El primer balance de daños deja caminos y carreteras intransitables y problemas de suministro de agua
Los municipios afectados por las tormentas durante la semana pasada tratan de devolver la normalidad a unas localidades casi devastadosLa comarca del Jiloca trata de recuperarse de las cicatrices que el paso de una semana de intensas tormentas ha dejado en la tierra, rasgándola en los cauces de ríos y ramblas, y en el ánimo de sus vecinos, que han cerrado este episodio descorazonados tras ver cómo el agua arruinaba cultivos, destrozaba caminos y dejaba las calles de los cascos urbanos colapsadas de tierra y piedras.
Aunque algunos municipios ya han empezado a sacar la cuenta de cuánto les ha costado la sucesión de tormentas, todos son conscientes de que todavía tardarán algún tiempo (se habla incluso de semanas) en conocer el verdadero alcance de los daños. Y sobre el plazo para su restitución la unida de medida que se maneja es la de meses.
Desplazarse por la comarca del Jiloca puede resultar una odisea. La carretera nacional 234, la arteria que hasta la entrada en servicio de la A-23 servía de cordón umbilical entre Teruel y Zaragoza, sufría este jueves todavía cortes intermitentes, dándose paso alternativo a los vehículos mientras las excavadoras de Fomentos descargaban toneladas de escombros en camiones que, después, depositaban en cualquier espacio que pudiera servir para tal final. Y en las carreteras la situación era aún peor. La carretera que une las pedanías calamochinas de Lechago y Cuencabuena, dos de los epicentros del temporal, contaba las ramblas que la cruzan como torrenteras. Varios equipos de excavadoras y volquetes se esmeraban este jueves por devolver la total transitabilidad a este trazado sobre el que el agua arrastró coladas de grava y piedras.
Los pueblos de la mitad occidental de la comarca del Jiloca afectados por las sucesivas trombas de agua tratan ahora de recuperar la normalidad.
Mientras, un técnico del Instituto Aragonés del Agua comenzó este jueves un periplo por los pueblos afectados por las tormentas para hacer un balance de daños y la Delegación del Gobierno de Aragón en Teruel también solicitó a los ayuntamiento una valoración de los destrozos.
Entre los puntos comunes que se escucharon este jueves en los diferentes municipios visitados por DIARIO DE TERUEL estaban el señalamiento a la Confederación Hidrográfica del Ebro, a la que se exigió un mejor cuidados de los cauces (como ya reclamó por escrito el Ayuntamiento de Báguena en el mes de junio), y el funcionamiento de la presa del pantano de Lechago, que permitió laminar parte de la avenida y que ha pasado de 4 a 5 hectómetros cúbicos en una semana.
Báguena
Las imágenes de la rambla que cruza el casco urbano de Báguena han sido virales en los últimos días. La riada, que recogió el agua de la rambla Arguilay y de la que llega de Anento, vertió una cantidad importantísima de agua que, a su paso, arrastró cientos de toneladas de barro, tierra y piedras que se fueron acumulando en el tramo urbano de este cauce amenazando la integridad del resto de la localidad.
Solo la rápida actuación de un vecino, Santiago Bureta, propietario de una empresa de áridos, que puso su maquinaria a disposición del Ayuntamiento para tratar de dragar el cauce de la rambla y mitigar en la medida de lo posible los efectos de la avenida. “La primera mañana saqué 25 viajes del camión” de grava, recordaba este jueves el conductor. Bureta sigue manos a la obra, ahora luchando contra los sedimentos pero ya sin el inconveniente del agua que, reconoció, en algún momento llegó incluso a provocarle sensación de mareo.
Bureta trabajó a destajo para tratar de aliviar la presión de las gravas en la rambla, evitando que se generasen diques y construyendo un canal que condujera el curso del agua hacia el río. Y así un día tras otro, viendo cómo el trabajo del día anterior resultaba destruido por la siguiente avenida.
El secretario del Ayuntamiento de Báguena, José Luis Hernández, recordaba este jueves cómo la riada les pilló por sorpresa. Sobre todo la segunda y las siguientes “Habíamos tenido una (riada) ya. Bueno, esta era la segunda. Tampoco llama especialmente la atención. Pero según van pasando las horas, va aumentando la virulencia y la cantidad del agua y entonces ya sí que empiezan a decir ojo que hay que echar las compuertas”. Finalmente, tras este episodio de una semana se han registrado más de 200 litros de agua por metro cuadrado, dijo el secretario interventor.
El paso de la rambla por mitad de Báguena había estado controlado hasta ahora por unas compuertas metálicas que se instalaron hace décadas para dirigir el caudal fuera de las calles principales del pueblo. En esta ocasión no soportaron la fuerza del agua ni la presión de los sedimentos y terminaron cediendo.
La limpieza de la red de saneamiento comenzó también este jueves. UN equipo especializado en la aspiración de restos en las cloacas se esmeraba por retirar todos los sedimentos que la rambla había dejado en estas canalizaciones colmatándolas.
