

María Fasce, escritora y editora: “A veces nos lleva una vida redefinirnos de las etiquetas y roles que nos han puesto”
La autora de ‘El final del bosque’ presenta su última novela en Santos Ochoa de AlcañizLa escritora argentina María Fasce visita por primera vez la provincia de Teruel para presentar su última novela, El final del bosque (Siruela), premio Café Gijón 2024, en la librería Santos Ochoa de Alcañiz. Será durante una nueva sesión del ciclo A Puerta Cerrada, este jueves 6 de marzo a partir de las 20 horas.
María Fasce (Buenos Aires, 1969) es directora literaria de Alfaguara, Lumen y Reservoir Books, y vive en Madrid. Ha ganado numerosos premios en España y Argentina con libros de relatos como La felicidad de las mujeres, A nadie le gusta la soledad o Un hombre bueno, y con novelas como La naturaleza del amor, La mujer de Isla Negra, Las vidas de Elena o Dos extraños, inédita y que fue finalista en el Premio Nadal 2012.
El final del bosque, su obra más reciente, plantea un misterio en torno al retorno de tres hermanos a una casa del bosque de su infancia.
-¿Qué vamos a encontrarnos en ‘El final del bosque’?
-Escribí la novela a partir de una imagen: tres hermanos conviviendo en una cabaña del bosque donde iban de niños. Está lloviendo, y una de las hermanas ve por la ventana el cuerpo de un hombre tendido. Advierte a sus hermanos pero nadie hace nada. A partir de esta escena inicial, que implica un crimen y un misterio, adentro al lector en la relación entre los hermanos y en una herencia material y emocional muy potente que irá sacando diferentes secretos a la luz. Entretejo varias tramas entre sí con el objetivo de mantener al lector pegado al libro para saber qué va a pasar y qué ha pasado.
-No plantea la historia en una estructura lineal habitual...
-No busco una estructura complicada, sino una que mantenga al lector ávido por saber. El libro comienza con una especie de prólogo que es ese crimen, al que después hay que encontrar explicación con todo lo que ha ocurrido antes. Pero no es complicado ni nuevo. Es el comienzo de La amiga estupenda de Elena Ferrate, donde un personaje desaparece y a partir de ahí se narra la infancia de Lenú y Lina.
-Entre otras cosas, su novela rompe con el tópico de la familia como escenario de reposo y seguridad...
-Ninguna familia y ninguna persona es una sola cosa, y lo es siempre. La familia no es ni el paraíso ni el infierno, sino que se redefine en cada momento. Puede representar un refugio pero en un momento dado puede ahogarte. Y de eso va la novela, de como nuestra familia nos han puesto unos roles, unas etiquetas, que en ocasiones nos quiebran y nos lleva toda una vida entera redefinirnos.
-¿Cuánto de autobiográfico tiene ‘El final del bosque’?
-Todos escribimos sobre lo que somos, lo que hemos vivido y lo que nos han contado. Por eso es difícil discernir la línea de lo real y lo inventado. Y eso está bien, porque lo importante no es tanto lo que es real, sino lo que al lector le parece verosímil. La protagonista, Lola, o su hermana mayor, tienen cosas de mí, pero también las tienen el resto de personajes. Pero todo es ficción, porque incluso la autoficción lo es, en el momento que recortar, que seleccionas o que organizas los eventos, ya estás interviniendo. Incluso nuestra memoria es ficción. Lo que nos decimos a nosotros mismos para construir nuestros recuerdos es ficción. También he utilizado elementos completamente inventados, al menos hasta dónde yo sé, porque a veces el inconsciente opera de maneras sorprendentes.
-¿Es la literatura un autopsicoanálisis? ¿Sus libros le han enseñado cosas sobre sí misma que ignoraba de forma consciente?
-No sé si tanto como eso, porque no es el objetivo de escribir. Pero sí me emociona profundamente ver las reacciones de los lectores. Una idea que me gusta mucho es la ternura y la redención, y puede que de esto no fuera tan consciente. En esta novela pasan cosas terribles, pero luego todos los personajes tienen una posibilidad de redención. Me atrae ofrecer a cada uno un arco evolutivo que les de esa oportunidad.
-¿Le gusta el trabajo de promoción de sus obras o prefiere la soledad creativa? ¿Es productivo el contacto con el lector?
-Me fascina ese contacto, es como cerrar definitivamente el círculo. Escribir es un trabajo muy solitario, con años de enfrentarte a personajes, frases, historias, giros... y con la ilusión de que todo eso termine provocando determinadas sensaciones en el lector. Así que encontrarte con ellos para poder preguntarles yo lo encuentro fantástico. También me parece muy interesante las posibilidades de lecturas alternativas que descubres en tus propios textos gracias a los lectores. En ese sentido me gusta mucho utilizar narradores que, en realidad, nunca conocen del todo bien la historia, porque así dejan que algunos elementos los tenga que reconstruir el lector.
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