“Los sublevados perdieron Teruel el 8 de enero por un grave error de Franco que la dictadura quiso ocultar”
Vicente Aupí desvela en su último libro todas las claves de lo ocurrido durante “las dos batallas de Teruel”Pese a las recomendaciones que le hizo Hitler para que aprovechara su ventaja, asaltara Madrid y acabara con la guerra, Franco se enzarzó con Vicente Rojo en una lucha estéril por una ciudad sin aparente valor estratégico como Teruel. El precio fue una de las derrotas más sonrojantes que sufrió el futuro caudillo durante la guerra, miles de vidas, una ciudad arrasada y unas jornadas épicas en las que durante unas horas del 31 de diciembre de 1937 Teruel fue una ciudad fantasma sin nadie por las calles. ¿Qué impidió que Franco la conquistara y Varela se tomara las uvas de 1938 entre las ruinas del Seminario? ¿Ego? ¿Incompetencia? ¿Un terrible error de cálculo? El periodista y divulgador torremochino Vicente Aupí desvela este y otros interrogantes en El Caudillo y las uvas de la derrota (Editorial Dobleuve), su tercer obra sobre la Guerra Civil (tras El General Invierno y Crónicas de Fuego y Hielo), en la que reivindica una parte de batalla de Teruel que la dictadura franquista trató de hacer desaparecer de la historia.
-¿Lo que sabíamos sobre la batlla de Teruel es mentira?
-La versión franquista desde luego lo es. Todos sabemos que el 8 de enero de 1938 los republicanos conquistaron Teruel y se lo arrebataron a los franquistas, eso está en los libros. Pero nunca se ha escrito un libro centrado en el sitio de Teruel tal como fue.
-¿El libro concluye cronológicamente en el final del primer sitio el 8 de enero de 1938?
-Fundamentalmente hablo de eso, pero evidentemente no puedo quedarme ahí, dedico un capítulo a la reconquista franquista de febrero, y también hay una segunda parte muy importante dedicada a lo que ocurre después de la Guerra Civil; cómo durante la dictadura el aparato franquista intentan mantener todo eso oculto y hay una campaña de infamia contra D'Harcourt que se mantiene toda la dictadura, con el objetivo de esconder que Teruel fue un grave error suyo y de su cúpula de generales. .
-¿La oscuridad oficial del régimen sobre la batalla de Teruel respondió únicamente a borrar esa mancha militar en el historial del Franco, la derrota que sufrió el 8 de enero, o hay algo más?
-Fue una cuestión de prestigio, sobre todo ante Hitler y Mussolini. Los estrategas alemanes e italianos le dijeron a Franco que se olvidara de Teruel y continuara con lo que tenía previsto en otoño de 1937, que era atacar Madrid, y que en el caso de haber caído hubiera puesto fin a la guerra. Pero en lugar de hacerles caso Franco entró al trapo de Vicente Rojo, vino a Teruel y el primer envite lo perdió. En el libro menciono cartas de Mussolini en las que le pone en ridículo y le dice que no puede seguir así. Así que Franco trata de tapar todo eso y de achacar la derrota no a un error suyo, sino a una acto de traición y cobardía de D'Harcourt, en una campaña de infamia destinada a hacerle a él único responsable de la pérdida de Teruel, y sobre la cual aporto documentos nuevos en este libro. Rey D'Harcourt fue el traidor y Polanco el martir, y eso no lo hubiera admitido ni el propio obispo.
-¿Hasta qué punto llegó esa campaña?
-Muchos de los detalles ya los contó Fernando Rivera, nieto de Rey D'Harcourt, en la entrevista que le hizo Juanjo Francisco Valero en Diario de Teruel. Hasta 1972 el franquismo no permitió a la familia de Rey D'Harcourt recuperaran su restos de Pont de Molins, donde fue fusilado. Y les obligaron a hacerlo en el anonimato más absoluto.
-Esa campaña, no obstante, ya era conocida...
-Sí, así es. Eloy Fernández Clemente escribió El coronel Rey D'Harcourt y la rendición de Teruel. Yo hablé con Eloy y de hecho fue él quien me animó a escribir El Caudillo y las uvas de la derrota. Lo que hizo Eloy con su libro en 1992 fue exculpar a Rey D'Harcourt. Y lo que yo hago es quitar el foco sobre el coronel y explicar que, si D'Harcourt no fue culpable de la caída de Teruel, alguien tuvo que serlo.
-¿Cree en la tesis de que D’Harcourt y Polanco fueron fusilados por los de su bando?
