José Luis Cano, o el precio que hay que pagar para ser un artista radicalmente libre
El zaragozano expone ‘La hermosa naturaleza’ en la Sala de la Villa de PuertomingalvoMuy conocido por su faceta como ilustrador, diseñador y dibujante, especialmente por sus viñetas en Heraldo de Aragón, libros y otras publicaciones, José Luis Cano lo es menos en su faceta como pintor abstracto. Él mismo admite, no sin coraje, su escasa empatía con las galerías de arte, “lugares que me horrorizan, repelen e intimidan”, como él mismo ha admitido, y cuya relación ha tenido más frustraciones que encuentros. Con humildad reconoce que, “sin hacerlo del todo mal”, no ha “aportado nada a la pintura”. Lo cierto es que sí lo ha hecho. Seguramente por la misma razón que le ha impedido ser un pintor cotizado y adulado. Cano nunca ha creído en modas ni en corrientes pictóricas ad hoc, más allá de lo que su pulsión expresiva le ha susurrado.
Eso no le ha impedido cosechar reconocimientos, como la Medalla de Oro en el Certamen Juvenil Nacional en Pamplona, la Medalla de Plata en la V Bienal de Zaragoza, en 1971 y la Medalla de Plata en el Premio San Jorge de Zaragoza. En 1975 dejó de participar en concursos de pintura y comenzó a construirse como autor. Para bien o para mal es un pintor libre, y la libertad en el arte es un recursos escaso, necesario y hasta en ocasiones suficiente. Pero está mal pagado.
José Luis Cano es el autor que expone en la Sala de la Villa de Puertomingalvo, en la exposición anual -ya van catorce ediciones, ni la pandemia pudo detenerlas- de arte contemporáneo que el Ayuntamiento y Ricardo García Prats organizan cada verano en la localidad.
El título de la muestra, La hermosa naturaleza, puede inducir a equívoco porque su pintura no necesariamente se inspira directamente en esta. Cuando a través de sus obras uno capta su sentido del humor y su forma de abordar la pintura, descubre que es esa naturaleza, la que impulsa a pintar a un artista que no busca el aplauso unánime de la crítica, a la que se refiere.
La muestra de cerca de veinte cuadros que pueden verse en Puertomingalvo recoge, a modo de retrospectiva, acrílicos pintados desde los años 80 a la actualidad, incluyendo alguna pieza inédita o el último de los cuadros que terminó, en 2017.
Aunque da que pensar que un maestro de la tira cómica como Cano haya elegido la abstracción para expresarse cuando no está sujeto al imperativo profesional, también es cierto que el texto casi siempre aparece integrado en sus cuadros. En eso está emparentado con artistas como Gertrude Stein o el turolense Gonzalo Tena. Pero a diferencia de estos el elemento textual va más allá de una función estética o de una experimentación a través de mensajes lacónicos sintetizados al máximo. Cano utiliza el texto, bien con tipografías industriales o bien con trazos que recuerdan a la escritura impulsiva y atropellada del grafito, para redundar en los mensajes que esconde su pintura, muy habitualmente a partir de la contraposición de mensajes que contrastan, que chocan entre ellos o que, a menudo, se contradicen. Alusión textual y pigmento, las más de las veces matérica, con resaltes, relieves y accidentes, forman una unidad pictórica.
Cano tampoco se priva de jugar al metalenguaje en la pintura; en 2006 firmó un cuadro titulado Ekprhasis -la mitología y la cultura griega es fuente inagotable de inspiración para el zaragozano-, palabra que viene a hacer referencia a la representación verbal, a través de la palabra, de una representación visual. En él se adivina un largo texto, en francés, del cual solo se lee claramente las primeras palabras: “Se recuerda que un cuadro...”, y la última, “juntos”. El resto se borra con un sobrepintado en amarillos y verdes. El espectador puede jugar a reconstruir el puzzle a través de las pistas que dejan los brochazos, o entender que el mensaje del cuadro, quizá de toda la pintura de Cano, fusión de palabra y pigmento, se autoexplica únicamente con esas palabras.
