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Por las copas Por las copas

Por las copas

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Raquel Fuertes

Si me pinchan, no sangro. Tras escuchar durante meses sesudos argumentos antivacunas (continuación de la saga “La Tierra es plana”), apoyados por múltiples documentos científicos, interpretaciones estadísticas, tuits de influencers, migueles bosés y decenas de discursos cargados de falacias que prometían ser verdad, ahora resulta que las vacunas contra la peste del siglo XXI puede que no sean tan malas.

Sinceramente, me viene bien. De hecho, hoy por hoy soy un experimento que, aparte de tener conexión 5G y un chip de localización permanente que me permite el contacto directo con Gates y Soros, combino ARN mensajero y virus atenuado en mi pauta de vacunación. Si ya no son tan malas las vacunas, podré dormir más tranquila después de ver lo que estoy viendo.

Y eso a pesar de que “hay más contagios entre vacunados que en los que están sin vacunar” (claro, se les olvida a los interpretadores de datos que por cada no vacunado hay 9 vacunados, pequeño detalle que descuajeringa el argumento de los irreductibles). Con ese pobre eslogan quedan atrincherados en su insolidaridad y atentando contra la salud pública los que no han sucumbido al último reclamo: vacúnese en su centro comercial, en la puerta del fútbol o en la plaza Mayor, así podrá ir de copas.

Vuelvo a Trillo y a su “¡manda huevos!” porque la cosa tiene bemoles. Da igual si infectas a tu madre en nochebuena o al anciano vecino del quinto. Da igual si caes con todo el equipo porque la sanidad es gratuita en España y “para eso llevo años contribuyendo con mis impuestos, que me paguen en especie”. ¿Aunque sea con cuidados en la UCI? Da igual. Todo era justificable y llevadero hasta que en algunas comunidades han autorizado el pasaporte covid cuando entras a echarte unas cervezas.

Y, claro, eso sí que no. Ahí ya, ante la imposibilidad del gin-tonic más in o del vermú del domingo, ante la perspectiva de nochevieja en la intimidad, ahí se han caído las corazas. Y las caretas. Los que hasta ahora buscaban en los demás la inmunidad de rebaño, mientras defendían “¡mi libertad no se toca!”, ahora pasan por el vacunódromo con alegría ante la amenaza de no tomarse esas copas o no ir a la cena de empresa. ¿Les cuento un secreto, antivacunas conversos? Hasta dentro de 5 semanas su pasaporte no tendrá validez. Hagan cuentas. Y feliz Navidad.

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