-Nadie puede demostrar quién cometió realmente la matanza de Pont de Molins, pero hay muchas cosas que apuntan a que fue un comando sublevado camuflado. Rivera se pregunta a quién beneficiaba el fusilamiento, y se ratifica en lo que ya dijo a Diario de Teruel. No le cuadra que los republicanos lo fusilaran, siendo que estaban en desbandada para alcanzar la frontera de Francia con los franquistas pìsándoles los talones. Lister, que fue uno de los que le endosaron la responsabilidad, siempre dijo que nunca le había temblado la mano y que si hubiera sido él quién dio la orden lo hubiera reconocido sin ningún problema. En el libro aporto un testimonio que no constituye una prueba pero resulta muy sospechoso sobre algo que sucedió pocos días después de la matanza de Pont de Molins. Pero está en el capítulo 16 y prefiero no hacer spoiler.
-Volvamos al meollo... ¿Cuáles fueron las causas de la derrota de Franco el 8 de febrero?
-No te las voy a contar para no destripar el libro... (risas). Lo que pongo encima de la mesa es que hubo un error muy grave que motivó la caída de Teruel, un error de las tropas franquistas que estaban en el exterior de los reductos.
-¿Un error táctico? ¿Estratégico?
-El día 31 de diciembre los dos ejércitos cometen dos errores terribles. Los republicanos se asustan, les entra el pánico y abandonan la plaza en desbandada total. Y los sublevados ven la plaza vacía y no entran a ocupar. ¿Por qué? Hay una serie de motivos, no uno solo, detallados pormenorizadamente en el libro, y hay una serie de testimonios, no de jefes, que siempre van a estar adulterados, sino de otro tipo de personas, que los demuestran. Luis Jáuregui, que fue entrevistado por Nuria Andrés para Diario de Teruel, era un requeté navarro que contó en sus memorias, no publicadas, que ellos estaban en Teruel y podían haber liberado perfectamente Teruel el 31 de diciembre, porque estaban a 150 metros de los reductos y no había ningún republicano defendiéndolo. Recibieron la orden de no continuar su avance e incluso de retroceder.
-¿Tuvo consecuencias la caída de Teruel en manos republicanas? A fin de cuentas la ciudad acabó en manos de los sublevados que ganaron la guerra...
-Pero el 31 de diciembre había miles de personas muriéndose en el Seminario y la Comandancia. Sin agua, sin comida, con temperaturas heladoras... De noche, lloviendo o tronando, las tropas franquistas tenían que haber socorrido a los sitiados ¿Por qué se rinde una semana después D'Harcourt? Ni por cobardía ni por falta de preparación. El coronel entrega la plaza porque es la única forma de impedir que la gente siga muriendo.
-También explica detalladamente en su obra el episodio de la pérdida de la radio en la Comandancia, y de la famosa carta.
-Rey D'Harcourt perdió la comunicación con el exterior porque la radio de la Comandancia fue destruida el día 30 de diciembre por la explosión de una mina, aunque Barba la mantiene en el Seminario. Entonces envía a dos soldados hasta La Muela con una carta que puede leerse en el libro, donde cuenta a las tropas del exterior que está incomunicado y que la situación en el reducto es desesperada. Tras un intento fallido, el 31 de diciembre consiguen hacer llegar la carta, donde D'Harcourt ha añadido un párrafo en el que cuenta que las tropas republicanas han abandonado la defensa de Teruel. Esa carta nunca fue respondida, ni el 31, ni la semana posterior cuando se da la debacle.
-¿A qué se debió esa espantada republicana durante el 31 de diciembre?
-Los testimonios que aporto apuntan a que los republicanos vieron que el avance de las fuerzas de Varela los días 30 y 31 era manifiesto e imparable. Les veían venir desde la Muela y sencillamente les entró pánico y huyeron. Sebastián Pelegrí, uno de los combatientes republicanos, cuenta que en el rancho del día 31 alguien gritó que venían los moros, y al decir eso la gente se asustó. Y otro testimonio que aporto es el del propio García Valiño, el jefe de la División I de Navarra, que desde la Muela veía las columnas de republicanos que se retiraban a Escandón. Dieron por hecho que abandonaban la defensa de Teruel y no era necesario tomarla el día 31, sino que podían esperar al día siguiente, 1 de enero, para hacerlo con un desfile militar el primer día del año. Con lo que no contaron es con que Vicente Rojo logró que los republicanos restablecieran la defensa la propia noche del 31 de diciembre, y con que la nevada que cayó en la noche del 31 al 1 de enero iba a complicar muchísimo la operación.
-Tan claro lo veían que hasta salieron en los periódicos...
