Los truficultores de Teruel viajan hasta Alba para conocer de cerca la trufa del Piamonte
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Un grupo de medio centenar de truficultores de la provincia de Teruel ha recorrido durante unos días la región italiana del Piamonte, capital mundial de Tuber magnatum, la trufa más cara ya que sólo crece de forma silvestre. Los socios de Atruter visitaron la Feria de la Trufa de Alba, que se celebra durante la temporada de recolección a lo largo de nueve fines de semana en esta localidad, cuna de la trufa blanca.
El objetivo era conocer esta zona italiana y, sobre todo, compartir experiencias de revalorización del producto. El viaje ha sido muy productivo puesto que, como explica Isabel Doñate, gerente de la Asociación de Cultivadores y Recolectores de Trufa de Teruel, Atruter, “venden todo como una región única y le dan mucho valor a la tierra”. Así, los truferos establecen sinergias con los productores de vino Barolo, con denominación de origen; la avellana, respaldada por una IGP, o los quesos.
Los turolenses conocieron la forma en que se vende la trufa y el relato que utilizan para impulsarla: “En todo momento hablan de su región como la mejor del mundo y te hacen sentir que todo es especial porque se cuida mucho la tierra y los animales”, explica Doñate. Esa capacidad para revalorizar su producto ha convertido al Piamonte en una región con un gran número de turistas con alto poder adquisitivo.
Los italianos se saben vender bien y además tienen patrimonio, cultura y una gran trufa, tres ingredientes que también están presentes en Teruel, donde existen más productos de calidad, como el jamón, el aceite, el melocotón, el queso o el vino pero, sin embargo, los productores de todos ellos todavía no han establecido sinergias para una promoción común. Por eso, como plantea Doñate, el objetivo del viaje es “conocer otras regiones truferas para ver cómo llegan hasta el público final”, dice.
Un discurso “mágico”
Los productos de la tierra están presentes en prácticamente todos los escaparates y, aunque la tienda sea de ropa, las botellas de vino Barolo se colocan al lado a modo decorativo y con un fin promocional. “Se saben vender y se creen lo que hacen, lo hacen todo muy mágico, poniéndole mucha historia”, explica la truficultora Pilar Corella, que fue una de las que viajó hasta Alba, una localidad de 30.000 habitantes donde el 90% son agricultores.
Durante el recorrido fueron recibidos por la agrupación de truficultores de allí y también por representantes institucionales de la localidad y de la región. Además, participaron en un taller sensorial olfativo y visual, en el que comprobaron que los matices de la magnatum, con ese olor característico de ajo y tonos de miel y hongo, poco tienen que ver con los de la melanosporum a los que están acostumbrados los turolenses. Recorrieron a su vez el Museo de la Trufa y el Museo del Vino, “ambos muy intuitivos y sencillos de comprender, tanto para adultos como para niños”, relata Corella.
Tuber magnatum sólo se cría actualmente de manera silvestre y los bosques del Piamonte donde crecía se están viendo muy afectados por el cambio climático. En la zona se exige una licencia de recolector y para obtenerla es necesario superar un examen cada dos años y pagar una licencia de 150 euros anuales. Se recoge tanto en montes públicos como en parcelas particulares y los precios de este pasado fin de semana llegaban a los 4.500 euros el kilo.
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