Las bodegas que además de vino hacen territorio buscan su hueco en el mercado desde Rubvinos
La segunda edición de la muestra vitivinícola reúne a productores, hosteleros y distribuidores en RubielosPequeñas bodegas ubicadas en el medio rural que esconden proyectos de vida arraigados al territorio y que, en la mayor parte de los casos, están recuperando o evitando la pérdida de viejas viñas, algunas centenarias, que se han mantenido hasta ahora para el autoconsumo y cuyos frutos llegan por primera vez al mercado. Esas empresas fueron las protagonistas en la Feria Rubvinos de Rubielos de Mora, que cumple su segunda edición con el objetivo de poner en común negocios vitivinícolas familiares con distribuidores y hosteleros con el fin de facilitar que los consumidores finales accedan a vinos diferentes y alejados de lo industrial. Aquellos que dejan en el paladar el gusto de la buena uva y de un trabajo artesano hecho con todo el esmero que requiere sacar adelante una empresa en el medio rural.
Durante la mañana del lunes en torno a 200 personas intercambiaron experiencias y contactos e iniciaron relaciones comerciales en torno a una copa de vino. La ermita de los Santos Mártires de Rubielos de Mora sirvió de escenario para un evento en el que cada bodega tenía una barrica como expositor en el que ofrecer sus caldos y tanto empresarios de la distribución como de la hostelería iban recorriendo el espacio y conociendo, entre tragos de vinos poco comerciales, la historia que hay detrás de bodegas de diferentes puntos del territorio nacional, de Francia, la Toscana italiana o Alemania.
Por la tarde esos mismos empresarios ofrecieron sus productos a los particulares en una degustación que tuvo lugar en el patio del ayuntamiento de Rubielos y para la que había que sacar una entrada de diez euros con derecho a probar más de 80 referencias vinícolas. La muestra ha contado a su vez con el apoyo del consistorio y la Diputación de Teruel.
Algunas de estas bodegas se ubican en territorios con mucha tradición vinícola, como la Ribera del Duero, el Matarraña o Requena-Utiel, pero otras están en lugares poco proclives para criar cepas, como Camarena de la Sierra o Rubielos de Mora. Sin embargo, el denominador común de prácticamente todas ellas es que contribuyen a fijar población en las localidades donde se ubican y a mantener los cultivos tradicionales como la vid, que en la mayor parte de los casos y hasta que se abrieron estas empresas solo se trabajaban para el autoconsumo.
En este sentido Manuel Górriz, que es hostelero de Rubielos de Mora y uno de los impulsores de Rubvinos, destaca la importancia que tiene para estos territorios contar con iniciativas de este tipo, en muchos casos muy pequeñas, en las que son los propios agricultores los que luego fabrican y comercializan el vino: “Algo que es muy habitual en todas las empresas del medio rural en las que el dueño hace de todo”, recalca.
Solo de uva de cepas viejas
Un vino hecho únicamente con uva procedente de viñas plantadas en los años 40 del pasado siglo. Así promociona su producto Jordi Solá, que es el propietario de la bodega Casa Masas de Mirambel. Su viñedo más joven arraigó en la tierra en los años 50, pero la mayoría de los campos que trabaja tienen cepas de 1940 y algunos incluso de antes de la guerra. Trabaja un total de dos hectáreas distribuidas en diez viñedos y diseminadas en una extensión de 25 kilómetros cuadrados en la comarca turolense del Maestrazgo y la castellonense de Els Ports. Todas ellas son viñas que habían mantenido sus propietarios para consumo propio y que ahora le dan para producir 4.000 botellas de un vino con mucho grado y acidez que, por tanto, no requiere de otros conservantes, debido a la gran altitud –entre 800 y 1.000 metros– a la que se cría la uva.
Casa Masas saca el vino a enfriar al aire libre en la primera luna vieja (menguante) de enero hasta la siguiente luna para de ahí ya meterlo en las botellas, y ahora acaban de embotellar la añada de 2021. Su principal cliente es la hostelería y Jordi Solá asegura que el hecho de que el producto de cercanía esté tan bien valorado es una baza para ellos.
