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Las restauraciones de la iglesia de San Pedro Las restauraciones de la iglesia de San Pedro
Fig. 1. Francisco Pérez de Prado y Cuesta, obispo de Teruel 1732-1761

Las restauraciones de la iglesia de San Pedro

Actuaciones realizadas en los siglos XVII, XIX y comienzos del XX
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Por Antonio Pérez Sánchez

Arquitecto. Académico correspondiente por Teruel de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid

 

He vuelto de Alemania, de ver a mi nieta y nieto mellizos de 8 meses, y lógicamente me encontré en casa con unos cuantos periódicos del Diario de Teruel. En uno de ellos, el del domingo día 5 de mayo, aparecía el artículo de Vidal Muñoz cronista oficial de la ciudad, “La iglesia urbana de San Pedro y su importancia en su alrededor”, en el que comenta algunas actuaciones realizadas en la Iglesia a finales del siglo XIX y comienzos del XX, atribuyendo al arquitecto Pablo Monguió la decoración y pintura de la iglesia y afirmando que el arquitecto Antonio Pérez, opina que los responsables de ese trabajo fueron Emilio Monterde y el pintor Salvador Gisbert”. Me ha parecido oportuno clarificar algunos aspectos de las principales intervenciones realizadas en esta magnífica iglesia.

Siglo XVIII

En el artículo, echo en falta al menos una pequeña referencia a la mayor, pero nefasta, transformación que sufrió la iglesia, la del siglo XVIII, siendo Obispo Francisco Pérez Prado. Hubo discrepancias entre los Racioneros de San Pedro respecto a las obras propuestas, pero finalmente se hizo la Capitulación de la obra con el Maestro Alarife Gerónimo Sanahuja (Fig. 1).

Fig. 2. Tarjeta postal, fotografía de Narciso Alloza

El Libro Verde de Teruel que se conserva en el Archivo Histórico Provincial, contiene un testimonio de la obra, escueto, pero de gran interés, que incluso nos precisa detalles que no aparecen en los libros de cuentas de San Pedro. Lo relata en estos términos:

“La iglesia de San Pedro (su reforma) se concluyó en el año 1742, haviendose puesto los doce Apóstoles, hecho nuevas todas las capillas, excepto el altar mayor. La puerta principal, antes de dicha renovación, estava en la capilla de Sta. Bárbara; se ha hecho claustro tras el altar mayor, que no estaba antes de dicha renovación; y así mismo se ha cerrado la puerta que había en la capilla de los Stos. Mártires San Cosme y Damián, se an puesto de nuevo seis tribunas en la cornisa; se a hecho la capilla, tan sumptuosa, de la Comunión, se ha cambiado el órgano que estaba antes de dicha renovación encima la capilla de la Comunión, antes de entrar en ella, en el cuerpo de la iglesia”. (sic)

La única documentación fotográfica existente del estado de esa reforma se debe a un negativo realizado por Narciso Alloza Vallejo, que fue Ayudante de Obras Públicas en Teruel. Al margen de su actividad laboral, estuvo involucrado en la Sociedad Económica Turolense de cuya Junta de Gobierno formó parte integrado en la Sección de Instrucción y Bellas Artes como secretario, y de la que era presidente Salvador Gisbert. A partir de 1912, Alloza fue bibliotecario de dicha sociedad. La imagen fue editada en 1901 en la primera serie de postales de la casa Hauser y Menet para la imprenta Ángel Mallén de Teruel (Fig. 2).

Fig. 3. Fragmento del rótulo antiguo bajo la cornisa, aparecido entre escombro

La fotografía nos permite ver parcialmente como estaba la iglesia tras esta reforma, es de finales del siglo pasado y se aprecia parte del presbiterio. La reforma no tuvo un carácter unitario, ni responde a un plan preconcebido pues se fueron improvisando las distintas actuaciones. En la imagen se observa la transformación de las capillas laterales en las que se construyeron bóvedas de cañón bajo las que existían de crucería con el fin de ocultarlas. Posteriormente decidieron hacer las pilastras, basas y la cornisa con un rótulo bajo ella, así como tribunas sobre la cornisa, accesibles desde el ándito, que también se ven a ambos lados del retablo (Fig. 3).

José María Cuadrado, en el libro Aragón, Recuerdos y Bellezas de España (1844) habla de “la ancha y algo aplastada nave gótica, desfigurada más bien que renovada en 1741 con churriguerescos adornos en capiteles, ventanas y capillas y con colosales figuras en los intercolumnios”. Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España (1845-1850), se expresa en estos términos: “Estatuas colosales y de mal gusto, representando en su mayor parte el apostolado, se ven esculpidas en los postes.” y Ponz, en su Viaje de España publicado en 1788 escribía sobre la parroquia de San Pedro: “Bien que el edificio es de mala arquitectura, con un Apostolado de figuras ridículas de escultura en los postes, que dividen las Capillas”.

