Hace un par de días celebramos el día de todos los Santos, o día de los difuntos, con multitudinaria visitas al cementerio, y recuerdos para todos aquellos que se fueron. Hoy también he querido acordarme de ellos, y aunque el dicho dice que nadie muere si permanece en el recuerdo, parece que hay días que son más señalados tenerlos presentes. Todos tenemos familiares, amigos, conocidos, con los que veíamos un partido en la tele, acudíamos al campo a ver un encuentro, o incluso jugábamos a cualquier deporte. Pero ya no están, y en nuestra memoria quedan grabados esos momentos, como un buen recuerdo disfrutando juntos del deporte, bien sea practicándolo, viviéndolo en directo, o simplemente viéndolo en la tele de casa o de un bar compartiendo un refresco, y seguro que daríamos lo que fuera por poder volver a vivirlo.
Mi abuelo materno falleció a una edad temprana, era muy futbolero, y no pudo disfrutar de sus nietos, de ver cómo crecían y a la vez jugaban al fútbol, ese aprendizaje que es el fútbol base, esa alegría de ver a los peques correr detrás de un balón, y luego fútbol más competitivo, con el ya desaparecido Televox o La Salle. Después poder ver a su nieto por esos campos de tercera división que tanto le gustaban, defendiendo la camiseta de su ciudad, el equipo del que tantos años había sido socio, acudiendo todos los fines de semana a Pinilla, pero no pudo ser, la vida es así.
Es por eso que tenemos que disfrutar del presente, de lo que tenemos, porque no sabemos cuándo lo echaremos en falta, y entonces no hay vuelta de hoja. En un mundo que gira a una velocidad de vértigo, donde apenas hay tiempo para saborear las cosas más simples, las más básicas, pero que muchas veces son las que mejor saben y las que más añoramos una vez se nos escapan de las manos.
Por eso esta columna está dedicada a esos buenos recuerdos con nuestros queridos, familiares, amigos, conocidos. Una memoria que nos haga que se nos escape una sonrisa y estar orgullosos de todos esos momentos que vivimos juntos, y nos haga ver el presente y el futuro con esa perspectiva necesaria para saber disfrutar de las cosas más sencillas pero que son las que más valen, sin duda.