También Mas de Torubio, la bodega que gestionan los hermanos Monreal en Cretas, tiene su mayor clientela en Teruel. “A nivel provincial estamos valorados, se vende muy bien”, dice Enrique Monreal, quien destaca que las pequeñas bodegas tienen en común que “cuidan mucho el proceso”, aunque no atienden tanto la parte comercial. Por eso, considera de gran relevancia poder llegar a distribuidores y hosteleros, a los que necesitan para que sus caldos lleguen a la mesa. “Es importante que el que vende el vino tenga confianza en el producto, que no puede fallar en la mesa”, relata.
En cuanto a la Feria Rubvinos, Monreal manifiesta que es un buen lugar para conocer a otros pequeños productores con las mismas inquietudes y problemas con el objetivo de tejer redes que puedan servirles de ayuda en un futuro. Mas de Torubio elabora vino con las uvas procedentes de su propias cepas, plantadas hace 30 años. “La manera de darle valor al producto es elaborar el vino”, recalca el responsable de la empresa vinícola de Cretas.
En Rubielos de Mora también estaba Manuel Roldán, de bodegas Javalambre, en Camarena de la Sierra, que elabora sus caldos con uvas cultivadas en pequeñas parcelas a entre 1.000 y 1.500 metros de altitud. Todo el proceso se realiza de forma artesanal, lo que encarece sustancialmente el producto y hace que sea más difícil buscarle un hueco en el mercado, según indica el propietario. Sin embargo, sus vinos son “muy diferentes” a juicio de Raúl Baño Orbezo, que es uno de los distribuidores que tuvo oportunidad de probarlos.
Las bodegas que asistieron a Rubvinos ofrecen caldos exclusivos ya que muchas de ellas apenas sacan al mercado unos pocos miles de botellas. “La producción es pequeña”, reconoce Manuel Roldán, quien añade que su objetivo es “ir creciendo sin renunciar a la calidad”. Entre sus fincas tiene algunas que ha plantado él con variedades locales –como la merenguera, una uva muy rústica– que pronto comenzarán a producir y hay otras con más de un siglo de vida y variedades como bobal o camera, típicas en esta zona. “Es muy difícil abrir camino, tengo poca producción y mis primeras añadas salieron en pandemia”, lamenta el propietario de la Bodega Javalambre.
115 comensales
Los impulsores de la bodega Rubus de Rubielos forman parte del comité organizador de Rubvinos y tenían también una barrica en la ermita de los Mártires para darse a conocer. Pablo Ministro, que forma parte de la bodega, señala que la participación en esta segunda edición fue buena, sobre todo con gente procedente de Valencia, y a la comida asistieron un total de 115 personas entre bodegueros, hosteleros y empresarios del sector de la distribución de bebidas. “Lo que impulsamos son los contactos directos”, explicó Ministro.
Precisamente esos lazos es lo que buscaba Rosalía Molina, de Bodega Altolandón, en Landete (Cuenca) puesto que su apuesta por vino ecológico a partir de variedades locales tiene éxito entre los consumidores, pero extranjeros, ya que el 90% de su producto lo exporta. “Esta feria es una forma de mostrar vinos que no tienen nada que envidiar al de otras zonas”, dice Molina, quien destaca que además de producir vinos de gran calidad y a partir de variedades autóctonas, el trabajo de estas bodegas, entre ellas la suya, es recuperar el viñedo de gente que no quiere seguir en la agricultura.
Landete está ubicado entre las denominaciones de origen de Utiel Requena y La Manchuela y sus vinos se hacen a partir de unas de diferentes variedades locales. Reconoce que abrirse camino en el mercado no resulta sencillo, pero afirma que sus caldos pueden probarse en la provincia de Teruel gracias al trabajo de hosteleros como el sumiller como Raúl Igual, que es el que ha introducido algunas de las referencias de Altolandón.