-En el libro reproduzco la portada del Heraldo de Aragón del 1 de enero de 1938 diciendo que Varela ha reconquistado Teruel. Toda la prensa sublevada publicó la noticia ese día, porque la preparó durante la víspera, aunque el texto dice que la noticia estaba confirmada por prisioneros y heridos de la contienda. Herbert Matthiews y Robert Capa, cuando leen esas noticias, no se lo creen y viajan a propósito a Teruel, están a punto de morir en el Ragudo congelados, y confirman que, efectivamente, Franco no ha reconquistado la ciudad. Eso sí que era periodismo.
-Sostiene que la Nochevieja de 1938, en la que las uvas se le atragantaron a Franco -aunque no lo supo hasta el día siguiente-, fue una de las jornadas más épicas de la Guerra Civil.
-Claro. Por eso me parece injusto que sea una fecha olvidada en la narración habitual. En el contexto de la guerra está el 18 de julio, Gernika, la Matanza de Badajoz, el 14 de abril, son fechas clave. ¿Pero el 31 de diciembre de 1937 en Teruel? Con todos los corresponsales internacionales aquí, con todo lo que pasó, un ejército en desbandada, otro que no entra, una nevada que lo cambia todo... me parece una fecha fundamental.
-¿Qué documentación maneja el libro, sobre todo en cuanto a testimonios que no se conozcan o se conozcan menos?
-Hay mucha documentación personal, cartas que recibió Eloy Fernández Clemente o la viuda de Rey D'Harcourt, que están en el archivo de su familia y que no habían visto la luz, del Fondo Varela del Archivo Municipal de Cádiz, del propio Diario de Operaciones de Varela, donde hay mucha información... Y también hay mucha literatura franquista que no cuenta los hechos como tal, pero que si sabes interpretar y leer entre líneas te da a entender cómo se tejió toda esta maraña.
-¿No habría algo de venganza en la rendición de D'Harcourt, para castigar esa incompetencia?
-No. Pero hay un telegrama que Franco le envía a D'Harcourt por Navidad, antes de que lleguen las tropas de Varela, y le dice que tienen que resistir al precio que sea, que saquen comida y bebida de donde sea, porque el rescate es inminente. Tú lees el telegrama, que está en el libro, y ves que es completamente surrealista. Da la sensación de que Franco no es consciente de la situación que se está viviendo allí. Parece no entender que hay miles de personas muriéndose, sin comida ni bebida.
-¿El haber sido cabeza de turco de Franco, hizo de D'Harcourt una especie de símbolo antifranquista franquista?
-Es cierto que es de los pocos oficiales sublevados que cuenta con muchos testimonios del lado de los republicanos que hablan bien de él. Basilio Marquina es, junto con Sarabia, ante quien se rinde, y le escribió una carta a Eloy Fernández Clemente en la que hablaba de D'Harcourt como un militar honesto, honorable y mártir. Era bien visto por los republicanos, pero no porque rindiera la plaza, sino por cómo hizo las cosas y porque lo que hizo lo hizo para salvar muchas vidas humanas. En cualquier caso soy consciente de que con este libro me pueden llover críticas por los dos lados; del sublevado por criticar la pericia militar de Franco, y de los otros porque a fin de cuentas D'Harcourt era un coronel sublevado, eso no se puede negar. Pero se convirtió en un enemigo de Franco.
-No fue el único D'Harcourt que estuvo en la batalla de Teruel...
-También estuvo Joaquín D'Harcourt Got, jefe de cirugía de la República, y estuvo en Teruel con un tren que llevaba quirófano. Eran primos hermanos, y de hecho Rey D'Harcourt le entrego a él el acta de rendición, después de fundirse en un abrazo. Por eso la conserva la familia, si no probablemente habría desaparecido.
-En la obra hace un paralelismo entre Teruel y Stalingrado...
-Puede parecer grandilecuente, pero salvando las distancias -porque Teruel era una ciudad pequeña y Stalingrado no- puede hacerse, y de hecho lo han hecho otros autores como Anthony Beevor. Stalingrado fue probablemente una de las peores batallas de la humanidad y desde luego la peor de la Segunda Guerra Mundial. Pero por el invierno, por la devastación y sobre todo por cómo reaccionaron Franco y Hitler respecto a esas dos batallas, cabe hacer un paralelismo. Y sin embargo Teruel nunca ha tenido la importancia en la historigrafía que debería tener. Es mucho más fácil y cómodo hablar de la Batalla del Ebro o de Madrid. Pero Teruel es el punto de inflexión a partir del cual los republicanos ya no se recuperan.
-A toro pasado, ¿no se puede inferir que tras la caída del norte la guerra ya estaba perdida antes incluso de Teruel?
