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Lejos Lejos
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Raquel Fuertes

A veces cuando uno se va lejos es cuando se da cuenta de lo que necesita lo que tiene cerca. O al perder algo es justo cuando asumimos la falta que nos hacía. Espíritu de contradicción. O adictos a la insatisfacción permanente.

Quizás por eso de forma imprudente, ingenua o temeraria, según los momentos o las ocasiones, alejamos o dejamos en un aparte lo que nos gusta y nos hace bien. A veces por curiosidad, otras por desidia y muchas porque no queda más remedio.

El caso es que al vernos despojados de lo que nos hacía reír, disfrutar o paladear algo parecido a la felicidad de repente sentimos el frío del desapego y la distancia y, también, el dolor, la rabia, la impotencia, por lo perdido.

Hace poco más de dos años no valorábamos algo tan sencillo como poder ir a cualquier parte sin restricciones, poder ver a quien quisieras o no vivir con miedo ante una amenaza real en forma de ente invisible. Quedó tan lejos cómo éramos, pero con tanto poso, que hoy, cuando la mascarilla ya casi es residual, volvemos a poder ir al pueblo o volar por el mundo, ya no somos los que fuimos.

Por mucho que queramos olvidar pandemia, volcán, guerra, inflación… todo lo pasado nos ha situado en un estado involuntario de alerta permanente que no nos deja volver a sentir sin resquemor incluso cuando todo está bien.

Sí, hemos ido perdiendo el miedo al virus, del volcán ya solo se acuerdan los palmeros, ya se habla antes de la renovación del PP que de la masacre de Ucrania y en la actualidad nos queda el quejido por los precios. Pero lo pasado, pasado está con huella. El rastro es patente en todos los frentes: sigue activa la pandemia y los muertos se cuentan por decenas de miles, los destrozos del volcán no los compensa la nueva tierra ganada al mar, los muertos siguen cayendo en un conflicto que redefinirá nuestro orden mundial y hoy somos más pobres que ayer, pero menos que mañana.

Por mucho que hayamos desterrado algunos acontecimientos de nuestro recuerdo o de nuestro foco lo cierto es que, aunque queden lejos, dejaron y dejarán huella y hoy seremos diferentes a lo que fuimos porque nuestro presente no deja de ser el hijo efímero de nuestro pasado. Y es así como se nos va pasando la vida.

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