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El Museo Salvador Victoria se abre a  las puertas grises y opacas de Amalia Avia El Museo Salvador Victoria se abre a  las puertas grises y opacas de Amalia Avia
‘Mi casa’, pintura del hogar familiar de Amalia Avia en Madrid, donde se observa, en el pasillo, el cuadro de Salvador Victoria ‘Kas-ko’

El Museo Salvador Victoria se abre a las puertas grises y opacas de Amalia Avia

El centro expositivo de Rubielos inauguró este sábado la muestra temporal de este verano
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El Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora se abre al realismo dedicando la exposición temporal de este verano a Amalia Avia (Santa Cruz de la Zarza, Toledo, 1930-Madrid, 2011), la pintora realista de los espacios cotidianos, de los escenarios de la vida sin maquillar. Este sábado fue inaugurada La memoria de las puertas, una exposición de 17 óleos sobre tabla de la pintora que, junto a su marido, el también artista Lucio Muñoz, fuera gran amiga de Salvador Victoria y Marie Claire Decay.

A la inauguración asistieron unas setenta personas, entre ellas varios familiares del artista, la viuda de Salvador Victoria, Marie Claire Decay, y el alcalde de Rubielos, Ángel Gracia.
 

Familiares de Amalia Avia con eldirector museo, el alcalde de Rubielos y Marie Claire Decay, en la inauguración

El director del Museo Salvador Victoria, Ricardo García Prats, se mostró orgulloso de acoger esta muestra, la primera que se dedica a Avia en Aragón y destacó que su título, La memoria de las puertas, alude a la infancia de esta pintora toledana.

Si bien Lucio Muñoz fue un pintor abstracto, y de hecho uno de los principales exponentes del informalismo en España, Amalia Avia se movió siempre en el más estricto del figurativismo realista en el que hay que buscar a otros artistas como Antonio López. Las diecisiete pinturas que forman parte de la exposición, y que en 2022 formaron parte de una muestra antológica sobre la autora comisariada por la historiadora Estrella de Diego, reflejan la vocación que tuvo la pintura por reflejar los espacios cotidianos que albergan la vida común y corriente, las casas, las calles y las puertas de tiendas y colmados, superficies rugosas, sucias, desgastadas por el tiempo. Espacios de tránsito que, curiosamente siempre vaciaba del elemento humano en sus representaciones.
 

Puertas cerradas y espacios habitados en ‘El balcón de Pití’ (1988)

Bajo el título La memoria de las puertas se unifica el discurso expositivo de la muestra, comisariada en Rubielos por Ricardo García Prats, director del Museo Salvador Victoria. Está formada por puertas cerradas, puertas entreabiertas, puertas tapiadas, puertas en París, en Lisboa, también en Madrid, desde luego, donde desarrolló toda su carrera. Puertas que remiten en muchos casos a una historia anónima, con desconchones en las paredes, grafittis y atmósferas sugerentes que atrapan frente a la pintura.

Puertas cerradas

Como recordaba la periodista y escritora argentina Mercedes Halfon en el catálogo de la exposición retrospectiva de de Avia en Madrid hace dos años, la infancia desgraciada de la pintora marcó el devenir de su obra posterior, como recogió su hijo Nicolás Muñoz Avia en el documental De puertas para adentro, apuntes sobre Amalia Avia. La pintura vivió su primera infancia en Madrid, ciudad que siempre le apasionó y donde su padre, Félix Avia García, era diputado de la CEDA por Toledo. El 29 de julio de 1936, a los seis años de nacer Avia, fue asesinado en Santa Cruz de la Zarza, adonde tuvo que regresar con su familia. Poco después murieron dos de sus hermanos por tuberculosis. Según escribe Halfon, “luego de la muerte de su padre y sus dos hermanos mayores, las puertas y ventanas de sus habitaciones fueron cerradas. Nadie volvió a entrar. Amalia quedó del lado de afuera, donde siguió, como siempre sigue, la vida. Años después empezó a pintar”.
 

‘Marcado de Santander’, óleo pintado por Amalia Avia en 1988

El título también es un guiño a las memorias de la propia pintura, De puertas para adentro (Taurus, 2004), en las que vuelve a aparecer esa puerta concebida para ser abierta pero que casi nunca aparece como tal, características de su universo artístico. Ella redactó esas memorias con pulcritud de cronista, y en ellas destacaba que necesitaba plasmar todo lo que veía y que su búsqueda se centraba siempre “en los tonos apagados y suaves”. Sobre el color afirmaba:ˆ “no sé qué es lo que hay en mí que me impide llevar el color a mi pintura; color brillante o fuerte, quiero decir, porque color sí tienen mis cuadros, siempre apagado, suavizado, amortiguado, como si las cosas quisieran simular su posesión y pedir perdón por ella. Muchas veces me han preguntado el porqué de esta neblina y he tenido que contestar siempre la verdad: que no lo sé”.

