Se veía venir. Le pasó a su madrastra hace apenas un mes y esto llevaba el mismo camino.
Desde fuera es fácil juzgar y prejuzgar a los miembros de una pareja y esgrimir argumentos a favor o en contra de su idoneidad y compatibilidad. Total, todo queda finalmente dentro de la pareja y el tiempo de maledicencia (más habitual que el de lisonjas y buenos deseos) se pasa rápido y con malvada excitación.
Lo de Esther y el juez chirriaba por los cuatro costados. Por mucho que el juez sea el díscolo de la carrera judicial y se empeñe en el look de pelazo y chupa de cuero, se le presupone un contenido debajo del pelazo que hacía incomprensible su relación con esta profesional del casarse bien. El anuncio del compromiso en couché (más cursi de lo que una puede aguantar) y posterior entrada en erupción del juez siguió el principio de acción y reacción puesto que el hombre (experto novio a la fuga) ya la había dejado días atrás con dos líneas (ambiguas) de WhatsApp y así quería que lo supiésemos.
Y lo de Tamara de España clamaba al cielo desde el minuto uno. Ella, desesperadita por casarse. Él, un vividor con ese encanto de los malotes. Ella, en definitiva, presa fácil. Las sucesivas traiciones del muchacho eran evidentes para todos, menos para ella, ciega de amor. Anunciar el compromiso (en redes y por la tele, faltaba el couché) y diluirse todo tras un vídeo poco afortunado y nada oportuno (¿mamá Preysler?) ha sido todo uno. Tamara ha borrado el post con el anillo y su proclama de felicidad. Él ha admitido por omisión el pecado en un comunicado. Han dejado de seguirse en redes. No digo más. La historia de princesas al traste y si Tamara persiste en casarse en junio ya puede ir buscando mozo.
Ante estos compromisos imposibles, ya de partida, pero que lo intentaron hasta llegar al anillo nos queda pensar que el amor (o el interés) casi todo lo puede. Por esa regla, llorando aún por lo sucedido en Italia con Meloni, pido un intento de compromiso entre las dos mujeres que andan buscan su espacio político en nuestro país: Díaz y Olona. ¿Imposible? El amor todo lo puede. O el interés.
