Imagen del Casino Turolense, actual sede del Círculo de Recreo Turolense, que celebra este año el centenario de su creación
Serafín Aldecoa: “No existe un relevo moderno a lo que fueron los antiguos casinos”
El historiador ofreció una charla dentro del centenario del Círculo de Recreo Turolense
Los cambios en los hábitos sociales y de ocio de la población y la introducción de la radio y la televisión en los hogares han sido dos de los factores que han determinado la práctica desaparición de los Casinos en España, en el pasado instituciones de enorme importancia cultural y política en numerosas localidades turolenses y españolas, y que no ha encontrado un sustitutivo real para las funciones que desempeñaba.
Esa es una de las conclusiones a las que llega el historiador turolense Serafín Aldecoa, que este martes ofreció una charla sobre el papel que desempeñaron los casinos desde mediados del siglo XIX y hasta prácticamente finales de XX. La impartió precisamente en el Casino de Teruel, durante el ciclo de actividades y conferencias que el Círculo de Recreo Turolense está realizando por el centenario que celebra la institución durante 2022.
Como apuntó en su conferencia Aldecoa, tanto en las grandes ciudades como en los pueblos los casinos fueron una manifestación más del sólido tejido asociativo que determinaba la sociedad del siglo XX. “De igual forma que existían asociaciones de tipo agrario, como los sindicatos de riego, o de Socorro Mutuo, las asociaciones obreras, etcétera, surgieron las Casas de Pueblo con un objetivo más general, de reunión y ocio”.
Aunque no en exclusiva, estos lugares fueron creados para pasar el tiempo de ocio, tomando café, conversando o escuchando la radio, y obviamente estaba dirigido a aquellas personas que, efectivamente, disponían de tiempo libre para invertirlo en ocio. “Así que los Casinos fueron elitistas desde el principio, en el sentido de que solo podían ir aquellos que tenían tiempo libre para invertir en el ocio, tomar café, jugar a las cartas conversando o leer la prensa. Es decir, abogados, ingenieros, industriales o grandes propietarios”. En sus inicios, el casino imitó el modelo de club social inglés. Además de esas actividades de ocio diario que desempeño, esos lugares también servían para celebrar banquetes, bautizos y fiestas familiares, y también acogieron bailes semanales, que eran eventos de cierta trascendencia social en las ciudades y pueblos de provincias.
El historiador apunta que, en general, los Casinos eran centros privados que imponían unas cuotas de entrada, como cualquier asociación, que en función de su cuantía le daba más exclusividad, ya que cuanto más alta era menos gente podía acceder y más prestigio demostraba su pertenencia. “Los casinos subían y bajaban sus cuotas en función de la cantidad de socios que tuviera, aunque hay que decir que se solían producir muchos impagos, impagos que no se reclamaban por la posición social de sus socios, y por tanto los casinos solían tener una economía algo precaria”.
Pese a todo desde mediados del siglo XIX los casinos proliferaron en todos los pueblos de cierta importancia, como Albarracín, Alfambra, Orihuela. En Teruel existieron más de media docena, aunque no simultáneamente, y en Alcañiz también hubo varios.
Y junto a esa tipología más habitual del casino como centro de ocio para las élites, también existieron aquellos con un carácter más específicamente políticos, “como los de Calanda, Castelserás, Alcorisa o Mas de las Matas”, señala Serafín Aldecoa.
En la capital turolense hubo dos casinos principales, el Círculo de Recreo Turolense propiamente dicho, “algo más elitista”, según Aldecoa, “y el Casino Mercantil, dirigido más hacia funcionarios, empleados de banca o del comercio, que era más liberal y admitía más gente”, llegando a contar con más de 650 socios en algún momento. La sede del Casino Mercantil estuvo en la calle San Juan, en el actual edificio de Ibercaja.
Al mismo tiempo llegaron a existir otros dos en Teruel; el Casino de la Libertad y la Nueva Peña. El primero era un casino de corte político y de carácter republicano, “que respondía al fuerte movimiento republicano que existió siempre en Teruel, y donde estuvieron los Borrajo y los presidentes del Partido Republicano”. Además de las actividades propias del ocio, en este tipo de casino tenían lugar reuniones de tipo político, mítines o tertulias.
Por último, Serafín Aldecoa también destacó la importancia de un cuarto casino en la capital turolense, la Nueva Peña, “que se montó en la Glorieta”.