En muchas de las pinturas que forman parte de la exposición en Rubielos de Mora se pueden comprobar todas esas afirmaciones: Despacho de leche (1994), Calle de San Mateo (1974), El Japón de los Ángeles (1995) o El mercado de Santander (1988) son buenos ejemplos de ellos.

La exposición también recoge algunas de sus pinturas interiores, una de ellas, Mi casa (1976), ha sido elegida como portada del catálogo en el Museo Salvador Victoria. Su director, Ricardo García Prats, explica que ese lienzo refleja la casa en la que vivía la familia en Madrid, y se da la circunstancia de que hay una pintura de los años 70 de Salvador Victoria titulada Kas-ko. Ese cuadro es propiedad de la familia Muñoz Avia y forma parte también de la exposición, mientras que Mi casa puede verse gracias a la donación temporal de la colección de la Librería Antonio Machado de Madrid.
 

‘Tienda de máquinas’ (1987), una de las pinturas características de la artista toledana

Esa relación entre Avia y Salvador Victoria también aparece recogida en las memorias de la pintura, a propósito de su estancia en la Bienal de Venecia de 1960: “En Venecia había gran concentración de artistas y encontramos muchos amigos. Allí estaba Joaquín Ramo con su mujer, Tita Guinard, y Salvador Victoria con la suya, Marie Claire: las dos parejas vivían en París y eran ya entonces grandes amigos nuestros”.

Ricardo García Prats ve matices de abstracción en la pintura rigurosamente realista de Amalia Avia. Y cita a su hijo Rodrigo cuando escribió que “no le preocupaba tanto la luz o el espacio o la literalidad mimética como la verdad material de aquello que nos ponía delante, el sedimento que habían dejado el tiempo y las personas en la piel de la ciudad y en los objetos”.

Así, la pintora sacudía el pincel sobre el lienzo para esparcir gotas de óleo diluido, o a veces pegaba papeles de periódico sobre los muros desconchados de las fachadas que, al despegarlos, creaban en el óleo texturas y degradados. En alguna ocasión, cuenta García Prats en el catálogo de la exposición, llevaba los cuadros aparentemente terminados al jardín, los rociaba con aguarrás y les prendía fuego en ciertas zonas de una manera controlada, consiguiendo así dar gran expresividad a las fachadas y portales, logrando plasmar ese paso del tiempo como cicatriz en los edificios que ella buscaba.

La exposición inaugurada el sábado podrá visitarse en el Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora (Calle Hospital, 13) hasta el próximo 29 de septiembre. El horario del centro expositivo es de jueves, viernes y sábados de 11 a 14 horas y de 17 a 20 horas; y domingos y festivos de 11 a 14 horas.

Biografía

Amalia Avia nació en 1930 en Santa Cruz de la Zarza (Toledo), y vivió su primera infancia en Madrid, donde su padre era diputado de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) por Toledo. Su asesinato en los primeros días tras el golpe de Estado de 1936 y la posterior muerte de sus dos hermanos por enfermedad marcó su vida como artista. En los años 50 abandonó su pueblo y marchó a Madrid para dedicarse a la pintura. Los éxitos llegaron pronto: en 1959 hizo su primera exposición individual en la Galería Fernando Fe y un año después se casó con el pintor informalista Lucio Muñoz.

Amalia Avia en 1975. Lucio Muñoz


Tuvo una carrera artística muy reconocida, presente en galerías como Juana Mordó, Biosca o Juan Gris y en ferias internacionales como Frankfurt, Basilea o la FIAC de París. Sus piezas están repartidas por numerosas colecciones importantes, así como por un gran número de coleccionistas privados, hasta el punto que su familia decidió hacer un llamamiento -con éxito- a través de las redes sociales para reagrupar un buen número de cuadros inéditos que permitió hacer una gran exposición retrospectiva en 2022, organizada por la Comunidad de Madrid en la Sala Alcalá 31 y comisariada por Estrella de Diego. Esta retrospectiva fue el producto de cierto renacimiento que comenzó a vivir su pintura tras la muerte de la artista, en 2011.

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