincia además de Sara Maynar, como Ramona Andreu en Alcañiz, Gregoria Pérez y Rosario Fernández en Teruel o Pilar Tomás en Puertomingalvo.

Núcleos de población

Al respecto de esta última localidad, es interesante comprobar como la obra de Aldecoa refleja que, además de los grandes núcleos de población, como los mencionados Albarracín, Teruel y Alcañiz, el esperanto también se asentó en diferentes pueblos del Maestrazgo, Gúdar-Javalambre u otras comarcas, en la época bastanta aislados, como Puertomingalvo, Nogueruelas o Alfambra, localidad donde “todos los guardias civiles eran esperantistas”, apunta Granados. “Quizá quien más contribuyó en este sentido fue Francisco Villarroya, que trabajó como farmacéutico en Teruel y también en Cuevas de Almudén”, recuerda Aldecoa. Villarroya, que acabo siendo fusilado por el régimen franquista, creó incluso el Fagepir, una variante del esperanto que intentó simplificar todavía más su enseñanza.

En Calamocha, otra de las localidades turolenses importantes donde existieron esperantistas, fue de especial relevancia el profesor Ricardo Mallén, que hoy da nombre al colegio de la localidad.  Mallén fue sometido durante el franquismo a un proceso de depuración “del que salió más o menos indemne, pero tuvo que vivir durante el resto de su vida en un exilio interior, que le llevó por ejemplo a no volver a manejar el esperanto”, según Alberto Granados.

La Maleta de Belenguer

Aunque revistas como La Suno Hispana o Hispana Jarlibro se encuentran digitalizadas y de libre acceso en internet, donde es posible encontrar abundante documentación sobre el esperanto, como apunta Aldecoa, mucha de la información relativa a esta lengua en Teruel se encuentra perdida. Es el caso de la Maleta de Belenguer, una maleta de la que se presume su existencia, y que contendría libros, documentos, actas y papeles del esperantista y filántropo turolense Julio Belenguer, uno de los nombres clave. “La familia está muy dispersa por España y no saben donde está esa supuesta maleta”, explica Alberto Granados. “Sospechan que la tiene una rama lejana que está por Cambrills, pero parece que no hay forma de localizarla”.

Lo que sí se tiene, por pura casualidad, es una postal que Julio Belenguer escribió de su puño y letra con matasellos francés.

El arquitecto turolense Antonio Pérez, coleccionista de postales antiguas de Teruel, localizó y compró hace más de tres décadas una postal con una imagen del Óvalo. El idioma en la que estaba escrita era ininteligible para él, y preguntando comprobó que se trataba de esperanto. El propio Alberto Granados la tradujo, y comprobó que se trataba de una postal escrita por Julio Belenguer en 1912, en la que le pedía a un esperantista de Lyon que le ayudara a montar una exposición con imágenes de trajes regionales de todo el mundo, con el objetivo de promocionar el esperanto “que tenía muchos enemigos en Teruel”, recuerda Granados. “Sabemos que Belenguer realizó muchas exposiciones para impulsar el esperanto, y también que era muy habitual entre los esperantistas de todo el mundo que se cartearan y se comunicaran a través de correspondencia”.

Serafín Aldecoa afirma que su libro es un acercamiento a la lengua inventada por Zamenhoff “en sus primeros tiempos en Teruel”, y que esta línea de investigación todavía tiene un ancho campo por delante. Lo que no le resta importancia, ya que los listados de esperantistas por provincias que publicaba La Suno Hispana de vez en cuando revela que “Teruel fue durante muchos años una de las provincas de toda España con mayor número de esperantistas. En una época en la que en Zaragoza quizá había ocho, por aquí podía haber 60”.

El redactor recomienda