-En el libro expongo una serie de documentos que ya mencioné en Crónicas de Fuego y Nieve, que encontraron los aliados en Berlín tras la caída del III Reich. En esa documentación hay un volumen dedicado a la Guerra Civil Española y Teruel tiene un papel muy importante. Hitler tenía claro cuando cae el norte de España la ventaja era de Franco. Por eso le dijo que se olvidara de Teruel, que atacara Madrid y guerra terminaría. Pero Franco recoge el guante de Vicente Rojo, va a su cita en Teruel y es derrotado el 8 de enero. En esos momentos la documentación atestigua que los alemanes consideraron que Franco había perdido su ventaja y el final de la guerra no se veía cerca.
-Pero sigue siendo cierto que Teruel apenas tenía valor estratégico...
-Puede ser. Pero el 22 de febrero el ejército republicano cae en el desánimo absoluto, y de ahí a que se corta el cordón Valencia-Barcelona, mes y medio después, se decide la guerra. Pudo haberse dado la vuelta en la Batalla del Ebro, pero para muchos este es el punto decisivo. También es verdad que a Vicente Rojo Teruel le daba igual. En el libro incluyo testimonios de Rojo, que vienen a decir que la caída definitiva de Teruel en manos franquistas daba igual porque habían conseguido su objetivo, distraer la maniobra prevista sobre Madrid. Yo puedo encajar eso desde la óptica militar, pero el planteamiento de sacrificar Teruel para no sacrificar Madrid es algo que no me gusta. Lo dramático es que los dos bandos maltrataron a Teruel, a ambos bandos le daba bastante igual lo que le ocurriera a esta ciudad.
-Parece hasta mentira que las columnas sublevadas que llegaron a las primeras casas de Teruel no tomaran la ciudad por su cuenta pese a las órdenes de no avanzar.
-Hay testimonios de una partida que, desde la estación de tren y saltándose a la torera la orden, llegaron hasta la plaza del Torico y parece ser que recogieron una placa de una calle para demostrar que habían estado allí y que estaba el paso libre. Eso está en las memorias de Luis Jáuregui, y existen otros testimonios que lo confirman.
-'El Caudillo y las uvas de la derrota' está escrito para un público iniciado?
-No es un libro para el analista militar porque yo no soy analista militar. Aunque no hace falta ser militar para reconocer un gran error. Los testimonios lo ponen de manifiesto, y yo como periodista lo relato y documento. Me dirijo a todos los públicos, y uno de mis alicientes fue que hay mucha gente, no de Teruel, pero sí fuera, que no sabe lo que pasó realmente en Teruel. Que no sabe que el 8 de enero los republicanos conquistaron la ciudad y que no sabe lo que realmente significó el sitio de Teruel.
-El sitio, o los sitios, porque usted dice que no hubo una batalla de Teruel, sino dos.
-Probablemente ese sea el capítulo del libro más discutible, menos sujeto a evidencias documentales. Pero en cualquier lugar donde hubo diferentes batallas con diferentes ganadores se habla de batallas, no de batalla, como en Jarkov. En Teruel el 8 de enero hay una capitulación, y el 22 de febrero hay una nueva reconquista de Teruel, pero en dos batallas diferentes. Lo que consiguió la dictadura es que la derrota de Franco pasara desapercibida y las batallas de Teruel se vean como una sola batalla, la última, la que ganaron los sublevados.
-Este libro completa la trilogía que tiene sobre la Guerra Civil. ¿Se transformará en tetralogía, o cierra un ciclo?
-Del mismo modo que cuando empecé El General Invierno ya vi que aquí había un libro, ahora mismo ya no estoy con nada sobre la Guerra Civil. Pero tampoco se cierra nada. Yo conozco gente que dice que sobre la guerra civil ya hay muchas cosas escritas, pero sinceramente creo que nunca serán suficientes. Si alguien encuentra algo que no está contado hay que contarlo.
-La derogación de la Ley de Memoria Democrática probablemente no facilite las cosas... ¿qué opina?
-Yo creo que no debería derogarse así como así, creo que merece un debate más amplio y sosegado. Yo tengo mi visión y mis preferencias personales, y siempre he pensado que las familias que no pudieron enterrar a sus muertos tienen derecho a hacerlo, eso para mí es incontestable. Alfonso Casas presentó hace poco su libro de Los Lugares de la Guerra, y dijo algo en lo que yo estoy de acuerdo: que una cosa es eso, y otra que no haya capacidad de entendimiento entre los dos lados. Eso no significa ni olvidar ni tapar la historia, simplemente se trata de entendimiento y conciliación. Pero no hay que olvidar que durante 40 años los ganadores de la guerra hicieron lo que quisieron con la información y con las víctimas, así que no está mal poner las cosas en su sitio.
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