Salida a hombros de Morenito de Aranda. Antonio García/Bykofoto
Morenito de Aranda abre la puerta grande pero Isaac Fonseca pone el valor seco en la tarde
El mexicano pasea una oreja pero pudieron ser más y De Torres sufre la mala suerte del peor lote
Media entrada en la plaza de toros de Teruel en la corrida que cerraba el serial de las Fiestas del Ángel. Los astados de la ganadería Peñajara de Casta Navarra se enfrentaban a los diestros Morenito de Aranda, Adrián de Torres e Isaac Fonseca.
Buen recibimiento de Morenito de Aranda al primero de la tarde, que había salido a la arena abanto y distraído, pero al que mete el burgalés en faena, toreándolo con suavidad. Busca excusas el animal para no enfrentarse al caballo, huyendo alrededor de la plaza.
Baila el picador al caballo tras el tercio, pero sigue su huida un astado que, finalmente, es picado fuera de la raya del tercio. Protesta en los dos puyazos que recibe el toro, echando la cara arriba y tirando gañafones. Tres pares de banderillas efectivos dan paso al emotivo brindis de un Morenito que señala con la montera al cielo, en recuerdo de su compañero caído, Víctor barrio, con quien compartís tarde en aquella fatídica tarde de sábado de la Vaquilla. Suave inicio de faena con la pañosa, templando despaciosamente los derechazos para empezar a despertar a un tendido hasta ese momento algo frío. Dispuesto y torero, se entregó a una faena que tenía enfrente un toro con muchas teclas que tocar, con cierto peligro, pero sin llegar a transmitirlo. Estocada entera, algo trasera, la que hunde en los lomos del toro el de Aranda de Ebro, que hiere al toro de muerte.
El segundo de Peñajara fue un toro de verdadero peligro. Empezó la lidia el diestro Adrián de Torres pero delegó rápidamente en su peón de confianza, Curro Javier, quien estrelló contra el capote al animal más que torearlo debido al peligro que traía un toro que tenía un ordenador en la cabeza. También peleó por alto en el caballo en los dos puyazos, rehusando la verdadera lucha. Hizo sufrir a los banderilleros, acortándoles en la carrera hacia el embroque, e imposibilitando que se pusiera un par completo ni una sola vez.
De Torres sacó hacia los medios al toro, con poco que torear y mucho que lidiar, para intentar que se defendiese peor. Con la cara a media altura y pegando cabezazos en el vaciado del muletazo, el riesgo es patente durante la faena, sabiendo en cada momento lo que se deja atrás. Valiente, Adrián de Torres intenta incluso torearlo con la mano izquierda, recibiendo un pitonazo en la boca del estómago en la mitad de uno de esos intentos de naturales. El susto le sirve para aliviar una faena que daba la impresión de no poder traer cosas buenas, pero si negativas. Se puso difícil el astado para entrar a matar, no centrándose en ningún momento con la muleta del matador, llevando la mirada de lado a lado, y buscando el espacio por donde debería de pasar el diestro. En la puerta de los toriles, donde el animal tiene toda la querencia, le mete media estocada tendida con la que consigue que se tumbe. Pasaporta a un animal que tenía poco fondo y mucho cerebro. Silencio al matador y el arrastre del toro entre sonido de viento.
