José Luis Cano, pintor e ilustrador: " El humor de Buñuel es demoledor...él sí que fue revolucionario, más que nadie"
El artista asegura que "antes pensaba que era un pintor que además ilustraba, pero ya se me pasó"El pintor, dibujante e ilustrador José Luis Cano, conocido por sus tiras cómicas publicadas en Heraldo y otros medios de comunicación, así como infinidad de libros ilustrados, es el protagonista de La hermosa naturaleza, la exposición anual que en 2023 puede verse en la Sala de la Villa de Puertomingalvo. Supone un reconocimiento a un pintor de largo recorrido que lleva años trabajando sin detenerse en los vericuetos del mercado o la crítica tanto como en las posibilidades expresivas de la abstracción. Alguien que se considera a sí mismo un bicho raro por no querer mirarse en nadie ni vivir por y para el foco, alguien para quien el sentido del humor está por encima de casi todas las cosas.
-¿Cómo surgió la posibilidad de exponer en Puertomingalvo?
-Soy amigo de José Luis Tomás y fui a ver la inauguración de la exposición que él realizó allí el año pasado. Yo ya conocía al director de la sala, Ricardo García Prats, pero en ese contacto hablamos, y él me propuso participar este año. A mí me parece muy interesante su proyecto de crear un eje museístico entre el Salvador Victoria de Rubielos y Puertomingalvo, así que acepté la propuesta.
-Su naturaleza es hermosa, pero no es figurativa ni literal... ¿A qué hace referencia el título de la exposición?
-Está tomado del título de una de las crisis, que es como Baltasar Gracián llama a los capítulos de El Criticón. La muestra se basa realmente en la naturaleza, peo desde un ámbito muy amplio y jugando con el propio sentido del humor de Gracián. Reúne cuadros míos que tienen referencias a la naturaleza, aunque no siempre sean precisamente hermosas, e insisto que en un sentido muy amplio. Todos los cuadros pueden entenderse como pintura de paisaje, pero también como cuadros en los que la propia pintura es la naturaleza, con la huella humana impresa en ella, como si fueran caminos o campos agrícolas, que en mi caso están representados por los textos.
-La integración del texto en la pintura es común a todos los cuadros de la muestra. ¿Lo es a toda su pintura?
-No estoy completamente seguro, aunque el texto siempre, siempre me ha interesado. No sé si eso tendrá que ver con mi trabajo como historietista, pero forma parte de mi manera de pintar.
-¿Qué manera es esa? ¿Aceptaría meterse en un ‘ismo’?
-Soy poco amigo de las etiquetas, no me gustan, pero cuando a uno le preguntan tiene que contestar, y suelo hacerlo diciendo informalismo.
-También suele decir que Baltasar Gracián es una de sus fuentes de inspiración preferidas.
-Lo descubrí a través de los libros de biografías de Aragoneses Ilustres que ilustré. Al llegar a Gracián me fascinó, sobre todo por su sentido del humor y ese pesimismo atroz que tiene. El pesimismo radical me encanta porque es muy aragonés. Gracián nos cuenta en El Criticón que cuando los hombres llegan al umbral de los treinta años, el que separa la madurez de la juventud, tienen que pasar bajo un arco, al que entran como valencianos y salen como aragoneses.
Luis Buñuel, el referente
-Otro de sus referentes es Luis Buñuel, que también tiene presencia en Puertomingalvo...
-Claro, su sentido del humor es demoledor, y él sí que fue revolucionario, más que nadie. Hoy nadie sería capaz de hacer nada como Un perro andaluz. Ilustré un libro sobre él e hice una serie de pinturas tituladas Después de Goya... Buñuel, en la que cada cuadro hace referencia a una de sus películas. Y en el Centro Buñuel de Calanda está el de Viridiana, y en Puertomingalvo hay dos cuadros sobre Buñuel, con versos de Buñuel, pero que no pertenecen a esa serie. Estéticamente Buñuel me sugiere oscuridad.
-¿Qué otras fuentes de inspiración dirigen su trabajo?
-Una importante es la Grecia clásica... la descubrí pintando el mural que hay en el Museo Pablo Gargallo, en 1984 o por ahí. El arquitecto, Ángel Peropadre, decidió que pintara un mural sobre La Eneida, lo que tiene su lógica porque es un libro escrito para mayor gloria del emperador César Augusto. La Eneida me pareció fascinante, un auténtico derroche de imágenes. Tanto que tuve que refrenarme, porque si no me hubiera quedado una horterada. Desde entonces siempre he tenido cerca los mitos clásicos, como cuando pinté otro mural sobre las Musas en el Torreón Fortea de Zaragoza, en lo que era la cafetería que luego cerró. Ya ves... he llegado a los clásicos a través de la pintura mural. Si eso no es raro, tú me dirás.
-Para rara su animadversión contra las galerías de arte. En la inauguración de Puertomingalvo dijo que las consideraba lugares horrorosos, repelentes e intimidadores...
-Bueno, tampoco es eso, estaba de broma. Lo que pasa es que conté la historia, y es verdad, de que en mis primeras experiencias en el arte murieron varios propietarios de galerías justo antes de que cerráramos una exposición, y desde entonces me ha dado bastante mal fario el tema. En realidad no tengo nada contra las galerías ni contra los galeristas, aunque una cosa es verdad: ese sentimiento de libertad con el que pintas, si te gusta pintar con libertad, quedará constreñido para siempre si entras en el mundo de la pintura profesional.
