El horno de Puertomingalvo garantiza su continuidad gracias a una antigua empleada
Nicoleta Rosu quiere criar a su hijo en el medio rural y se ha animado a tomar el testigo de Amparo GilAmparo Gil Benages fue la panadera de Puertomingalvo durante más de 35 años. Aprendió a hacer el pan de las mujeres del pueblo que aún lo hacían en casa y ellas le pasaron también las recetas de las pastas. Sabores de siempre que ahora tienen continuidad de la mano de Nicoleta Rosu. Está embarazada de ocho meses y quería que su hijo se criara en Puertomingalvo, donde ella vivió junto a su familia cuando era niña. Por eso se ha lanzado a coger el negocio con su pareja, Basile Rosu. Es un negocio que no le pilla de nuevas porque, aunque ella vivió en Rumanía hasta hace dos años, las vacaciones de verano las pasaba en Puertomingalvo, donde aún reside su padre, y echaba una mano a Amparo Gil a hacer el pan.
La anterior panadera le ha pasado las recetas, a las que ha incorporado alguna nueva, como el brownie casero o un bizcocho de naranja que gusta mucho a la clientela.
Nicoleta Rosu se fue a Rumanía a estudiar porque sus padres querían que se formara allí, pero desde que estalló la pandemia y las clases perdieron la presencialidad vive en España.
Un lugar tranquilo
Su pareja, también de origen rumano, es de Almazora, en Castellón, pero preferían un lugar más tranquilo donde ver crecer a su pequeño y aprovecharon el traspaso del horno para mudarse a Gúdar-Javalambre.
“Puertomingalvo es un buen lugar para criar a mi hijo, es uno de los motivos por el que hemos dejado todo allí y nos hemos venido”, relata. En el pueblo tiene a sus padres, con quienes viven por ahora, hasta que se acondicionen una vivienda municipal que van a arrendar.
Su madre trabajó en la panadería durante numerosos periodos, por lo que será una buena ayuda cuando haya más trabajo.
De momento, la nueva panadera dice que no madrugan mucho, porque ahora en invierno hay menos faena y con ponerse en marcha a las 7 ya tienen listo el pan a las 9:30. Abren todos los días de la semana salvo los miércoles, algo que ya hacía su antecesora y han mantenido.
Amparo Gil tiene 62 años y en enero dejó de hacer pan, aunque por ahora no se ha acostumbrado a su nueva vida.
Está muy contenta de tener relevo para el negocio, que es municipal, porque es consciente del drama que supone cerrar una puerta en un pequeño pueblo.
Para ella el horno ha sido toda su vida y aún se emociona cuando recuerda los buenos ratos que ha pasado haciendo pan: “Me encantaba tocar la masa, está viva, también me gustaba hacer cosas nuevas”, dice.
Productos
Entre su repertorio de productos –muchos de ellos presentes en el catálogo de los nuevos gestores– había unas galletas cuya receta fue importada desde Valladolid por un familiar.
Otra de las fórmulas traídas de fuera era la de las tortas finas: “Me la dio un motorista que vino de Teruel, pero oye qué receta más exacta, salieron bien desde la primera vez”, relata.
Ella está dispuesta a echar una mano a los nuevos panaderos porque asegura que ella también tuvo ayuda, sobre todo de las mujeres del pueblo y de la panadera de Linares de Mora, Mercedes Barreda. En su honor se comen en Puertomingalvo los tradicionales testamentos, una masa de pan con azúcar y aceite que demandan vecinos y turistas.
El Ayuntamiento de Puertomingalvo agradeció el pasado fin de semana la dedicación de Amparo Gil con un acto de homenaje y la entrega de una placa. Ahora miran con esperanza a Nicoleta y Basile, porque el arraigo es algo que, como el pan de leña, se cuece a fuego lento.
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