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El olvido El olvido
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Raquel Fuertes

Hay vidas que discurren con tanto dolor que cuando llega el olvido casi parece un bálsamo que cubre las heridas de las tragedias del pasado.

Pero, incluso en esas ocasiones, ese olvido no deseado ni perseguido viene a recordarnos que estamos recorriendo la última parte del trayecto y que esa palabra que creímos que nunca iba a llegar para definir nuestro momento vital ha llegado: vejez.

Lo he visto y me lo han contado en mil y una formas. Desde los primeros despistes que dan lugar a equívocos o situaciones jocosas hasta las más amargas manifestaciones de Alzheimer. Llega un día, precedido de otros muchos que hemos ido ignorando, en el que el presente dura un instante, coincidente de forma efímera con la realidad, y todo lo demás es recuerdo añejo y olvido.

Lo voy viendo en los mayores que me rodean. Cada vez viven más en la añoranza de tiempos que no nos contaron tiempo atrás y que, de pronto, aparece vívido en su memoria, transformándolo en atrayentes relatos que nos trasladan a tiempos que no conocimos y que, para ellos, son más tangibles que la cena de anoche o la conversación de esta mañana.

También lo he visto en personas que han vivido experiencias amargas que convirtieron este camino en un tortuoso sendero con pocas expectativas de llegar a repechos apacibles y placenteros. Incapaces de retener lo que han comentado hace un par de minutos, recuerdan, sin embargo, los detalles de una lejana tarde en la que se sintieron felices. Son tan desconocidos los resortes que mueven nuestro cerebro que ni los médicos se ponen de acuerdo en si es Alzheimer, para muchos una auténtica sentencia que mantiene vivo el que fue nuestro cuerpo mientras nos hacemos ajenos a nosotros mismos, o falta de ejercitación de la memoria. Sí, tal vez haya dejado de pensar para no continuar sufriendo, evitando anclarse a un pasado demasiado triste.

Sea como sea la forma en que el olvido nos aborde en esa última etapa, al final siempre quedará de nosotros el recuerdo que imprimimos en los otros. Y es esa memoria de los otros la que sobrevivirá al olvido y a nuestra propia existencia. Nuestro verdadero legado.

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