-¿Eso es cierto, cierto, o no es más que otro tópico?
-Es cierto... No es que tengas que pintar lo que te digan que pintes, ni que tengas que imitar a nadie, pero si pintas algo que se vende muy bien, te van a pedir que sigas haciendo lo mismo, porque si haces otras cosa diferente no se venderá. Es la lógica comercial. Y a mí me gusta experimentar, innovar, contradecirme... cuando hago una cosa muy pictórica siempre pienso que debería haberla hecho más lineal, o meter más color, o menos... Me gusta fluctuar, corregir e incluso tratar de que una pintura sea dos cosas contrarias a la vez.
-¿El eterno descontento?
-Sí. Aunque también tengo que reconocer que tampoco soy tan revolucionario. Ya me gustaría. De hecho mi experimentación se refiere sobre todo al ámbito conceptual, al de los temas, porque en lo formal tampoco es que me salga demasiado de la pintura que suelo hacer.
-Usted ganó varios concursos de pintura hace más de 40 años -Medalla de Oro del Certamen Juvenil Nacional, Medalla de Plata de la V Bienal de Zaragoza o Medalla de Plata del Premio San Jorge de Zaragoza-, pero llegó un momento en el que dejó de participar en certámenes. ¿Por qué?
-Siempre he pensado que no tiene sentido que la pintura sea motivo de competición, porque hay muchas cosas muy diferentes entre sí y es un completo despropósito jerarquizarlas en función de su calidad, de su arte o de lo que sea. Eso es lo que pienso, pero tengo que confesar que en alguna ocasión he tenido que formar parte de algún jurado y lo he pasado fatal, especialmente en los concursos infantiles.
-¿Usted de un pintor que ilustra, un ilustrador que pinta, o son dos caras del mismo poliedro?
-Yo antes me sentía un pintor que tenía que hacer más cosas para ganar dinero, pero ya se me ha pasado. Ahora me gusta considerarme un bicho raro que hace bastante cosas, y bastante extrañas. Hace años conocí a Chummy Chúmez y, cuando me lo presentaron, alguien le explicó a qué me dedicaba. Y Chummy dijo que si hacía tantas cosas era porque me las pagaban todas muy mal.
-¿Y estaba en lo cierto?
-Bueno... de todo ha habido, pero no me quejo.
Ilustrador, cartelista, diseñador...
-A mí no me parece que ilustrador, diseñador, o cartelista sean oficios menos dignos o distinguidos que el de pintor...
-A mí tampoco. Y muchísimos pintores se ha dedicado también a ilustrar, como el propio Ramón Casas, que tiene un montón de trabajos gráficos. Pero hay mucha gente que opina que eso está feo, que malogra el trabajo de un pintor y queda mal en su currículo. Por fortuna eso está cambiando.
-Además de las tiras cómicas, se ha metido en los barros del cómic... por cierto, ¿usted le dice cómic, historieta, novela gráfica...?
-Yo le digo tebeo. Los anglicismos no terminan de gustarme, aunque parezcan más importantes. Cuando publiqué Constanza y yo (GP Ediciones) y hablaba de él, la gente me decía: ‘¡pero hombre, no le llames tebeo!’ ¿Y entonces qué es? les contestaba yo. Por desgracia parece que las palabras cortas y conocidas caen rápidamente en el descrédito, pero no creo que tebeo o historieta sean palabras menos importantes que cómic o novela gráfica.
-’Constanza y yo’ se basa en las ocurrencias de su nieta cuando era pequeña, que las apuntaba para recordarlas, y veinte años después han terminado siendo un tebeo. ¿Qué nos enseña?
-No tengo muy claro que un tebeo tenga que enseñar cosas, pero si este lo hace, desde luego nos enseña que hay que escuchar a los críos. Los niños tienen una inteligencia natural sorprendente Si estás con ellos a tope y de verdad, redescubres el mundo, te enseñan muchísimas cosas. Aprendes a ser espontáneo, a buscar lo simple y no complicarte la vida. Luego creces y se te olvida todo.
-En qué cosas raras anda metido últimamente? ¿Qué proyectos tiene por delante?
-Pues mi amigo Antonio Tausiet y yo hemos hecho un libro titulado Los amigos de Buñuel, que a través de un texto muy corto y una ilustración repasa a 160 personas que tuvieron relación con el cineasta. Lo va a editar el Instituto de Estudios Turolenses e imagino que saldrá a lo largo de estos meses, en otoño o por ahí.
También he ilustrado un libro sobre la infancia de diferentes pintores, algunas reales y otras inventadas, que editará Prensas de la Universidad de Zaragoza, y otro cómic, con la editorial Media Vaca, que recupera el milagro de San Vicente Ferrer.
Eso son cosas que están por publicarse, y en cuanto a lo que estoy trabajando ahora mismo, junto a Pilar Sánchez Laílla, que es profesora de literatura, estamos haciendo una versión ilustrada de El Criticón de Baltasar Gracián. Todavía no tenemos editor pero vamos trabajando en el libro.
-¿Sigue pintando?
-No, pintar ya no pinto. Ya te digo que me he vuelto un bicho raro y creo que ya he pintado demasiado. Y como las ilustraciones de este libro sobre El Criticón son grandes, de 50x60 cm, me sirven para sentirme perfectamente realizado como pintor.