Emplazado en los medios el tercero de la tarde, demostrando que tampoco se lo iba a poner fácil al matador mejicano Isaac Fonseca, apretó en los vuelos del capote en un recibo de mucha transmisión. Agarró al toro mientras salían los del castoreño el banderillero Raúl Ruiz, que le hizo una gran lidia, estirándole la envestida y enseñándole el camino. Tampoco quería pelea en el peto, y cuando entró lo hizo con los mismos defectos de sus hermanos. Un primer puyazos fuerte y un segundo no tanto. Dos pares de muchísimo mérito, con sabor torero, andándole a la cara a los toros, y poniendo todo de Carlos Rey y uno de Jesús Robledo, Tito, son premiados con ovación por el público. Con la muleta, Fonseca demuestra que ha venido para quedarse, y siguiendo la línea de su último año de novillero y este primero de doctorado, llega a Teruel con la intención de triunfar. Firme con la mano derecha en el comienzo de faena, a pesar de recibir dos avisos del peligro que entraña el contrincante, se encaja en su lidia, arrancándole series de naturales que consiguen encender al público, siendo muy inteligente en los tiempos y las medidas de la faena. La acaba por unos estatuarios tan ajustados que entre el diestro y el toro a penas cabe una brizna de aire. Media estocada en el alto y otra entera no consigue tumbar al toro, que se agarra a la vida como los buenos bravos. Aplaude Fonseca la muerte del animal, a sabiendas que la bravura que lo mantiene vivo le va a costar a él el trofeo que, probablemente, hubiera cortado de doblar antes. No obstante, sale al tercio a recoger una cariñosa ovación que le proporciona la afición turolense.
Sigue la dinámica de sus predecesores el cuarto, al que Morenito tiene que ir a buscar al centro de la plaza con el capote. Lo torea suave con el percal, bajando mucho la mano en media docena de verónicas de un gusto absoluto. Actúa distinto este en el caballo, metiendo la cara en la parte baja del peto, y queriendo empujar en su primer puyazo, aunque en el segundo volvió a echar la cara arriba, casi descabalgando al picador tras propinarle un testarazo en la pierna que lo impulsó fuera de la silla. Por abajo le hace las cosas en el comienzo el de Aranda, para ir sacándolo poco a poco hacia los medios. Es allí cuando empieza a sonar la música mientras se brega con la derecha el Moreno, desplazando con hondura al de Peñajara. Rompe la faena cuando torea con la mano izquierda, tras darle el tiempo de descanso que necesitaba, pegando una buena serie de naturales ajustados y de calidad. Arrea el diestro, con otra tanda de derechazos que le hacen oler el aroma a puerta grande . Sabiéndolo, el burgalés exprime a su contrincante, sacándole lo (no poco) bueno que tiene en las envestidas, alargando quizá en exceso la faena que finiquita con una gran estocada. Premio gordo para Morenito, que corta su segunda oreja de la tarde, abriendo así la puerta grande.
Tiene buen son de inicio el quinto de la tarde, desplazándose con calidad en los vuelos del capote de Adrián de Torres. Protagonizó el toro un gran primer puyazo, arrancándose de lejos, metiendo la cabeza abajo, y empujando, hasta levantar las manos del caballo, aguantando muy bien en el alto del caballo el picador. Difícil el toro que recompone enseguida en las pocas veces que toma la muleta. De uno en uno, cruzado al pitón contrario y, aún así, costándole mucho tomar la muleta. Pero, valiente, Adrián de Torres se pone muy de verdad, pegando un arrimón que el público no entiende, pidiéndole que aligere la faena. Coge el acero de Torres, y aún así le pega dos naturales que pocos ven pero que venían trazados con muchísima calidad. Estocada en el alto que acaba con el quinto.
El sexto no iba a fallar a esa querencia s emplazarse en los medios, no queriendo llegar a tablas, e ignorando los cites de los tres banderilleros. Lo ataca Fonseca, a quien le cuesta poco conectar con el público mientras lidia con el capote de una manera eléctrica. Embiste bien en el caballo, empujando abajo en el primer puyazo, picando fuera de sitio y en el tercio el segundo. Se duele al recibir el primer par de banderillas, encajando un gran par de Tito, el tercero de Fonseca. Debajo del farol, cuando los alamares ya brillan bajo la iluminación de la plaza, le pega dos cambiados por la espalda de escándalo, que encienden a los tendidos y hacen sonar la música. Repite el astado las embestidas en la muleta del mejicano, que trata de darle espacio y tiempo, y consigue que el animal, que tiene muy buenas condiciones, rompa a bueno. Toreo poderoso y a la vez con un regusto artista, el de Morelia se acopla y entiende a su oponente, pasándoselo muy cerca en todo momento. Desplante torero para demostrar el valor seco que posee este joven torero mexicano arrojando la muleta al suelo en la misma cara del toro, antes de ir a por los aceros. En suerte natural le mete el estoque hasta el pomo, cayendo el toro rodado. Oreja de mérito, que pudieron ser dos.