 

Fig. 4 y 5. Pilastra, esgrafiados y agramilados mudéjares, que aún existen tras el retablo mayor


Independientemente de la mala calidad artística de la obra realizada, lo cierto es que la iglesia sufrió una importante transformación de su aspecto primitivo por cuanto, además de alterar con nuevos adornos y elementos compositivos el interior de la nave se ocultó la estructura espacial de las capillas laterales y se destrozó la decoración mudéjar de los muros. Muy posiblemente también desaparecieron las pilastras nervadas que como continuación de las bóvedas se prolongaban hasta el suelo así como los capiteles, friso esgrafiado y pintura en blanco y rojo imitando despiece de ladrillo, de los que hoy todavía existen restos tras el retablo del Altar Mayor. (Fig. 4 y 5).

Siglos XIX y XX

En cuanto a las obras realizadas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, conviene diferenciar las fases sucesivas de la larga y compleja intervención que se inicia en 1896 y que se termina hacia 1912. Esas cuatro fases son:

1.- Restauración del Templo 1896-1899.

2.- Restauración del Claustro 1900-1904

3.- Decoración interior 1904-1910

4.- Obras en los anexos a la iglesia 1896-1912

En cuanto a la primera fase, no hay dudas de las autorías. En el Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Teruel y Albarracín de 10 de febrero de 1898, queda constancia de las obras promovidas por el Obispo Juan Comes y Vidal y realizadas por el Ingeniero de Obras Públicas Emilio Monterde, según se afirma “hijo meritísimo de esta ciudad el cual con inteligencia suma está dirigiendo aquellas obras, que una vez terminadas han de producirle tanta gloria, porque en ellas quedará grabada su inteligencia y buen gusto” (Fig. 6).

Fig. 6. Juan Comes y Vidal, obispo de Teruel 1896-1906 Fundador del colegio de Terciarias Franciscanas, en el que se encuentra su retrato

El 1 de octubre de 1898 Monterde presentó al obispado una factura de 1.000 pesetas por la dirección y dibujos para ventanales, rosetones, capiteles, cornisas y archivoltas. En el documento explica que lo hace como “Director facultativo de la restauración de la Iglesia de San Pedro de esta ciudad y como honorarios devengados antes de ingresar como ingeniero al servicio del Estado”. Por otra parte Salvador Gisbert, dejó constancia de que Monterde le encargó hacer los dibujos “de los ventanales redondos y rasgados uno de cada clase, después como había cornisa en la antigua se hizo y luego en las capillas todos los capitelillos de la embocadura y los de las pilastras”.

Tras el cese de Monterde como director de la obra, Gisbert comenta que “se metió el arquitecto municipal y nos reformó las seis pilastras que hay colgantes y concluyó el tirante de encima del coro”. Sin duda se refiere a Pablo Monguió que había tomado posesión como arquitecto municipal el 13 febrero 1898. En definitiva la reforma de la iglesia es del ingeniero Emilio Monterde, aunque al final posiblemente intervino Monguió (Fig. 7).

Fig. 7. Pablo Monguió

La segunda fase corresponde a la restauración del Claustro. El día 10 de septiembre de 1900 comienzan los trabajos y se debieron terminar el 23 de junio de 1904, fecha en la que se pagan tres pesetas por un jornal y medio a una mujer para limpiar el claustro.

Es difícil precisar la autoría del proyecto. La única referencia la encontramos en una relación de recibos en la que figura la anotación el día 3 de agosto de 1901 de un pago de 300 pesetas al Sr. Arquitecto (sin especificar el nombre) “por la dirección y planos de los claustros”. Teniendo en cuenta que en la fecha de comienzo de la obra, en Teruel solo residen dos arquitectos, Carlos Carbó y Monguió, a cualquiera de los dos se les pueda adjudicar la autoría. Es conocida la vinculación de Monguió con los medios eclesiásticos, pues en 1900 había proyectado el Panteón del Cementerio para el Capítulo Eclesiástico. Es probable que realizara el proyecto y dirigiera la obra hasta finales de 1901, pues ante los problemas que tuvo con el Ayuntamiento por la obra de las Escuelas del Arrabal, presentó su dimisión como arquitecto municipal, que el pleno aceptó el 22 de enero de 1902, y marchó a Tortosa. Pudo continuarla Carbó que fue arquitecto diocesano en 1902 y 1903.

La tercera fase es la decoración interior de la iglesia y terminación del amueblamiento 1904-1910. La pintura de la Iglesia se contrata exclusivamente con Salvador Gisbert, no interviene ningún arquitecto (Fig. 8). Los andamios se montaron entre el 12 de junio y el 10 de julio de 1904. Intervinieron un buen número de marcadores y pintores, incluso venidos de Valencia. Las pinturas se suministraron de la fábrica de colores Redón Muriach de Valencia, y los panes de oro de Nicolás Santicosa de Barcelona.

Fig. 8. Salvador Gisbert

Es curiosa la justificación de una factura que presenta Salvador Gisbert el 21 de marzo de 1905 por concepto de “dirección de la obra de pintura responsabilidad material y moral durante ella, matrícula, escribir, pagar y llevar cuentas durante los 115 días que duró la pintura y de los cuales trabajé yo en ella de seis a siete horas. Por el boceto primero y tiempo durante el que hicieron los andamios.”

