Los aires parisinos que convirtieron a Salvador Victoria en un gran artista
El museo de Rubielos que lleva su nombre inaugura la muestra ‘Air de París’La década en la que el pintor Salvador Victoria (Rubielos de Mora, 1928-Alcalá de Henares, 1994) vivió en París, entre 1956 y 1964 resultó decisiva para el artista. El turolense se empapó del fértil ambiente artístico que tenía lugar en el centro de Europa, del color y la luz que se evocaba desde el París eterno, por oposición a la España oscura, encerrada y pacata de la dictadura franquista, a quien ni el aperturismo al turismo ni la visita de Ike Eisenhower lograron quitar del todo la pátina casposa y detenida en las procesiones y el costumbrismo.
Las nuevas corrientes estéticas influyeron de manera importante en un Salvador Victoria que creció como artista. Su retorno a España tuvo que ver con las nuevas condiciones que empezaron a darse en España para la abstracción, y el capital intelectual que Victoria y otros como él importaron a la España de los 60 resultó fundamental para el desarrollo de un arte novedoso y original español.
A ese periodo está dedicada la próxima exposición temporal que podrá verse en el Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora, titulada Air de París. La muestra está formada por obra y dibujos sobre papel realizados por el turolense durante su década parisina, que anticipan la entrada de lleno del artista en el siglo XX artístico.
La inauguración tendrá lugar este sábado 16 de noviembre, en un acto que tendrá lugar a partir de las 19 horas. La exposición está producida por la Fundación Antonio Pérez (Cuenca) por lo que durante el acto de apertura comparecerá su director, Jesús Carrascosa, acompañando a Ricardo García Prats, director del museo rubielano y a Marie Claire Decay, viuda de Salvador Victoria y presidenta de honor de la fundación que lleva su nombre. Además también se contará con la presencia del director del Museo de Bellas Artes de Valencia, del alcalde de Rubielos, Ángel Gracia, y del comisario de la exposición, Alfonso de la Torre.
La exposición, que permanecerá abierta en el museo turolense hasta el 16 de marzo, pudo verse por vez primera en el museo que la Fundación Antonio Pérez tiene en la localidad conquense de San Clemente en 2023. La muestra recibió un aluvión de visitantes y tuvo que ser prorrogada, y ahora visita en parte el Salvador Victoria. En parte porque una sección de la misma está desde el pasado 18 de octubre expuesta por varios espacios que dicha fundación tiene en Cuenca, bajo el título Un mundo otro (una revisión antológica).
Cerca de cincuenta obras
La exposición completa Air de París está formada por tres series de dibujos sobre papel que en total suman 48 obras. Su título hace referencia a la anécdota que se cuenta sobre Marcel Duchamp, según la cual su mecenas Walter Arensberg le pagó un viaje de Nueva York a París, en 1919, para que tomara un poco el aire fresco y recuperase la inspiración. Un vez allí el artista compró una ampolla de cristal de suero fisiológico en una farmacia, vació su contenido y le pidió al farmacéutico que volviera a cerrarla, quedando allí atrapado un pequeño soplo de aire de París. Confeccionó así su obra 50 cc of Paris Air, que forma parte de una colección conservada hoy en el Museo de Arte de Filadelfia.
Sin tanta ironia, los dibujos de Victoria en París sí que reflejan la efervescencia que rodeó al turolense durante su estancia en la capital francesa, recuperada de la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial y resistente todavía a perder su papel preponderante en el mundo de la cultura con respecto a la pujanza de Nueva York
Salvador Victoria había realizado estudios en Valencia y había vivido pequeños periodos en Madrid o Ibiza, pero establecerse en París con 28 años lo convirtió en el pintor que después fue. Compartió la agitada vida nocturna de Montparnasse y frecuentó las exposiciones de Henri Matisse, Georges Braque, o las numerosas colectivas que por aquel entonces organizaba el Salon de Mai o el Salon des Independents.
Allí se fraguó desde el informalismo que bullía en la capital francesa y se fundía con la abstracción y el arte geométrico. Salvador Victoria, artista permeable y de ojos permanentemente abiertos, indagó y se dejó empapar por las nuevas corrientes, y de forma decidida e incluso muchas veces autodidacta fue haciéndolas parte de él. En esas piezas de París, que en ese sentido casi podrían considerarse obra de formación, aunque de un periodo tardío, el artista se construye a sí mismo como pintor y como futuro grabador, faceta que tras su regreso de París ya no abandonará, desde 1967 hasta su muerte en 1994.
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