Junto con los socios itinerantes, que era una figura formada por personas de cierto rango o funcionarios que pasaban algún tiempo en la ciudad, pero con carácter provisional, estaba el Socio de Honor, que incluso entre los casinos que no eran de carácter político marcaban de algún modo la tendencia o la ideología de sus miembros. “El Casino de Alcorisa, por ejemplo, nombró socio honorario al Conde Romanones, a la sazón jefe del Partido Liberal, lo que era toda una declaración de intenciones de la tendencia del casino”, subraya Aldecoa.
Esa tendencia la marcaba también la propia presidencia del Casino. Así, si en el Casino Republicano solían desempeñarla cargos del Partido Republicano en Teruel, en el Casino Turolense fueron presidente, por ejemplo, Francisco Ferrán, diputado del Partido Conservador, o José María Rivera González, presidente de la Diputación Provincial y alcalde de Teruel también por el Partido Conservador.
Esa concepción elitista de la mayor parte de los casinos se prolongaba sin excepción en la cuestión de género, ya que las mujeres tenían completamente prohibida la pertenencia o acceso a los casinos. “Esta discriminación hoy nos parece tremenda pero entonces era lo habitual”, apunta Aldecoa. “Y llegaba hasta tal punto que en el Casino de Monreal se celebró una asamblea para decidir si dejaban entrar o no a las chicas que cuidaban de los niños, que sí podían entrar. Se votó y finalmente se decidió que no”.
A nivel personal, Serafín Aldecoa concluye que no ha existido un relevo para la figura del casino en nuestra sociedad, sino que esta ha sido desbancada por el cambio de hábitos de la sociedad, especialmente en lo referente al ocio. “A pesar de que los casinos fueron perdiendo paulatinamente su carácter elitista, y cada vez se abrían a más personas, fueron desapareciendo con los años sin que fueran sustituidos por entidades parecidas. Las asociaciones culturales que hoy en día existen responden a otra cosa, ya que no son generalistas sino enfocadas a una actividad concreta”.
En general Aldecoa afirma que los hábitos modernos se han vuelto más “individualistas” y menos volcados a la interacción social que era razón de ser de los casinos. “Además antes no todo el mundo podía tener televisión o radio, y en 1920 si querías escucharla tenías que ir allí. Cuando estos aparatos se popularizaron y empezaron a estar en todas las casas la gente tuvo cada vez menos necesidad de acudir”.
En pleno siglo XXI el Círculo de Recreo Turolense ha retomado desde 2015 su actividad abierta al público, y viene organizando conferencias y debates sobre los más variados temas relacionados con la actualidad política, económica e informativa, así como presentaciones literarias y poéticas.
Durante 2022 esta actividad se ha incrementado con motivo de la celebración del primer centenario de la fundación del Casino Turolense.
Esa es una de las conclusiones a las que llega el historiador turolense Serafín Aldecoa, que este martes ofreció una charla sobre el papel que desempeñaron los casinos desde mediados del siglo XIX y hasta prácticamente finales de XX. La impartió precisamente en el Casino de Teruel, durante el ciclo de actividades y conferencias que el Círculo de Recreo Turolense está realizando por el centenario que celebra la institución durante 2022.
Como apuntó en su conferencia Aldecoa, tanto en las grandes ciudades como en los pueblos los casinos fueron una manifestación más del sólido tejido asociativo que determinaba la sociedad del siglo XX. “De igual forma que existían asociaciones de tipo agrario, como los sindicatos de riego, o de Socorro Mutuo, las asociaciones obreras, etcétera, surgieron las Casas de Pueblo con un objetivo más general, de reunión y ocio”.
Aunque no en exclusiva, estos lugares fueron creados para pasar el tiempo de ocio, tomando café, conversando o escuchando la radio, y obviamente estaba dirigido a aquellas personas que, efectivamente, disponían de tiempo libre para invertirlo en ocio. “Así que los Casinos fueron elitistas desde el principio, en el sentido de que solo podían ir aquellos que tenían tiempo libre para invertir en el ocio, tomar café, jugar a las cartas conversando o leer la prensa. Es decir, abogados, ingenieros, industriales o grandes propietarios”. En sus inicios, el casino imitó el modelo de club social inglés. Además de esas actividades de ocio diario que desempeño, esos lugares también servían para celebrar banquetes, bautizos y fiestas familiares, y también acogieron bailes semanales, que eran eventos de cierta trascendencia social en las ciudades y pueblos de provincias.
El historiador apunta que, en general, los Casinos eran centros privados que imponían unas cuotas de entrada, como cualquier asociación, que en función de su cuantía le daba más exclusividad, ya que cuanto más alta era menos gente podía acceder y más prestigio demostraba su pertenencia. “Los casinos subían y bajaban sus cuotas en función de la cantidad de socios que tuviera, aunque hay que decir que se solían producir muchos impagos, impagos que no se reclamaban por la posición social de sus socios, y por tanto los casinos solían tener una economía algo precaria”.