Uno de los miradores privilegiados para seguir las evoluciones de la crecida fue la terraza del bar, volcada sobre el mismo cauce. Desde el 1 de septiembre Rafael Martínez es el nuevo concesionario del negocio. Martínez reconoció haber sentido “cierto recelo sí porque ves que sube el nivel y ya no por mí sino también por los vecinos, los daños de la comunidad”, aunque también que muchos parroquianos se acercaron a su negocio para ver la riada.
Mientras, el párroco de Báguena, Avelino José Belenguer, cuya vivienda está junto al cauce de la rambla, recordó cómo tuvo que poner sacos terreros para tratar de frenar el paso del agua a su casa. Belenguer recordó también cómo “en el mes de mayo es tradición hacer una novena al Santísimo Cristo de los Milagros y entre las estrofas que se le cantan en los gozos de la novena, este año añadimos alguna porque en aquel momento nos hacía falta agua no nos la dio en mayo nos la ha mandado ahora toda”.
Burbáguena
Acompañado de dos vecinos, el alcalde de Burbáguena, Joaquín Peribáñez, miraba con incredulidad una parcela agrícola próxima al cauce del río jiloca que estaba cubierta de una lámina de más de medio metro de agua sin posibilidad de desaguar. La fina se llenó de agua con la crecida del río, que subió más de un metro sobre su caudal habitual.
En su balance provisional del daños, Peribáñez destacó la situación en la que están los caminos del municipio, “tan deteriorados que es imposible, incluso con todo terreno, acceder a saber cuál es la realidad de infraestructuras, como por ejemplo, la captación de agua”. Por precaución, Burbáguena ha decidido cerrar temporalmente el aporte de la captación de agua y abastecer el depósito municipal únicamente con el agua del segundo pozo, aunque el agua de boca hasta ahora no ha presentado problemas de turbidez y hasta la fecha ha superado satisfactoriamente los controles realizados por la empresa de aguas Sastesa.
El mal estado de los caminos no ha permitido tampoco acceder al cementerio para saber el grado de afectación que ha sufrido por las tormentas.
La agricultura ha sido severamente castigada por las trombas de agua y, sobre todo, por el pedrisco que cayó hasta en tres ocasiones durante la semana pasada del tamaño de pelotas de golf. Además de los daños en el girasol, Peribáñez señaló que “aquí no ha quedado prácticamente fruta y el problema es que la piedra afecta al árbol y el árbol enferma y al final muere”.
Junto a la carretera, en una plaza, se aprecia un montón de sedimentos en el que este jueves jugaban los niños subiendo y bajando. Al lado, algunos usuarios de la residencia de Accem miraban desde un banco de madera. Uno de ellos, Marcel Rodríguez, de Venezuela, recordó cómo fueron los refugiados del centro quienes acudieron a retirar el árbol que había caído sobre la carretera, antes incluso de que llegasen los bomberos de la Diputación. “Varios árboles se ceste jueveson y vinimos varios del centro y movimos el árbol que había caído sobre la carretera”.
Mientras, al otro lado del río, el gerente del restaurante Zamacén, Jonatan Aldea, lamentó que el agua había entrado en algunos de sus almacenes echando a perder los productos que tenía allí guardados. Aldea valoró esta pérdida en más de 2.000 euros, a lo que sumó la pérdida de clientes durante la semana así como del producto perecedero que no pudo despachar.
Calamocha y sus pueblos
Aunque Calamocha se mantuvo a salvo de los desmanes del temporal, muchos de sus pueblos sí vivieron una particular versión del Apocalipsis. Cuencabuena, Lechago, Luco de Jiloca, Valverde o Collados sufrieron los rigores de las sucesivas danas registrando, según comprobó este jueves el alcalde de Calamocha, manuel Rando, “muchísimos daños”.
Rando, que este jueves recorrió algunas de las zonas más afectadas, explicó que “ha afectado a las carreteras de Olaya a Collados y también en la salida de Cuencabuena donde está ya actuando en la Diputación de Teruel. Hay muchos barrancos afectados, los caminos están impracticables y también ha provocado daños en la vía verde. Hay asfaltados de calles que están desplazados, muros de contención y arbolado caídos. Este jueves los bomberos quitaron uno que estaba en la propia carretera de Cuencabuena, el Ayuntamiento de Calamocha ya habíamos quitado otro y ahora hemos visto al menos tres más’ y señaló también los daños registrados en depósitos y captaciones de agua.
Rando celebró la disposición del vicepresidente segundo de la DPT, Rafael Samper, como diputado delegado de Caminos Rurales por “el trabajo que está haciendo” y también recordó la petición del delegado del Gobierno de Aragón en Teruel, Benito Ros, porque “al parecer la DGA va a alguna partida de apoyo”.