Buen recibimiento de Morenito de Aranda al primero de la tarde, que había salido a la arena abanto y distraído, pero al que mete el burgalés en faena, toreándolo con suavidad. Busca excusas el animal para no enfrentarse al caballo, huyendo alrededor de la plaza.
Baila el picador al caballo tras el tercio, pero sigue su huida un astado que, finalmente, es picado fuera de la raya del tercio. Protesta en los dos puyazos que recibe el toro, echando la cara arriba y tirando gañafones. Tres pares de banderillas efectivos dan paso al emotivo brindis de un Morenito que señala con la montera al cielo, en recuerdo de su compañero caído, Víctor barrio, con quien compartís tarde en aquella fatídica tarde de sábado de la Vaquilla. Suave inicio de faena con la pañosa, templando despaciosamente los derechazos para empezar a despertar a un tendido hasta ese momento algo frío. Dispuesto y torero, se entregó a una faena que tenía enfrente un toro con muchas teclas que tocar, con cierto peligro, pero sin llegar a transmitirlo. Estocada entera, algo trasera, la que hunde en los lomos del toro el de Aranda de Ebro, que hiere al toro de muerte.
El segundo de Peñajara fue un toro de verdadero peligro. Empezó la lidia el diestro Adrián de Torres pero delegó rápidamente en su peón de confianza, Curro Javier, quien estrelló contra el capote al animal más que torearlo debido al peligro que traía un toro que tenía un ordenador en la cabeza. También peleó por alto en el caballo en los dos puyazos, rehusando la verdadera lucha. Hizo sufrir a los banderilleros, acortándoles en la carrera hacia el embroque, e imposibilitando que se pusiera un par completo ni una sola vez.
De Torres sacó hacia los medios al toro, con poco que torear y mucho que lidiar, para intentar que se defendiese peor. Con la cara a media altura y pegando cabezazos en el vaciado del muletazo, el riesgo es patente durante la faena, sabiendo en cada momento lo que se deja atrás. Valiente, Adrián de Torres intenta incluso torearlo con la mano izquierda, recibiendo un pitonazo en la boca del estómago en la mitad de uno de esos intentos de naturales. El susto le sirve para aliviar una faena que daba la impresión de no poder traer cosas buenas, pero si negativas. Se puso difícil el astado para entrar a matar, no centrándose en ningún momento con la muleta del matador, llevando la mirada de lado a lado, y buscando el espacio por donde debería de pasar el diestro. En la puerta de los toriles, donde el animal tiene toda la querencia, le mete media estocada tendida con la que consigue que se tumbe. Pasaporta a un animal que tenía poco fondo y mucho cerebro. Silencio al matador y el arrastre del toro entre sonido de viento.
Emplazado en los medios el tercero de la tarde, demostrando que tampoco se lo iba a poner fácil al matador mejicano Isaac Fonseca, apretó en los vuelos del capote en un recibo de mucha transmisión. Agarró al toro mientras salían los del castoreño el banderillero Raúl Ruiz, que le hizo una gran lidia, estirándole la envestida y enseñándole el camino. Tampoco quería pelea en el peto, y cuando entró lo hizo con los mismos defectos de sus hermanos. Un primer puyazos fuerte y un segundo no tanto. Dos pares de muchísimo mérito, con sabor torero, andándole a la cara a los toros, y poniendo todo de Carlos Rey y uno de Jesús Robledo, Tito, son premiados con ovación por el público. Con la muleta, Fonseca demuestra que ha venido para quedarse, y siguiendo la línea de su último año de novillero y este primero de doctorado, llega a Teruel con la intención de triunfar. Firme con la mano derecha en el comienzo de faena, a pesar de recibir dos avisos del peligro que entraña el contrincante, se encaja en su lidia, arrancándole series de naturales que consiguen encender al público, siendo muy inteligente en los tiempos y las medidas de la faena. La acaba por unos estatuarios tan ajustados que entre el diestro y el toro a penas cabe una brizna de aire. Media estocada en el alto y otra entera no consigue tumbar al toro, que se agarra a la vida como los buenos bravos. Aplaude Fonseca la muerte del animal, a sabiendas que la bravura que lo mantiene vivo le va a costar a él el trofeo que, probablemente, hubiera cortado de doblar antes. No obstante, sale al tercio a recoger una cariñosa ovación que le proporciona la afición turolense.
