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Pedro Luis Hernando, director del Museo de Arte Sacro de Teruel: “Ahora van a reaparecer muchas obras de arte desaparecidas en la guerra” Pedro Luis Hernando, director del Museo de Arte Sacro de Teruel: “Ahora van a reaparecer muchas obras de arte desaparecidas en la guerra”
Pedro Luis Hernando frente a la ‘Santa Cruz’ de Antonio Bisquert, que se dio por perdido durante la Guerra Civil

Pedro Luis Hernando, director del Museo de Arte Sacro de Teruel: “Ahora van a reaparecer muchas obras de arte desaparecidas en la guerra”

El director del Museo de Arte Sacro ofreció una charla sobre memoria y patrimonio artístico
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Aunque no es comparable al drama de la pérdida de vidas humanas, la destrucción del patrimonio artístico es otra de las consecuencias terribles de la guerra. El largo frente que se estableció en la provincia de Teruel durante la Guerra Civil fue el responsable de que se perdieran grandes cantidades de obras de arte entre 1936 y 1939, pero eso no significa que se perdiera absolutamente todo, como en ocasiones se pretende hacer creer. Esas son dos de las tesis principales que defendió Pedro Luis Hernando, investigador, historiador del arte y director del Museo de Arte Sacro de Teruel, durante la conferencia que ofreció este jueves en el edificio de Bellas Artes de Teruel. Su título fue Memoria del Patrimonio Artístico turolense en la Guerra de España, y se enmarcó dentro del programa previsto en la segunda edición de la Semana de la Memoria Democrática de Aragón.

Es un hecho que durante la Guerra Civil “se perdió una parte muy importante del patrimonio artístico que existía en Teruel, casi lo más significativo desde el punto de vista simbólico en cuanto a patrimonio religioso”, sostiene Hernando. “Pero eso ha degenerado una imagen de que se perdió todo, y eso no es cierto”. Pedro Luis Hernando ha documentado que de las algo más de 30 imágenes góticas o medievales la Virgen con el Niño que existían, por ejemplo, se perdieron en torno al 90%. “Pero cuando explicas que se conservan otras no te creen, porque todo el mundo da por hecho que se perdió todo y que lo que se conserva es falso”.

En el caso de la Guerra Civil buena parte del patrimonio que se ha perdido fue destruido por su valor simbólico, dado que representaba la religiosidad y la Iglesia en un contexto en la que la institución era parte en la contienda. “Se destruyeron tablas, retablos o las cruces de término de los pueblos, algunas de las cuales eran auténticas obras de arte de piedra policromada. Cuando los milicianos entraban la tiraban al suelo y la rompían, porque simbolizaban el enemigo”. Desde la perspectiva actual eso se percibe como una aberración, pero en realidad ha ocurrido siempre, con la destrucción de las esculturas o monumentos a Lenin o Stalin en la Unión Soviética, la destrucción de arte degenerado por los nazis “o el bombardeo por parte de los aliados de Dresde, capital cultural alemana”, durante la Segunda Guerra Mundial. Como apunta Hernando, “eso entra dentro de la lógica de la guerra, teniendo en cuenta que la guerra no tiene ninguna lógica”.

Uno de los mitos que Hernando también trató de desmontar en su interveción es la creencia popular de que las tropas republicanas se dedicaron a destruir arte religioso de forma sistemática y las tropas sublevadas a protegerlo. “Por un lado el esfuerzo de la República por poner a salvo obras de arte fue importante, en algunos casos heróico”, explica Hernando, mencionando por ejemplo el caso de los camiones que viajaban de Teruel a Valencia transportando material bélico y, cuando hacían el viaje de vuelta, eran cargados con piezas de arte para ser puestas a salvo lejos del frente, “todo ello perfectamente documentado y catalogado”. Y por otra parte se dieron casos de militares sublevados o coleccionistas particulares que aprovecharon el caos bélico para coger obras de arte y comprarlas a bajo precio, o robarlas directamente para sus particulares. “Hubo casos documentados de personas que ofrecían a los curas de algunas iglesias la compra de determinadas piezas, y que incluso ofrecían otras parecidas, sin ningún valor, para que nadie advirtiera el cambiazo", dijo.

Hernando también incide en el aparato de desinformación que en ambos bandos utilizó la destrucción de patrimonio artístico como arma contra el enemigo. “Los medios acusaban al contrario de destruirlo todo, y en muchos casos eran mentiras. La prensa llegó a publicar que se habían destrozado las momias de los Amantes o que se quemó la tabla de las Once mil vírgenes de Bisquert”.

La sensibilidad hacia el patrimonio histórico ya existía entonces, y la destrucción de él se percibía como algo evidentemente negativo, pero de un modo diferente a como se hace en la actualidad, como explica Hernando: “Hoy en día una obra tiene valor simbólico, pero sobre todo el arte se valora en cuanto a su antigüedad, su autor y su conservación. Durante la Guerra Civil el patrimonio tenía valor simbólico en base a que era arte religioso. Por eso se destruía o se conservaba”.

Para Hernando el patrimonio histórico es casi tan importante como la memoria histórica que queda sobre ese patrimonio. “Por eso tenemos que atenernos a las investigaciones y los documentos y no caer en el tópico de que unos lo destruyeron todo, otros lo conservaron todo, o que en la provincia no quedó absolutamente nada de valor tras la guerra”.

Más allá de lo destruido, La Guerra Civil ocasionó la desaparición de numerosas obras y puede parecer que, casi 90 años después, todo eso se puede dar definitivamente por perdido. Pero Pedro Luis Hernando opina lo contrario: “Ahora es precisamente el momento en el que muchas de esas piezas pueden reaparecer”, explica. Muchas de las personas que terminaron en posesión de obras rescatadas de entre los escombros, en ocasiones por un acto piadoso de evitar que la intemperie destruyera una obra, en otras con la esperanza de venderlo, han fallecido. “Y eso hace que muchos descendientes saquen a la venta esas obras, que en muchos casos para ellos no son más que zarrios que estaban en un granero y que no saben ni de dónde han salido”. “Los investigadores y los historiadores del arte estamos ahora especialmente atentos a las subastas de arte”, afirma. También se han dado casos, y Hernando conoce varios, de descendientes de propietarios que supieron por su padre o su abuelo que tal o cual pieza pertenecía a determinada iglesia, y que tras la muerte de su familiar han decidido devolverla, en muchos casos sin hacer pública la identidad del último propietario.

De hecho aunque la investigación demuestre que una obra pertenecía a determinada iglesia o colección antes de desaparecer en la Guerra Civil, el que esta sea devuelta si llega a reaparecer depende por completo de la buena voluntad de quien la posee.

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