Otra alusión al propio lenguaje dentro de la pintura está contenido en Fausto, la pintura que aparece en la portada del catálogo de la exposición. Se lee el texto bíblico “Al principio fue la palabra”, en latín, y en alemán “Gris, querido amigo, es toda teoría, pero es verde el árbol dorado de la vida”, frase que Goehte pone en boca de Mefistófeles es su universal obra, en la que Fausto cede y entrega su alma al diablo a cambio del gozo efímero y terrenal, opuesto al conocimiento eterno, a la palabra como manifestación de los valores morales. Y también se refleja en algunos de los cuadros expuestos que formaron parte de la exposición que José Luis Cano realizó en La Lonja de Zaragoza, titulada Diálogo de sordos. El título es suficientemente gráfico a la hora de expresar el valor de lo textual en su pintura y la incomunicación entre artistas, galeristas, curadores y público. José Luis Cano siempre se ha preguntado, y sigue haciéndolo, qué convierte a una pintura en una buena pintura, qué convierte a una pintura en una pintura de éxito, y si ambas cosas han tenido algo que ver en algún momento de la historia.
Luis Buñuel
También se exponen en Puertomingalvo dos pinturas de las que formaron parte de una exposición que realizó en homenaje a Buñuel, que junto con Baltasar Gracián o Goya es uno de sus grandes referentes conceptuales, sobre todo porque, como él, buscaron una visión universal de la realidad sin renunciar a lo local, sin dejar de mirar con los ojos que mira un aragonés.
Uno de esos cuadros es Cegándome en rojo los ojos, frase extractada del poema Redentora del propio Buñuel, y que además traslada a la célebre escena del corte del ojo en Un perro andaluz. El otro es Solo en un charco, también extraído de un texto del calandino. En ambos el colorido habitual de Cano se transforma en tonos apagados que recuerdan al blanco y negro de sus primeras películas, y los textos dejan de ser irregulares para verse en tipografías industriales, en referencia a la cinematografía.
Un pintor que sí ha aportado
Ricardo García Prats, responsable de las exposiciones que anualmente organiza el Ayuntamiento de Puertomingalvo, además de director del Museo Salvador Victoria de Rubielos de Mora, niega la mayor a José Luis Cano y le contradice afirmando que “ha aportado a la pintura, claro que ha aportado”. “En la historia del arte ha habido pintores con mucho éxito en vida y cuya valoración después cae, y otros que han sido algo marginados por el mercado pero a quienes el tiempo termina poniendo en su lugar”, asegura. “En cualquier caso, que no se haya prodigado en las galerías de primera línea nacional, porque realmente ha hecho muchas exposiciones, no significa que no sea un gran pintor y que de hecho sí esté bien reconocido en Aragón”.
La exposición La hermosa naturaleza -”comienzo por la hermosa naturaleza, paso a la primorosa arte y paro en la útil moralidad”, escribió Baltasar Gracián en El Criticón- permanecerá abierta en la magnífica sala gótica de Puertomingalvo hasta el 10 de septiembre. Cumplido el plazo el Ayuntamiento que encabeza Manuel Zafón adquirirá una de las piezas expuestas, con lo que incrementará el número de obras que custodia en su colección de arte, propiedad del municipio, y que puede visitarse en la planta superior del edificio que alberga anualmente la exposición.
Más allá de las tiras cómicas, un artista gráfico poliédrico y versatil
José Luis Cano (Zaragoza, 1948) es artista polifacético, conocido por los libros ilustrados y sus colaboraciones en prensa, viñetas, cómic, cartelería, diseño, obra gráfica, murales como los que pueden verse en el Museo Pablo Gargallo o el Torreón Fortea, y también por su pintura. Su vocación es creativa, investigadora, intelectual y poco dada a ensalzarse a sí mismo. Hijo de pintor, formó parte del grupo Azuda 40, del Colectivo Plástico de Zaragoza y de 3Canos, participando en más de 50 exposiciones individuales y un gran número de colectivas. Ganó varios premios de prestigio, si bien en 1975 decidió dejar de participar en concursos de arte. Ha huido consciente de modas y tendencias puntuales en el arte, tratando de sincretizar diferentes elementos del poso que han dejado los clásicos griegos y romanos, renacentistas, barrocos, ilustrados y también vanguardistas y postmodernos.
Se formó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Jorge (Barcelona), el Estudio Rabadán (Zaragoza) y en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. Fue crítico de arte en Andalán, ha colaborado en periódicos como Heraldo de Aragón, El Periódico o El Día, y entre los numerosos trabajos de cartelería y diseño figuran los de las Fiestas del Pilar de 1980, 82, 85 y 87. Ha publicado numerosos libros ilustrados, entre ellos uno dedicado a Segundo de Chomón entre otras personalidades aragonesas, para Xordica, El niño barroco (Media Vaca) o Constanza y yo (GP Ediciones), una de sus últimas publicaciones.
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