Sigue la dinámica de sus predecesores el cuarto, al que Morenito tiene que ir a buscar al centro de la plaza con el capote. Lo torea suave con el percal, bajando mucho la mano en media docena de verónicas de un gusto absoluto. Actúa distinto este en el caballo, metiendo la cara en la parte baja del peto, y queriendo empujar en su primer puyazo, aunque en el segundo volvió a echar la cara arriba, casi descabalgando al picador tras propinarle un testarazo en la pierna que lo impulsó fuera de la silla. Por abajo le hace las cosas en el comienzo el de Aranda, para ir sacándolo poco a poco hacia los medios. Es allí cuando empieza a sonar la música mientras se brega con la derecha el Moreno, desplazando con hondura al de Peñajara. Rompe la faena cuando torea con la mano izquierda, tras darle el tiempo de descanso que necesitaba, pegando una buena serie de naturales ajustados y de calidad. Arrea el diestro, con otra tanda de derechazos que le hacen oler el aroma a puerta grande . Sabiéndolo, el burgalés exprime a su contrincante, sacándole lo (no poco) bueno que tiene en las envestidas, alargando quizá en exceso la faena que finiquita con una gran estocada. Premio gordo para Morenito, que corta su segunda oreja de la tarde, abriendo así la puerta grande.
Tiene buen son de inicio el quinto de la tarde, desplazándose con calidad en los vuelos del capote de Adrián de Torres. Protagonizó el toro un gran primer puyazo, arrancándose de lejos, metiendo la cabeza abajo, y empujando, hasta levantar las manos del caballo, aguantando muy bien en el alto del caballo el picador. Difícil el toro que recompone enseguida en las pocas veces que toma la muleta. De uno en uno, cruzado al pitón contrario y, aún así, costándole mucho tomar la muleta. Pero, valiente, Adrián de Torres se pone muy de verdad, pegando un arrimón que el público no entiende, pidiéndole que aligere la faena. Coge el acero de Torres, y aún así le pega dos naturales que pocos ven pero que venían trazados con muchísima calidad. Estocada en el alto que acaba con el quinto.
El sexto no iba a fallar a esa querencia s emplazarse en los medios, no queriendo llegar a tablas, e ignorando los cites de los tres banderilleros. Lo ataca Fonseca, a quien le cuesta poco conectar con el público mientras lidia con el capote de una manera eléctrica. Embiste bien en el caballo, empujando abajo en el primer puyazo, picando fuera de sitio y en el tercio el segundo. Se duele al recibir el primer par de banderillas, encajando un gran par de Tito, el tercero de Fonseca. Debajo del farol, cuando los alamares ya brillan bajo la iluminación de la plaza, le pega dos cambiados por la espalda de escándalo, que encienden a los tendidos y hacen sonar la música. Repite el astado las embestidas en la muleta del mejicano, que trata de darle espacio y tiempo, y consigue que el animal, que tiene muy buenas condiciones, rompa a bueno. Toreo poderoso y a la vez con un regusto artista, el de Morelia se acopla y entiende a su oponente, pasándoselo muy cerca en todo momento. Desplante torero para demostrar el valor seco que posee este joven torero mexicano arrojando la muleta al suelo en la misma cara del toro, antes de ir a por los aceros. En suerte natural le mete el estoque hasta el pomo, cayendo el toro rodado. Oreja de mérito, que pudieron ser dos.
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