Usar materiales como cal o yeso en la construcción mantiene las viviendas hasta 8 grados más frescas
La Fundación Santa María organiza por primera vez un curso sobre técnicas tradicionales y bioconstrucciónLos materiales tradicionales, como el yeso y la cal, contaminan menos, son más saludables, totalmente indicados para personas con problemas respiratorios, ofrecen un gran confort en la habitabilidad y, además, su uso para la construcción de viviendas supone un descenso de 8ºC en la temperatura interior con respecto a otros inmuebles realizados con materiales industriales como cemento o pinturas plásticas. Sin embargo, no hay apenas artesanos que los fabriquen ni albañiles que los trabajen y no forman parte de los currículos académicos de la mayor parte de las universidades de arquitectura en España.
Por eso, la Fundación Santa María, en colaboración con el Instituto de Patrimonio Cultural de España, ha organizado durante toda esta semana el Curso práctico en empleo de materiales y sistemas constructivos tradicionales en el que 20 personas, procedentes de diferentes disciplinas profesionales, se han formado en las características y el empleo de la cal y el yeso.
El director de la actividad formativa, Manuel Gil, director del Museo de la Cal de Morón de la Frontera, precisó que ni el yeso ni la cal –que artesanalmente solo se fabrican en Tramacastilla y Morón de la Frontera (Sevilla)– se utilizan apenas para la construcción en España. Sí son más habituales a la hora de llevar a cabo rehabilitaciones, puesto que los edificios antiguos se levantaban con ellos y son los más adecuados.
Gil comentó que estos elementos naturales tienen un efecto botijo, provocan frescura en verano y calidez en invierno porque son transpirables. Detalló que entre una construcción realizada de forma tradicional y otra con los materiales industriales hay una diferencia de ocho grados. Pero además, como apuntó el experto, la cal tiene efectos viricidas, higienizantes e ignífugos.
Desuso
Cayeron en desuso en torno a los años 60 debido a la rapidez de construcción que permiten otros materiales, como el cemento, cuya fabricación industrial resulta más rentable. En este sentido el director de la actividad plantea que para hacer 100.000 kilos de cal por el método tradicional hacen falta 35 días, mientras que una fábrica los obtiene en solo siete horas. Eso sí, los componentes son totalmente distinttos y sus efectos sobre la salud y el medio ambiente han hecho que en los últimos diez años la bioconstrucción esté adquiriendo importancia en Europa, aunque España sigue rezagada.
Manuel Gil señaló que los cementos y las pinturas ocasionan numerosas alergias. Por su parte Antonio Meda, que es el artesano que fabrica en Tramacastilla el yeso de Albarracín, concretó que mucha gente compra su producto para enlucir paredes porque no resulta perjudicial para personas con problemas respiratorios. Pero además, estos materiales tradicionales en el pasado eran de kilómetro cero y, aun ahora que ya no lo son, su huella de carbono es mucho menor a la de los industriales.
En el curso han tomado parte una veintena de personas, pero han quedado otras 40 en lista de espera. Este año la inscripción ha sido gratuita y los participantes –llegados de lugares tan dispares como Andalucía, Galicia, Canarias, Madrid o Aragón– solo tenían que costearse el alojamiento y la manutención. Se ha llevado a cabo gracias a una subvención de 20.000 euros del Instituto de Patrimonio Cultural de España, con el que la entidad de Albarracín tiene una estrecha relación a raíz de los cursos superiores de restauración. Con ese dinero se financiará este curso y, más adelante, el de Paisajes Culturales.
El gerente de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, valoró muy positivamente la respuesta obtenida en la actividad, que se realiza por primera vez, y precisó que cada vez es mayor el interés por el empleo de materiales tradicionales, tanto en construcción como en rehabilitación, aunque sigue habiendo problemas para encontrar a los profesionales que los trabajen. “Es más difícil localizar a un albañil que sepa usar el yeso para restaurar una pared que a un restaurador que te rehabilite un retablo”, sentenció.
Jiménez precisó que este primer curso ha servido para testar el interés por la actividad, que ha sido evidente a tenor de la rapidez en solicitar las plazas y de la amplia lista de espera. Comentó que la Fundación mantendrá la actividad en próximos años, aunque adelantó que se están planteando ampliar el periodo formativo para poder abordar más materiales, como tapial, mortero o adobe. El número de plazas se mantendrá en veinte y, previsiblemente, los alumnos abonarán parte del coste de la formación.
Revalorización de los oficios
Uno de los aspectos en los que incidió Luis Prieto es la necesidad de poner en valor los oficios, que han estado denostado durante años: “Todo el mundo piensa que lo mejor para sus hijos es que vayan a la universidad y eso ha hecho que tengamos muchos técnicos, pero pocas personas que desarrollen oficios”, dijo, para añadir que deben “adquirir dignidad” y “no solo económica” sino también social. Concretó que deben atenderse desde la formación, una pieza clave para su puesta en valor.
Prieto tiene una gran experiencia tanto en la realización de cursos en España como en otros países. Sin embargo, destacó la importancia que tiene realizar este tipo de eventos en un lugar como Albarracín puesto que todavía hay una persona que desempeña el oficio de yesero.
Los alumnos trabajaron la cal y el yeso con diferentes técnicas, como el estuco de mármol, que da al yeso una apariencia marmórea muy duradera y antaño utilizada en construcciones que querían mostrar una riqueza que no siempre tenían. Además, se formaron en la técnica del trabadillo, que consiste en mezclar cal con yeso, “un matrimonio perfecto”, aseguró Manuel Gil, quien precisó que la cal es más lenta y la combinación con el yeso le da una mayor rapidez a la hora de fraguar.
Otro de los aspectos en los que incidió durante el curso es en la necesidad de usar productos naturales para el tintado tanto del yeso como de la cal ya que ninguno de los dos admite componentes sintéticos.
Según especificó Gil, el empleo del cemento en edificios antiguos y sobre elementos tradicionales provoca graves daños puesto que aunque en un primer momento la apariencia es buena, con el paso del tiempo se acaba desprendiendo y cuarteando. El experto matizó que “aunque todavía queda mucho camino por recorrer”, las administraciones están cada vez más sensibilizadas en la utilización de determinados productos naturales a la hora de acometer restauraciones.
Los últimos artesanos
Desde la Aljafería de Zaragoza a la Alhambra de Granada pasando por Burgos, Pamplona o Tenerife, los yesos rojos de Albarracín que fabrica Antonio Meda en Tramacastilla son demandados para muchas restauraciones de edificios de los siglos XVI y XVII que se llevan a cabo en España. El motivo es que Meda es el único artesano del yeso que queda en España, un oficio que también se mantiene en Morón de la Frontera, en Sevilla, aunque allí trabajan la cal. En la localidad existe un Museo de la Cal cuyo objetivo es poner en valor este oficio casi perdido.
El tono rojizo que sale de los sacos elaborados en Tramacastilla también ha viajado a China, “para hacer pruebas”, concreta el yesero, que también ha realizado envíos a Francia.
Una de sus prescriptoras es la arquitecta tinerfeña Attenya Campos, que utilizó el yeso de Albarracín en una parte de su vivienda particular y está encantada con el resultado. “Si te descalzas y los pisas tiene una textura natural, es un suelo cálido y completamente diferente”, comentó la alumna, que precisó que lo adquirió en un almacén canario especializado en bioconstrucción.
El yeso de Albarracín es “único”, según explicó el estuquista y docente del curso Luis Prieto, porque se realiza a partir de una “receta” específica sometida a 800ºC, una temperatura muy superior a los 200ºC a los que calcinan otros yesos.
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