Pese a todo desde mediados del siglo XIX los casinos proliferaron en todos los pueblos de cierta importancia, como Albarracín, Alfambra, Orihuela. En Teruel existieron más de media docena, aunque no simultáneamente, y en Alcañiz también hubo varios.
Y junto a esa tipología más habitual del casino como centro de ocio para las élites, también existieron aquellos con un carácter más específicamente políticos, “como los de Calanda, Castelserás, Alcorisa o Mas de las Matas”, señala Serafín Aldecoa.
En la capital turolense hubo dos casinos principales, el Círculo de Recreo Turolense propiamente dicho, “algo más elitista”, según Aldecoa, “y el Casino Mercantil, dirigido más hacia funcionarios, empleados de banca o del comercio, que era más liberal y admitía más gente”, llegando a contar con más de 650 socios en algún momento. La sede del Casino Mercantil estuvo en la calle San Juan, en el actual edificio de Ibercaja.
Al mismo tiempo llegaron a existir otros dos en Teruel; el Casino de la Libertad y la Nueva Peña. El primero era un casino de corte político y de carácter republicano, “que respondía al fuerte movimiento republicano que existió siempre en Teruel, y donde estuvieron los Borrajo y los presidentes del Partido Republicano”. Además de las actividades propias del ocio, en este tipo de casino tenían lugar reuniones de tipo político, mítines o tertulias.
Por último, Serafín Aldecoa también destacó la importancia de un cuarto casino en la capital turolense, la Nueva Peña, “que se montó en la Glorieta”.
Diferentes ideologías
Junto con los socios itinerantes, que era una figura formada por personas de cierto rango o funcionarios que pasaban algún tiempo en la ciudad, pero con carácter provisional, estaba el Socio de Honor, que incluso entre los casinos que no eran de carácter político marcaban de algún modo la tendencia o la ideología de sus miembros. “El Casino de Alcorisa, por ejemplo, nombró socio honorario al Conde Romanones, a la sazón jefe del Partido Liberal, lo que era toda una declaración de intenciones de la tendencia del casino”, subraya Aldecoa.
Esa tendencia la marcaba también la propia presidencia del Casino. Así, si en el Casino Republicano solían desempeñarla cargos del Partido Republicano en Teruel, en el Casino Turolense fueron presidente, por ejemplo, Francisco Ferrán, diputado del Partido Conservador, o José María Rivera González, presidente de la Diputación Provincial y alcalde de Teruel también por el Partido Conservador.
Esa concepción elitista de la mayor parte de los casinos se prolongaba sin excepción en la cuestión de género, ya que las mujeres tenían completamente prohibida la pertenencia o acceso a los casinos. “Esta discriminación hoy nos parece tremenda pero entonces era lo habitual”, apunta Aldecoa. “Y llegaba hasta tal punto que en el Casino de Monreal se celebró una asamblea para decidir si dejaban entrar o no a las chicas que cuidaban de los niños, que sí podían entrar. Se votó y finalmente se decidió que no”.
A nivel personal, Serafín Aldecoa concluye que no ha existido un relevo para la figura del casino en nuestra sociedad, sino que esta ha sido desbancada por el cambio de hábitos de la sociedad, especialmente en lo referente al ocio. “A pesar de que los casinos fueron perdiendo paulatinamente su carácter elitista, y cada vez se abrían a más personas, fueron desapareciendo con los años sin que fueran sustituidos por entidades parecidas. Las asociaciones culturales que hoy en día existen responden a otra cosa, ya que no son generalistas sino enfocadas a una actividad concreta”.
En general Aldecoa afirma que los hábitos modernos se han vuelto más “individualistas” y menos volcados a la interacción social que era razón de ser de los casinos. “Además antes no todo el mundo podía tener televisión o radio, y en 1920 si querías escucharla tenías que ir allí. Cuando estos aparatos se popularizaron y empezaron a estar en todas las casas la gente tuvo cada vez menos necesidad de acudir”.
En pleno siglo XXI el Círculo de Recreo Turolense ha retomado desde 2015 su actividad abierta al público, y viene organizando conferencias y debates sobre los más variados temas relacionados con la actualidad política, económica e informativa, así como presentaciones literarias y poéticas.
Durante 2022 esta actividad se ha incrementado con motivo de la celebración del primer centenario de la fundación del Casino Turolense.
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