También busca abrirse un hueco Joan Gómez, de Setvins de Muntanya, una bodega de Siete Aguas (Valencia) cuyos vinos llevan en el mercado solo un año y dos meses. “Es muy difícil empezar”, reconoce el propietario, productor y comercial de la bodega en la que, de momento, es el único que trabaja, aunque cuenta con el apoyo de su familia. Explica que se requiere una gran inversión para poner en marcha un negocio vinícola y hasta que pasa un año y medio “no tienes un producto con el que comercializar”, apunta.
Además, resulta complejo labrarse un nombre entre tantas marcas y productores, aunque Joan Gómez confía en hacerlo porque “con un buen producto te vas abriendo camino”. En su caso se lanzó a la aventura empresarial tras haber estado trabajando una década para distintas bodegas ya que lo que deseaba era “tener el 100% de la decisión” sobre el producto que pone en el mercado.
Ángel García y Melisa Comellas han viajado desde San Felices de los Gallegos, en el límite con Portugal, para mostrar los vinos de la Bodega Dominio del Noveno, que elabora caldos bajo el paraguas de la Denominación de Origen Arribes del Duero. Tienen dos líneas, Sinérgico, que tiene un tinto y un blanco elaborados a través de plantaciones viejas, con variedades de uvas diversas procedentes del Cañón del Duero y del Ágreda, donde se crean “distintos niveles y exposiciones” que favorecen vinos “afrutados y fáciles de beber”, explica García. Su otra referencia, Lobato, es un vino “pensado para guardar, con mucha capacidad de envejecimiento” y hecho con uva de una sola parcela.
En el caso de Raíz de Guzmán el apellido le viene de serie, puesto que la bodega está ubicada en Roa, en pleno corazón de la Ribera del Duero y la empresa se lanzó al sector del vino en 1998, pero son toda una institución en el mundo del queso desde el año 1985. Su proyecto va mucho más allá de vender vino y queso ya que ambos productos los apoyan en hotel rural vinculado al esoterismo y disponen de una bodega subterránea de 800 metros de longitud donde maduran sus quesos y que tienen preparada para la celebración de eventos y talleres vinculados al mundo agroalimentario.
Los jóvenes tienen cada vez más interés por probar cosas nuevas
Los hosteleros son cada vez más receptivos a las nuevas propuesta que les ofrecen sus distribuidores, sobre todo porque cada vez hay más personas, sobre todo entre los jóvenes, aficionadas al mundo del vino que desean probar caldos diferentes. Así lo explica Alberto Izquierdo que es el director comercial de la parte vinícola de Bañó Orbezo, una distribuidora valenciana de bebidas espirituosas que ayer acudió junto con Raúl Baño, el director general de la compañía, a conocer las propuestas que se exhibían en Rubvinos.
“Son vinos muy diferentes, sobre todo por la altitud de los viñedos, muy poco habitual en viticultura”, explica Izquierdo. El comercial dice que su clientela sí es “en general” receptiva a las nuevas propuestas, aunque reconoce que “ellos después tienen que hacer el esfuerzo de ofrecerlo a los clientes”, aunque cada vez el público es más entendido y quiere probar “cosas diferentes”, añade Raúl Bañó.
Construir la carta
Para Ángel Martínez Bellido, de la firma de distribución Bodegas Santander, de Valencia, que las referencias de las pequeñas bodegas lleguen a las cartas de los restaurantes “es una labor de los distribuidores” puesto que necesitan muchísima más promoción que aquellas marcas conocidas. Sin embargo, asegura que su empresa apuesta por este tipo de bodegas tradicionales y de proyectos pequeños.
Entre el público estaban Yolanda Amores y Óscar García, que en febrero se hicieron cargo del restaurante El Ramblar, de Camarena de la Sierra y están “construyendo” lo que desean ofrecer en la carta de su establecimiento, donde ya anuncian que los productos y la cocina de Teruel serán los absolutos protagonistas. De momento el vino que sirven en las mesas es de las bodegas Javalambre y Mas de Torubio, pero ayer no descartaban ampliar la oferta con otras de las referencias turolenses que conocieron en Rubvinos.
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