Unos 3.000 visitantes y buenas ventas, balance de Antiquarius en Calamocha

Alrededor de 3.000 personas y un gran número de transacciones comerciales, además de contactos, es el balance que organización y expositores hacen de la Feria de antigüedades Antiquarius de Calamocha, que con una trayectoria de doce años se ha convertido en un referente en este tipo de eventos a nivel nacional.

Desde un camisón de los años 40 a monedas de hace un par de siglos, damajuanas de todos los tamaños o las figuras de hierro del futbolín con los que jugaban los que hoy ya peinan canas. La feria de Calamocha es una puerta en el tiempo y en ella ha sido posible encontrar todo tipo de objetos y recuerdos del pasado.

El gerente de la institución ferial de Calamocha, Juan Ignacio Ibáñez, se mostró muy satisfecho con el resultado de una muestra que resulta tan atractiva para los expositores por su especialización. Destacó al respecto que el recinto lo han ocupado un total de 23 empresas, que son las máximas que pueden atender debido a las dimensiones de los stands, y aseguró que se ha quedado un buen número de negocios fuera. “Intentamos que haya un poco de todo y siempre respetamos a los que ya han venido otros años”, especificó.

Miguel Blanco, de Antigüedades Blanco, de Onda, Castellón, acudió por primera vez a Antiquarius este año pero le encantó tanto la organización como el nivel de ventas, por lo que al año que viene repetirá. “La ganancia en las ferias es muy dispar, estar en ellas conlleva mucho gasto, pero en esta de Calamocha estoy contento”, aseguró. Entre su género hay innumerables objetos puesto que “nunca se sabe lo que va a interesar más al comprador y, muchas veces, se acaba vendiendo lo que menos te imaginas”, comentó. Le resulta muy difícil dar un perfil de su clientela, pero sí asegura que lo que más vende son “recuerdos”, porque prácticamente todos los que se llevan un objeto de su expositor lo hacen porque “lo tenía un abuelo en su casa cuando eran niños”.

Juan Ignacio Ibáñez indicó que la pretensión de la institución es que Antiquarius siga incorporando actividades y entre los talleres que barajan están los de gastronomía con recetas del pasado. Este año los dos que se llevaron a cabo el domingo fueron un éxito ya que concentraron a un gran número de asistentes.

La pastelera local Elena Cebollada hizo una demostración en directo de cómo se elabora el guirlache, con kilos y kilos de almendra marcona, toda del mismo tamaño para que tueste a la vez. Lo sigue haciendo con la antigua receta de la pastelería Reynaldo’s, que regenta desde hace años, y con una pala de madera y un caldero de cobre calentado a fuego como única maquinaria.

Por su parte Rubén Jiménez, de la empresa calamochina especializada en la restauración y venta de mobiliario antiguo La Gitanilla, enseñó a los asistentes a diferenciar las maderas nobles de aquellas más sencillas, de menor coste y, “sólo golpeando con el nudillo, por el sonido que hace, se diferencia. El de las nobles, como nogal o roble, es más sordo que el de las otras, como chopo o pino. También indicó que un mueble con carcoma no tiene porqué irse a la basura, ya que hay formas de erradicarla con garantías, como ellos hacen continuamente en su taller cuando reciben un encargo de ese tipo.

Su mujer y socia de la empresa, Laura Rodríguez, explicó que en torno al 90% de las ventas las realizan por internet, aunque este fin de semana en la feria ha sido muy bueno, según dijo. El tipo de mueble que venden está de actualidad, como también mezclar estilos en un mismo ambiente, pero Laura Rodríguez lamentó que “las modas pasan pronto y la gente busca piezas económicas para cambiarlas continuamente”, dijo.

En La Mar de Vell, de Alcossebre, Castellón, entienden muy bien lo que dice Laura Rodríguez puesto que, como comentaron sus responsables, “si en determinada revista sale una damajuana decorando, en los meses siguientes podemos vender hasta 150”. Eso sí, pasado ese tiempo todo el acopio que han hecho pensando que la demanda seguiría se queda guardando polvo en su almacén.
 

Ropa para el cine

Entre sus piezas hay desde vestidos de comunión a enaguas de los años 40, todo tipo de prendas que proceden de la compra de lotes en viejas viviendas que han sido heredadas o van a ser reformadas. Si variopintos son los textiles y objetos que venden, aún lo es más su tipo de clientes, ya que tienen desde personas que compran antiguos vestidos para reutilizar la tela por su gran calidad hasta profesionales de la escenificación que los usan como vestuario para cine de época. “También tenemos particulares que compran estas prendas antiguas para salir a la calle porque les gusta el estilo”, aseguraron.

Aunque en general todos los expositores estaban contentos con las ventas, para David Ramírez, que lleva tres años desplazándose desde Jaén, esta edición fue más floja que las anteriores y lo achacó a la mala situación económica. “Lo que nosotros vendemos son caprichos, salen de lo sobrante, y cada vez sobra menos con los precios que hay en el supermercado y lo asustada que está la gente con el tema de la guerra”, aseguró.

En un rincón del recinto ferial había varios hombres y mujeres con uniformes de diferentes ejércitos que intervinieron en la II Guerra Mundial. Son integrantes de la Asociación Retaguardia de Zaragoza y ya es el segundo año que participan en Antiquarius, un tipo de feria donde es fácil encontrar material militar para comprar, según comentó Ángel Moreno. La asociación participa en diversos eventos de épocas variadas que van desde la denominada Guerra de África del siglo XIX a la II Guerra Mundial, pasando por la guerra civil, que fue la que rememoraron el año pasado en su visita al Jiloca.

Además, la feria se completó en su última jornada con una concentración de vehículos clásicos en la que participaron medio centenar de turismos de diferentes épocas.