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Torres de Albarracín se erige como despensa de patatas de la hostelería aragonesa Torres de Albarracín se erige como despensa de patatas de la hostelería aragonesa
Pablo Martínez (Izq.), con varias bolsas de patatas cortadas tipo panadera y Nacho Alamán con el formato de bravas

Torres de Albarracín se erige como despensa de patatas de la hostelería aragonesa

Venden tubérculo limpio, envasado y listo para freír como bravas o para asar a la panadera
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Cruz Aguilar

Patatas Fernando, de Torres de Albarracín, produce cada año entre 300.000 y 350.000 kilos de patatas y vende buena parte de ellas ya limpias y cortadas, listas para echar a la freidora o poner al horno. La empresa surgió en el año 2013 con el objetivo de dar un valor añadido a los tubérculos que cultivaba la familia Martínez Alamán en las fincas propias y ahora, más de una década después, se han convertido en un referente para la industria hostelera.

Distribuyen sus patatas entre restauradores, principalmente de Teruel, Zaragoza y la Comunidad Valenciana, y ofrecen diferentes modalidades, ya que venden tanto con corte panadera, como bravas o en bastón. También tienen disponibles patatas enteras, ya peladas y listas para que los cocineros le den el corte que prefieran.

Es la única empresa de este tipo de Teruel y reparten ellos mismos el producto, principalmente a restaurantes, empresas de cáterin y residencias de ancianos. “A los empresarios les resulta cómodo y rentable porque, dependiendo de la patata que emplean, pueden ahorrarse un sueldo”, explica Pablo Martínez, que es junto con su hermano Fernando y su tío, Nacho Alamán, el impulsor del negocio

“Tenemos varios formatos disponibles, pero fabricamos sobre demanda”, especifica, para añadir que van preparando los lotes según les llega el pedido. Una vez envasadas al vacío, al no llevar conservantes, ni colorantes, aguantan entre ocho y diez días, cuando se trata de tubérculo autóctono de Torres, y una semana en aquellos meses en los que ya han agotado la producción propia y tiran de proveedores.

Pablo Martínez apunta que, aunque compran también variedad agria, aguantan menos que las suyas porque, además, las distribuyen en aquellos meses de más calor. Así, desde el inicio de la recolección hasta el mes de abril aproximadamente, Patatas Fernando distribuye la materia prima obtenida en sus propias fincas. Tienen un total de 4,5 hectáreas dedicadas al cultivo de patata y este año han recogido 120.000 kilos. Ahora están iniciando el proceso para envasar también verduras ya limpias y cortadas.

Cuando se acaba su propio producto, que también venden en sacos sin pelar tanto a la industria hostelera como a particulares, compran a un agricultor de Valencia, puesto que allí tienen dos cosechas, y a un distribuidor de Madrid, para así garantizar el abastecimiento a sus clientes durante todo el año.

Cinco trabajadores

Patatas Fernando está cerca del casco urbano junto a la carretera, en lo que antiguamente era una granja de vacas de la familia. Actualmente trabajan los tres socios y otras dos personas, frente a los siete trabajadores de antes de la pandemia. “Muchos establecimientos cerraron y perdimos clientes”, plantean los hermanos Martínez.

 

Fernando Martínez (Izq.), Pablo Martínez y Nacho Alamán, en la fábrica

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