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Concluye entre fidedignas justas de caballería La Concordia de Alcañiz más divulgadora
‘El final del interregno’ compactó 5 actos por las obras en la plaza y acabó gustando al públicoHasta 170 personas descubren la Torre Gótica de Alcañiz durante la semana de La Concordia
Más de un centenar de recreacionistas reviven la firma de La Concordia 613 años después
Una recreación de justas y torneos de caballería puso fin el domingo al Festival de Divulgación e Historia Viva La Concordia de Alcañiz, que ha dejado un buen sabor de boca por el rigor histórico de las representaciones y el notable seguimiento del público.
Especialmente aplaudido fue El final del interregno, escenificado en cinco actos el sábado en la iglesia Santa María la Mayor, en cuya Torre Gótica se firmó hace 613 años el tratado por el que la Corona de Aragón pudo suceder rey dos años después de la muerte sin descendencia de Martín I.
En toda una semana se han sucedido decenas de actos, empezando por conferencias populares y actividades didácticas para centros educativos, y culminando con un fin de semana de Historia viva en el que el público ha conocido cómo era la sociedad, la política, la ideología, la religión o la economía de inicios del siglo XV en el Reino de Aragón, y más concretamente en Alcañiz y el Bajo Aragón.
El festival “ha cumplido expectativas”, con una excolegiata que quedó “abarrotada” el sábado para el acto central, manifestó el concejal delegado de Cultura del Ayuntamiento de Alcañiz, Javier Climent. Además, “se han superado con creces tanto los visitantes en las conferencias como en las sesiones didácticas para el público más juvenil”, que era la segunda vez que se hacían tras la edición de 2024.
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Cinco cápsulas agrupadas
Ante las obras en el conjunto arquitectónico que forman la Casa Consistorial y Lonja, y en el Castillo calatravo, las cápsulas históricas se concatenaron en la iglesia durante el acto central. “El sentir general es que ha gustado mucho”, concluyó Climent, que no descarta repetir formato aunque volviendo en 2026 a los escenarios originales en la medida en que las obras lo permitan.
“La Historia no se puede cambiar. El que lo vio el año pasado podrá decir que es lo mismo, pero van cambiando las cápsulas, que son diferentes cada año para darle frescura” a la representación, valoró Climent.
Así, mientras en 2024 el protagonista fue el Papa Benedicto XIII, este año el peso cayó sobre el personaje de Margarita de Montferrat, que desgranó sus ambiciones de poder a través de un deseo ardiente por que su hijo Jaime de Urgell alcanzara una corona que tenía atada, pero que le acabó arrebatando Fernando de Trastámara. Un desenlace no menor porque supuso la entrada de lleno de la dinastía castellana en la Corona de Aragón.
Para el concejal, el formato divulgador del festival es clave para que la gente sepa “muy bien qué ocurrió el 15 de febrero de 1410, qué lo motivó, qué consecuencias tuvo y en qué derivó”. En este sentido, el concejal resaltó “el parlamentarismo: hablar y acordar sin llegar a una guerra, como podía haber sido lo más fácil en aquellos momentos”. Un diálogo que, dijo, habría que recuperar hoy para la política.
Este festival constituye un proyecto diseñado por historiadores e investigadores profesionales, capitaneados por el profesor universitario Darío Español con el objetivo de hacer alta divulgación de la historia y el patrimonio para todos los públicos.
Rigor histórico “purista”
Se trata de un proyecto para explicar la historia a la sociedad tutelado por el rigor histórico, tanto en la cultural material (vestimentas, armas, armaduras y tecnología de los años 1400-1415) como en los hechos históricos y su transmisión, o en los criterios de programación cultural y patrimonial. En esta línea, el festival cerró este domingo con una representación fiel de justas y torneos medievales a cargo de Militia Regis y otros grupos de recreación histórica, con la colaboración de los locales Caballeros de San Jorge.
Sobre el verde de la Glorieta Telmo Lacasa se dispusieron armaduras completas de acero que se colocaron Óscar y Carlos, dos aguerridos caballeros que se batieron media docena de veces en justa, frente a frente sobre el caballo, lanza de nogal y chopo en ristre, para amenizar la mañana a los alcañizanos. No hubo ficción: los jinetes se impactaron y las lanzas acabaron hechas trizas. Como los cascos, hasta el punto que se tuvo que suspender la justa por seguridad de uno de los combatientes.
Según relató Español al público, se escenificó un espectáculo de “caballería feudal de principios del siglo XV”, con armaduras que hablaban del “nivel social” de los caballeros, nobles armados que comían y bebían en platos y vasos acorde a su rango.
Las armaduras, de entre 36 y 38 kilos de peso, fueron “réplicas exactas” a las que se conservan en museos. “Solemos ser bastante puristas porque es la clave para abordar un periodo concreto”, explicó el director del evento.
De esta forma, los espectadores observaron cómo los caballeros se protegían todas las partes de su cuerpo, primero con mallas y gambesones y después con todos los elementos de la armadura: piernas, peto, espaldar, avambrazo, brazo, codal o yelmo. Y en la cimera, un símbolo de cada caballero. En este caso, Carlos –que montaba a Magno– llevaba el escudo de las armas de la Casa de Aragón, emparentada con la familia real, y Óscar –montaba a Juana de Arco– interpretaba al señor de Foces, con un búho.
“La gente moría por heridas hechas con rozamiento de armadura porque se infectaban y no había penicilina ni antibióticos. Colocar bien la armadura era fundamental”, relató Español.
Había justas a muerte, como sucedía con los gladiadores hace 2.000 años, y otras eran más deportivas y solo se jugaba la gallardía de los caballeros. Si un caballero rompe su lanza en el pecho del contrincante, suma 7 puntos, 5 en la cabeza y 20 si hay descabalgamiento. A las justas siguieron unas exhibiciones de caballería contra infantería, y otras de lucha cuerpo a cuerpo.
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