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Un valor en vías de extinción Un valor en vías de extinción

Un valor en vías de extinción

Miguel Rivera

Kate Winslet, la actriz que vio multiplicada su fama con el rodaje de Titanic hace más de veinticinco años, ha sido viral recientemente por dos situaciones enmarcadas en sendas entrevistas de promoción de su último trabajo.-

En la primera, una niña se acercaba nerviosa para hacerle su primera entrevista. Winslet, viendo a la niña temblar como un flan, le respondió que la entrevista sería “la mejor de sus vidas” y que tras la misma se harían una foto de recuerdo para que Martha, que así se llamaba su joven interlocutora, tuviese un recuerdo para siempre de aquel momento.

La actriz hizo gala de una empatía fuera de lo normal, y digo esto porque últimamente detecto que es un valor en peligro de extinción: cada vez nos importa menos el prójimo y el concepto de ayudarle, muchas veces, es “si no me queda más remedio, si a mí no me perjudica, me molesta o me supone realizar un esfuerzo”. Y esto es terriblemente triste y peligroso. Por supuesto, no pretendo generalizar, pero sí que observo una tendencia general en nuestra sociedad hacia la extrema individualización, hacia un pernicioso ombliguismo, puesto que, si algo caracteriza a una sociedad es, por definición, el sentido colectivo de pertenencia a la comunidad.

En la segunda situación, Winslet relataba en otra entrevista, esta vez a un periodista profesional, cómo vivió la explosión de fama que supuso el rodaje de Titanic, en 1997, cuando ella tenía solamente veinte años. La película, muchos de ustedes lo recordarán, supuso un antes y un después en la historia del cine por el tamaño de la producción, por la gran cantidad de premios que obtuvo y por disparar al estrellato a Leonardo di Caprio y a nuestra protagonista de hoy. Sin embargo, cuando se estrenó, a finales de los noventa, muchos titulares se centraron en el cuerpo de Winslet, acusándola de estar pasada de peso. En la mencionada entrevista, la actriz británica echaba la vista atrás para reconocer que “si pudiera volver atrás, alzaría mi voz para decir a los periodistas: no te atrevas a tratarme así; soy solamente una mujer joven, mi cuerpo está cambiando (…) y soy muy insegura, estoy aterrorizada. (…) Esto es bullying, bordeando lo abusivo. Y aunque la situación está mejorando, tenemos mucho camino por recorrer. (…) Cuando una actriz está en la alfombra roja y se ve espectacular, no le digas que está esbelta o tonificada, no valores su cuerpo. Es algo tremendamente irresponsable y alimenta la aspiración de muchas mujeres jóvenes hacia ideas de perfección que simplemente no existen.”

En este caso, Winslet traslada su empatía hacia una gran cantidad de mujeres jóvenes, a las que por supuesto no conoce, haciendo un llamamiento a la responsabilidad colectiva de los periodistas. Trasladar ciertos mensajes es peligroso para nuestra juventud, pues puede derivar en trastornos alimentarios en búsqueda de un ideal irreal, como la propia protagonista explica.

Háganse, amigos lectores, estas preguntas para terminar: ¿Qué estoy dispuesto a hacer por un amigo en dificultad? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a llegar para ayudarle? Y si en vez de un amigo fuese un desconocido, ¿hasta dónde llegaría? Y en sentido contrario, ¿hasta dónde me gustaría que llegase un desconocido si el que está en necesidad soy yo?

Creo firmemente que de esto va la sociedad de las buenas personas, y creo que Winslet nos ha demostrado que ella lo es.

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