La pintura de la nave se terminó hacia octubre de 1905. Es posible que hasta esa fecha se realizara la decoración de las zonas que requería el montaje de andamios de cierta importancia y que se iban desplazando desde el presbiterio hasta los pies.

En mayo de 1909 se reinicia la decoración interrumpida y se contrata nuevamente con Salvador Gisbert hasta su terminación. No cabe duda de que se pintaron algunas de las capillas laterales por la poca necesidad de andamios, y porque quedó constancia en la capilla de San Cosme y San Damián pues está pintado “Año” “1909” a izquierda y derecha del altar, igualmente en la pared derecha de la entrada a la Capilla de la Inmaculada figura “S. Gisbert, MCMIX” (Fig. 9 y 10).

Fig. 9. Fecha de la pintura de la capilla de San Cosme y San Damián

 

Fig. 10. Firma de Gisbert a la entrada de la capilla de la Inmaculada


En diciembre de 1908, Pablo Monguió vuelve a Teruel, al ser nombrado Arquitecto de la Diputación Provincial, y el 29 de abril de 1909 redacta un pliego de condiciones facultativas y económicas, que firma como Arquitecto Director, para las obras que se van a hacer en la Rodalía de la Iglesia. Consistían en abrir una zanja a partir del alcantarillado de la calle de Harzembuch poniendo al descubierto la cimentación del edificio, con un ancho mínimo de un metro y una profundidad de 25 a 30 centímetros más bajo de nivel que el pavimento de la nave central de la iglesia, e Igual operación se realizó en el claustro por la parte del jardín.

La pintura mural se volvió a interrumpir a finales de 1909, para dar paso a las obras de colocación del zócalo que se realizan entre marzo y mayo de 1910. En este caso la intervención del arquitecto Monguió queda documentada pues aparte de los recibos que se le abonan a cuenta del zócalo, se le pagan también las placas de impermeabilización que se colocaron. El coste total ascendió a unas 4.000 pesetas, de las que 2766,70 correspondieron a la compra del material fabricado en Barcelona por la casa Butsems & Fradera (Fig. 11).

Fig. 11. Logotipo de Butsems & Fradera que existe en el lado del Evangelio

Es muy probable que durante ese tiempo Gisbert realizara en su taller la pintura de los lienzos o tablas que existen en las capillas del lado del evangelio y que una vez terminado el zócalo los colocara y diera los últimos toques y acabados a la franja superior del zócalo. El autor dejó dos fechas escritas la primera, situada en el arco tras el coro, del 18 de septiembre de 1910 y la que aparece en el muro del lado de la epístola, 29 de Septiembre de 1910, que puede considerarse el momento en que se finaliza la pintura puesto que en noviembre se le liquida el coste (Fig. 12).

Durante todo este período de años de 1898 a 1912 que se trabaja en la Iglesia y claustro, también se realizan obras en el resto de dependencia anexas en la zona de la calle Caracol y en la calle de la Fontana (hoy calle de Bartolomé Esteban) como consecuencia del estado ruinoso de cerramientos o construcciones secundarias, sobre los que el Ayuntamiento va dictando órdenes de derribo o reparación.

En febrero de 1898, Pablo Monguió, como arquitecto municipal, informó sobre el desplome que presentaba el muro de la calle Fontana colindante al jardín del claustro. El Ayuntamiento ordenó su derribo y en la autorización para su reconstrucción, puso como condición “hacer la reconstrucción que contiene el informe del Sr. Arquitecto o sea, que convendría se procurase que las fábricas de la obra se ajusten en lo posible al carácter que presenta en su parte exterior el indicado Templo”. Se reconstruyó en 1901, con una tipología adecuada al conjunto, según el criterio expresado por Monguió.

Fig. 12. Ultima fecha en relación con la pintura, encima del zócalo

Poco después, en 1903 la fachada del almacén situado en la confluencia de las calles caracol y Hartembusch se reconstruyó, por amenazar ruina, según proyecto del arquitecto Telmo Sánchez y en 1905 el edificio que alberga la sacristía, en su parte que recae a la calle Caracol, también fue declarado en ruina. El arquitecto Francisco López Pascual redactó en 1911 el proyecto para la nueva casa de los racioneros cuya dirección de obra fue realizada por Monguió en 1912.

De lo expuesto se puede deducir que a pesar de que siguen existiendo dudas sobre las autorías de algunas intervenciones, hay documentación suficiente para asegurar y acotar las fechas y los trabajos realizados por el Ingeniero de Caminos Emilio Monterde, el Pintor Salvador Gisbert y el Arquitecto Pablo Monguió. Todo lo escrito es un pequeño resumen de las memorias de los proyectos de restauración redactados por José María Sanz y Antonio Pérez Sánchez tras la inclusión de la torre e iglesia de San Pedro en la Lista del Patrimonio Mundial.

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