Lechago
A finales del año pasado Lechago estrenó su Parque Lineal, una infraestructura de esparcimiento contemplada entre las compensaciones que debía recibir el pueblo por la construcción del pantano. Hoy, de ese discreto proyecto apenas queda algo. Las cinco crecidas que experimento la rambla junto a la que discurre terminaron por arruinar este modesto paseo. La fuerza de la corriente rompió tramos de la escollera arrastrando los bloques de piedra varios cientos de metros, arrancó los tímidos árboles que la Confederación Hidrográfica del Ebro había plantado y arrancó varios metros cúbicos de la tierra del firme. Este destrozo terminó por minar los ánimos de muchos de los vecinos que ahora se dividen entre los partidarios de recuperar la infraestructura, mejorándola, o quienes apuestan por retirarla y devolver a la rambla todo su espacio.
Agustín Martín, de la asociación Amigos de Lechago, reconocía este jueves su abatimiento, con una “es una sensación de frustración, porque estar peleando por algo y ver que luego se va al traste de todo, pues es muy frustrante”.
El agua saltó la escollera que debía proteger el paseo y se coló en los huertos arruinando la producción de frutas y hortalizas. Incluso se metió en La Fuente de la que bebe un buen número de viviendas del lugar, cubriendo todo lo que estuviera por debajo del manto de más de un metro de agua. Mientras, otra rambla de agua cruzó el casco urbano de arriba a abajo colándose en las casas de varios vecinos.
Uno de ellos se esforzaba este jueves por terminar de limpiar la planta baja de su vivienda. “Tenía este andamio por ahí y lo puse como una tajadera con trapos, con la alfombra, con todo que pillé (...) Me entró el agua por aquí y me salió por la puerta, porque entraba como un río”, explicó este vecino recordando, además, cómo el agua que anegó su huerto se quedó a solo “dos dedos” del último escalón de la puerta trasera de su casa. Además de los daños que causaron el agua y el barro, el granizo también rompió varias tejas de su tejado.
Cuencabuena
La entrada a Cuencabuena por el lavadero fue la parte de la localidad más castigada por los embates de la tormenta, que arrastró una gran cantidad de agua por varios campos de labor en los que todavía este jueves corría con fuerza para, al juntarse con el barranco de Cuencabuena eclosionar sobre la carretera para arrancar trozos de asfalto y derribar un árbol sobre la calzada.
Este jueves, Isabel Remón, vecina octogenaria del pueblo, trataba de construirse un paso sobre el caudal de la rambla colocando piedras y trozos de asfalto arrancados. “Con la edad que tengo, que tengo 80 años, no había visto cosas iguales. Nunca. Las carreteras se han levantado, todo está levantado. Es una penica”, repetía mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
Odón
En Odón los vecinos sacaron sus tractores y una pala articulada para completar a la excavadora que llevó la Diputación tras la primera andanada par alimpiar las calles. Esa celeridad impidió que con las sucesivas tormentas las calzadas terminaran saturadas de piedras y lodo y hoy estén perfectamente transitables, con solo un tono pardo que recuerda las penurias de estos días atrás. El agua se metió en algunas casas y cocheras particulares , sobre todo en la parte baja del pueblo.
Sin embargo, los accesos al pueblo dicen otra cosa. Este jueves, una excavadora y un camión proporcionados por la DPT trataban de proporcionar cierta normalidad a los caminos principales, después de haber despejado los accesos desde Blancas y desde Bello por donde la fuerza del agua ha llegado a arrancar parte de los taludes que sostienen estas carreteras.
“La primera nos cayó el jueves por la tarde y el viernes ya procedimos a la primera limpieza de lo que es el casco urbano. Luego volvimos a tener que limpiar el siguiente lunes y este jueves miércoles es la tercera vez que limpiamos el casco urbano”, recordó Javier Hernández, alcalde de Odón y presidente de la Comarca del Jiloca, que este jueves se dedicó, junto con el equipo de la DPT a “limpiar los pasos por la rambla de los caminos principales, que los ha cortado. Tenemos badenes de cemento, pero están impracticables por cortes que se ha llevado el agua a la tierra”.
Blancas
El municipio de Blancas también sufrió la violencia de la tormenta. Sus calles todavía escurren agua y barro y muchos vecinos se dedicaban todavía este jueves a sacar el lodo de sus casas y limpiar estancias y enseres.
En ello estaba Jorge Gil, fregona en mano, dando los últimos retoques al suelo de la entrada de su vivienda después de haber desmontado y sacado al sol los muebles de la cocina para que se secasen.
A pocos metros de su puerta, el barro hacía inservibles las maquinas saludables, los columpios y las mesas de picnic dispuestas en una arboleda y, un poco más allá, otra vecina, con los pies enfundados en unas botas de goma, empujaba el barro de su cochera hacia la calle tratando de recuperar la normalidad lo antes posible.
Aunque no en todos los municipios hay instalados pluviómetros oficiales, los cálculos señalan una precipitación de más de 200 litros de agua por metro cuadrado en los siete últimos días.
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